Mas que mil palabras
En estos tiempos en que la dulzura de la vida se suele empañar por nimiedades que se pueden prevenir con un poco de buena voluntad, lo mejor es asumir una postura positiva sin permitir que absolutamente nadie nuble tu camino.
Un gesto generoso dice más que mil palabras. Podemos cambiar de actitud si nos los proponemos, para hacer la vida más placentera a contrapelo de todo aquel que solo vea oscuridad por las cuatro esquinas.
Levántese cada día con la mejor de sus sonrisas. El alegato de que no tienes un centavo para estar alegre no justifica su malhumor. El buen ánimo lo debes mantener a un grado de 100%.
Si estás con su esposa e hijos en el hogar, abrace a la doña y dígale que la sigue amando tanto como el primer día en que la veía como la mejor entre todas las flores vivientes y que día a día ella endulza su existencia.
Igualmente vaya donde sus hijos, tanto varones y hembras si los tuviere, y de manera individual les da un abrazo y recuérdeles que son su orgullo, su continuación en la vida.
De cuando en vez haga actividades conjuntas a nivel familiar. Apaguen todos los celulares para que no se distraigan en chateo y puedan
compartir sin interrupción.
Si se encuentra con el vecino al salir del hogar, hágale un gesto de saludo acompañado con la hermosa sonrisa que posees. Esto también lo pueden hacer la madre y los hijos.
Al llegar a su trabajo muéstrese como el más feliz de todos los hombres de la tierra o la más feliz de todas las mujeres.
No permitas nada que contraríe su ánimo positivo, su felicidad.
Alejandro Jiménez Burgos, publicista y fotógrafo por necesidad, es un prototipo de la dulzura. Sin ambages, lo dice a viva voz ante sus compañeros de labores: “A mí la gente me quiere, lo único malo es que no tengo dinero. Para mí lo importante es que la gente me quiera. Me siento bien cuando voy por mi barrio y todos me saludan con mucho amor”.
Jiménez Burgos usualmente tiene una sonrisa a flor de labios, luce sin preocupación y no pasa por alto que el amor puede viajar miles de millas hasta la persona amada.
En fin, un gesto de amor vale más que mil palabras. La verdadera felicidad no tiene precio y si lo tuviere caería en otro rango. Contagie a su familia y a los demás con su sincera sonrisa.
Por CÁNDIDA FIGUEREO -Periodista. Reside en Santo Domingo