Para la JCE el mejor momento, y para los partidos el peor
Sin ley de partidos, gracias a los propios partidos. Con una ley electoral obsoleta (275-97) y sin adecuación a la Constitución del 2010(15). Sin un nuevo reglamento apoyado en una nueva ley electoral que garantice equidad y justicia de competencias entre los partidos y los llamados movimientos independientes de ciudadanos por una nueva cultura política. Con gobiernos que le niegan y regatean el financiamiento necesario para su funcionamiento. Con un Tribunal Superior Electoral, que más que bien, genera inconsistencia jurídica y confusión política. La Junta Central Electoral, en medio de circunstancias no ideales se apresta a montar las elecciones más organizadas, con el mejor diseño tecnológico, funcionalmente en el orden técnico y jurídico con decisiones oportunas y eficientes, y lo más trascendente de este gran momento de la Junta Central Electoral, es que todo se está realizando con el ojo fiscalizador de los delegados políticos y técnicos de Partidos y Movimientos Independientes.
El gran dilema de este proceso electoral de 2016 es su complejidad, por las más de 4 mil posiciones electivas a decidir electoralmente. La filosofía como ciencia crea principios en los que establece, que el sentido y todo lo complejo se rinde ante lo sistémico. Lo sistémico ordena, es lógica de transparencia y anula toda probabilidad del caos. Caos que es signo de corrupción de la verdad. Si la Junta sigue transitando el rumbo que lleva, la paz y la verdad electoral están garantizadas para el próximo torneo electoral del 2016.
Mientras esto acontece en la Junta Central Electoral, la noche es oscura en los partidos: luchas intestinas, transfuguismo de la peor calañas, compras y manipulación de conciencias, desmoronamiento de todo tipo de principios, muertes, agresiones, trampas y capú al pecho; chismes, zancadillas, miseria ideológica, carencia de compromiso, falta de ideal, ausencia de ideología y, lo más triste: renuncia a todo sentido de fraternidad, solidaridad y respeto a la persona humana.
Con pena y sin gloria, nos acercamos a un complejo sistema eleccionario con una decadencia y destrucción de la cultura partidaria: sin derecha, centro derecha, ultraderecha, centro izquierda, izquierda moderada: revisionista o radical; sin emergentes con principios e ideologías, con alternativos arrimados a cualquier cosa y sin independencia.
Nos acercamos y transitamos el proceso electoral probablemente mejor organizado de la historia de la Junta Central Electoral. Y, por el otro lado, a un carnaval partidocrático de máscaras ideológicas, en el que se repicará campana por la muerte de la democracia interna en los partidos. Una sola persona, no es culpable de esta tragedia de la cultura partidaria con se ha querido endilgar. Todos somos culpables y corresponsables; por hacer de nuestro compromiso un negocio, y de los sentimientos políticos un gran mercado que persigue el interés personal individual y la vanidad, por encima de la ética política.
A pesar de este panorama lúgubre y desesperanzador que se cierne sobre el sistema de partidos de la República Dominicana, la forma en como procede la Junta, hace vislumbrar que esta microcefalia de liderazgo que ataca la dirigencia política nacional, no se traducirá en una crisis social y política irresponsable poselectoral. No hay dudas, al afirmar que los partidos viven su peor momento, de toda su existencia como organizaciones de la cultura partidaria republicana.
El Dr. Roberto Rosario junto a los otros cuatro magistrados son la cara visible de la Junta Central Electoral y son artífices fundamentales de este gran momento; pero, eso es lo que se ve, lo que no se ve, como decía Juan Bosch, es que la junta cuenta con un conjunto de mujeres que constituyen equipos de calidad, eficiencia e integridad y que conforman más del 80% del personal técnico, administrativo y de dirección, que también son parte esencial y sustancial del Mejor Momento que Vive la Junta Central Electoral de República Dominicana.
Por Juan Tomás Olivero Figuereo, Nativo de Barahona