Mons. Ramón Benito De La Rosa Y Carpio
Muchas veces el hombre que amontona bienes por la corrupción, se cree feliz, y los demás lo creen feliz; también se cree que aquél que acumula placeres por la corrupción, también está bien y que es feliz como el que acumula poder mediante los medios de la corrupción.
Sin embargo, hay que recordar que todo corrupto al igual que una fruta que se pudre, hace daño; primero se hace daño a sí mismo; ahora, su cuerpo y su alma están dañados; hace daño a la sociedad, porque, por ejemplo, el que toma el dinero de los demás está haciendo daño a la sociedad de ahora y afecta a los demás; el que busca placeres, daña a los demás, porque afecta a otras personas y daña a su descendencia.
Hay un daño presente, hay un daño que se prolonga a lo largo del tiempo, es personal, familiar y social; los daños del corrupto afectan a tantas personas.
Es mejor evitar la corrupción y sus daños, porque esos daños hay que repararlos, más tarde o más temprano.
Hasta mañana, si Dios, Usted y yo lo queremos.
Por Mons. Ramón Benito De La Rosa Y Carpio