Calles y Barrios de Terror
El apacible país donde las puertas de las casas pueblerinas se mantenían abiertas de par en par de día y de noche, quedó en el pasado. Hoy los dominicanos/as viven totalmente encerrados en sus apartamentos o casas, y en sus vehículos se mueven con todas las puertas aseguradas y los cristales tintados.
Ya no se da “bola” a nadie, por el temor a que ese que le esté pidiendo el favor de transportarlo gratuitamente en cualquier carretera o camino rural, sea un potencial agresor. La socialización en el vecindario es escasa, incluso en la zona rural, donde los niveles de delincuencia también van en aumento.
Atrás van quedando los entretenimientos nocturnos por temor a ser víctima de los cacos durante el retorno. Los juegos barriales de domino ya son escasos y/o han recortado el horario en los barrios y campos. Las prácticas deportivas nocturnas se han extinguido y las iglesias han suspendido o aminorado los cultos y misas nocturnas, debido a la inseguridad.
En los barrios los pequeños comercios han tenido que instalar una red de hierro en el mostrador y recortar el horario de expendio, o contratar un servicio de seguridad privada.
La inseguridad ciudadana no se trata de percepción, como algunos apologistas del gobierno aducen, sino que las estadísticas de robos, asaltos, lesiones y muertes violentas de ciudadanos van en aumento en todo el país.
Y nuevas variantes del delito se vienen presentando, como sicariato, secuestros, bandas de macro-narcotráfico, la utilización de menores de edad en asaltos y asesinatos, la participación de miembros o ex miembros de las Fuerzas Armadas en estos delitos, entre otros.
¿Y cuáles son las causas de esta violencia? El modelo capitalista neoliberal que promueve el consumismo ha funcionado perfectamente para un segmento limitado de la alta y mediana burguesía. Pero las grandes mayorías del pueblo dominicano sucumben en la pobreza, excluidas del acceso a poder satisfacer sus necesidades básicas, y de disfrutar del milagro del sueño del “progreso”.
En los últimos cincuenta años, la República Dominicana ha logrado un milagroso crecimiento macroeconómico, pero el mismo no ha tenido impacto social, ya que las mayorías nacionales son las grandes excluidas de este medio siglo de bonanzas.
El modelo consumista fija en el imaginario social, a través del marketing y la publicidad, unas expectativas de adquisición de bienes, lujo y confort. Para encarar esas necesidades –generalmente ficticias-, creadas por los nuevos “dioses del sistema” -el marketing y la publicidad- los jóvenes “jodidos” no tienen recursos.
Los barrios en las ciudades están llenos de jóvenes que no estudian ni trabajan, pero necesitan ser parte de esa lógica de consumo, pautada por el modelo económico, por lo que muchos se ven compelidos a asaltar, robar, matar o a la venta de drogas en los barrios.
Los “delincuentes” en general son elementos excluidos, marginados sociales, a los que la sociedad solo le ha dado un cuchillo, un machete, una pistola o un revólver para que “resuelva su vida” como puedan, y sean parte del frenesí consumista del modelo asimétrico vigente.
Mientras los ingresos y las riquezas nacionales no estén mejor distribuidos, las ideas de progreso y bienestar para los excluidos serán meras ficción, por lo que seguiremos teniendo calles y barrios donde impera el terror.
Por Rubén Moreta
El autor es Profesor UASD.