LOS PACTOS‏


“Los pactos políticos entre fracciones adversas
son siempre de mala fe, aunque sean convenientes.”

J. W. Cooke:  

Me entretuve mucho más de lo habitual con el “feedback” por mi artículo de la semana pasada sobre la polarización, recibí hasta flores y una solicitud que no pienso ignorar, escribir para la revista “Too much” un artículo sobre los pactos, la polarización y la oposición. No he logrado todavía que el comité editorial de “Too much” me crea que no está en mis planes escribir una novela, por lo que eso de la oposición debería esperar otra oportunidad, pues como lo recordamos con frecuencia, la Ciencia Política es fáctica, es decir busca la verdad de los hechos y los porfiados hechos dicen que no hay oposición o en el mejor de los casos la tarea urgente es determinar a qué se opone la oposición. Y por favor… que nadie diga que se opone a la corrupción.

Algo de todo esto quiero compartir con ustedes. Lo primero es destacar que los pactos, como hemos escrito antes, son deseables en los procesos de democratización y se realizan entre partidos que por lo general tienen ideologías y propuestas afines para gobernar un país. Buenos momentos para pactar son al conocerse los resultados electorales y lograr mayorías parlamentarias que permitan que los acuerdo programáticos puedan ser realidad. Cuando esas mayorías existen, los pactos, si se hacen, necesitan de mayores explicaciones de parte de los líderes políticos que deben evitar que “lo que no se ve” empiece a ser motivo de investigaciones judiciales, legislativas o denuncias de quienes no participan del acuerdo.

Creo que en eso está la novedad y la semana pasada escribí: “Por eso los pactos son perversos, porque hacen el mal, porque no nos acercan a formas de competencia y convivencia democrática, porque más bien quieren eliminar la competencia sumando ‘aliados’ de acuerdo con los tarifarios conocidos. Los pactos están mostrando una perversidad tan notable que incluso se están encargando de destruir a quienes los firmaron.”

Me ha resultado curioso que toda la atención recaiga en dos pactos y los pactos no son dos: ¡¡Aleluya, son tres!!

El primero (en orden cronológico) es el de “Los 35” que resultó tan malo (perverso) que hasta el Tribunal Superior Electoral le voló uno de sus artículos. No haré mayores comentarios puesto que la alegría por la materialización de esta genialidad se puede verificar en la tele, en los periódicos y hasta en las carreteras donde se piden primarias, encuestas, democracia, para evitar que la fractura termine en amputación. Un acuerdo intra partidario propio del partido que lo hizo.

El segundo es el del “Presupuesto compartido”. De ese se ha hablado mucho, especialmente los que se quedaron esperando la posibilidad de estar entre los firmantes de un “pactito” para apoyos con el maltratado presidente del primer partido fundado por Bosch (“A menudo los hijos se nos parecen¨). Es cierto que la teoría parece no tener capacidad para explicar y quedará para los investigadores determinar que fue primero: si el pago o el acuerdo, aunque en este caso tener la respuesta al acertijo es irrelevante.

Es que son así (no son suizos).

Electoralmente será el “Pacto lila” conformado por el PLD, PRD, restos del PRSC y otros partidos de centro, de derecha y de izquierda.

El tercer pacto es el que se lleva todos los laureles, puesto que es tan parecido al segundo en su ¨lógica¨ que está formado por el PRD (v.2.0), restos del PRSC y otros partidos de centro, de derecha y de izquierda.

Ideológicamente se ven más potentes los de la Plataforma Reformista que han sido muy claros acerca de la necesidad de la defensa de “el proceso iniciado el 1º de julio de 1966 (que) instituyó el régimen de alternabilidad democrática que hoy disponemos” y que dice participar del pacto para hacer vida nuevamente los olvidados estilos de manejo del Estado del padre de la democracia. Será una nueva “Alianza Rosada”, que algunos quisieran algo más oscura, pero rosada al fin.

Al final se debe concluir que “lo que no se ve” es mucho menos que lo que no se quiere ver y que la distancia estratégica entre el “Pacto Lila” y la nueva “Alianza Rosada” es que los primeros tratan de impedir que les quiten lo que no se merecen y los segundos tratan de repartirse lo que no tienen.

Con este menú, el de los “pactos polarizantes”, el cambio es imposible. La idea de la polarización es el mejor argumento ‘conservador’ para impedir una mejor democracia puesto que resulta una realidad inocultable que en los pactos nombrados encontrará sólo seguidores de Balaguer y a ex seguidores de Bosch. ¿Dónde está lo nuevo?

Si se insiste en lo mismo y con los mismos, las pruebas saltan a la cara para entender por qué la democracia ha sido tan esquiva, mirando para el lado para no ver que el proceso de democratización está completamente suspendido en el marco de una notable ruptura institucional. ¿Les parece como tema para la próxima?

POR GUILLERMO CIFUENTES
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