EDITORIAL: Sequía y Monte Grande‏


La principal razón que motiva a los pobladores de la región Enriquillo a reclamar la construcción de la presa de Monte Grande es económica, por el convencimiento de que el aprovechamiento de las aguas almacenadas podría desarrollar la agricultura, mejorando los sistemas de riego, más garantía de suministro y más tierras dedicadas a cultivos.

Pero la realidad es que hay más razones que evidencian la necesidad de la presa. Se acaba de demostrar ahora, cuando las escorrentías de los afluentes principales del Yaque del Sur, y el mismo Yaque, han disminuido dramáticamente. La presa de Sabana Yegua, que es la garantía de agua para la plena de Azua y las provincias Barahona, Independencia y Bahoruco, se encuentra en su punto más bajo. Está al tocar fondo. Nunca había llegado a un nivel así. Ya los agricultores y los usuarios de agua potable en esos pueblos lo están sufriendo.

Los conucos y fincas secos y el agua del Acueducto del Suroeste (Asuro) es racionada.

Muchas personas, incluso de esa misma región, ignoran que la toma de ese acueducto regional es directa sobre el río Yaque del Sur, a la altura de Arroyo Grande, del municipio de Vicente Noble, y desde ahí el agua se envía a los tanques principales que están en la cercanía. El agua recorre decenas de kilómetros y hoy no da.

Con las aguas que se dedican al riego en Azua, hace tiempo que las que se despachan para el valle de Neiba y el municipio de Barahona son escasas. Ahí abajo, el Consorcio Azucarero Central (viejo ingenio Barahona), monopoliza la mayor parte. Y el resto de los productores ven languidecer sus cultivos.
Ahora la sequía afecta hasta las tomas del acueducto.

La cuenca Enriquillo se torna cada vez más vulnerable, por múltiples motivos.
La presa de Monte Grande es necesaria no sólo como un “sueño”, sino para almacenar agua para tiempos cada vez más calamitosos, bajo el influjo del cambio climático.

El presidente Danilo Medina debe reconsiderar el proyecto Monte Grande, ahora lanzado al olvido.

La principal razón que motiva a los pobladores de la región Enriquillo a reclamar la construcción de la presa de Monte Grande es económica, por el convencimiento de que el aprovechamiento de las aguas almacenadas podría desarrollar la agricultura, mejorando los sistemas de riego, más garantía de suministro y más tierras dedicadas a cultivos.

Pero la realidad es que hay más razones que evidencian la necesidad de la presa. Se acaba de demostrar ahora, cuando las escorrentías de los afluentes principales del Yaque del Sur, y el mismo Yaque, han disminuido dramáticamente. La presa de Sabana Yegua, que es la garantía de agua para la plena de Azua y las provincias Barahona, Independencia y Bahoruco, se encuentra en su punto más bajo. Está al tocar fondo. Nunca había llegado a un nivel así. Ya los agricultores y los usuarios de agua potable en esos pueblos lo están sufriendo.

Los conucos y fincas secos y el agua del Acueducto del Suroeste (Asuro) es racionada.

Muchas personas, incluso de esa misma región, ignoran que la toma de ese acueducto regional es directa sobre el río Yaque del Sur, a la altura de Arroyo Grande, del municipio de Vicente Noble, y desde ahí el agua se envía a los tanques principales que están en la cercanía. El agua recorre decenas de kilómetros y hoy no da.

Con las aguas que se dedican al riego en Azua, hace tiempo que las que se despachan para el valle de Neiba y el municipio de Barahona son escasas. Ahí abajo, el Consorcio Azucarero Central (viejo ingenio Barahona), monopoliza la mayor parte. Y el resto de los productores ven languidecer sus cultivos.
Ahora la sequía afecta hasta las tomas del acueducto.

La cuenca Enriquillo se torna cada vez más vulnerable, por múltiples motivos.
La presa de Monte Grande es necesaria no sólo como un “sueño”, sino para almacenar agua para tiempos cada vez más calamitosos, bajo el influjo del cambio climático.

El presidente Danilo Medina debe reconsiderar el proyecto Monte Grande, ahora lanzado al olvido.

EDITORIAL ELC ARIBE, 18 ABRIL, 2015
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