Escenarios favoritos de violencia escolar: el recreo y frente al maestro‏


El niño de Teresa Rosario –nombre ficticio- tenía tres años cuando un incidente en la escuela la llevó a decidir que ese centro educativo no era para su hijo. “Él me contó de una forma inocente: ‘mami, mis amiguitos del otro curso me quitaron la ropa y me hicieron subir y bajar las escaleras’”, cuenta Rosario. “Lo desnudaron”, remata de forma explícita.

Rosario no tardó en ir al colegio, ubicado en el sector 27 de Febrero del Distrito Nacional, y pedir explicaciones. Pero la respuesta que recibió no fue muy satisfactoria. Desde allí no se enteraron del incidente hasta que la madre fue y, posteriormente, tampoco dieron con culpables.

“No sabían si los compañeros que lo desnudaron eran o no de la edad de mi niño. Lo cierto es que cada uno le echaba la culpa al otro y nadie se hacía responsable”. Rosario concluyó que el incidente tuvo un origen: el sobrepeso de su hijo generó las burlas y la exhibición.

El país no cuenta con muchas investigaciones que reflejen cómo se vive la violencia en las escuelas y colegios dominicanos. El “Estudio de prevalencia, tipología y causas de la violencia en los centros educativos de básica y media en República Dominicana”, publicado a finales del 2014, representa un precedente en esta materia y ha arrojado datos interesantes, como que cerca de la mitad de los casos de acoso escolar en el país –un 41%- se da en clase, con el maestro presente y en más de la mitad de los casos -52%- se da en el área de recreo, como ocurrió con el niño de Rosario.

“Ellos no se dieron cuenta de la acción. ¿Dónde estaban? No sé”, lamenta la madre. Eso y que tampoco hubo acciones disciplinarias contra los demás muchachos que se burlaron. Y esta respuesta corresponde con las revelaciones del estudio cuando indica que en los casos de violencia entre estudiantes, “la respuesta más común fue que no se hizo nada para solucionar el conflicto”.

Teresa Rosario decidió inscribir a su hijo en otro centro. A su juicio, la falta fue trascendente y no tuvo mayores consecuencias que regaños. “Me incomodé. Me pidieron disculpas y dije que eso con disculpa no se soluciona, porque hoy lo desnudaron, pero mañana le hacen otra cosa a mi hijo y ustedes –el centro- no se dan cuenta”, concluye la madre.

La psicóloga Clarissa Guerrero explica que la violencia escolar puede manifestarse desde actos de intimidación, hasta bromas constantes, insultos, denigración, aislamiento, rechazo por alguna condición del compañero, agresión física, entre otros. “Es importante destacar que para que se entienda la violencia como bullying o acoso escolar debe ocurrir durante un tiempo determinado y de manera constante por una persona o un grupo hacia otra persona o grupo determinado”, destaca la especialista en terapia infanto-juvenil. En el país, la prevalencia del acoso en los centros educativos es de un 34%, y un 30% de los estudiantes reconoce haber acosado a sus compañeros.

“Los lugares donde más ocurre el acoso escolar deja en evidencia una posible falta de supervisión de parte del personal escolar, o peor aún, una tolerancia a la violencia o negligencia ante su rol como protectores de los estudiantes”, agrega la investigación realizada por el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa -IDEICE- en colaboración con la Universidad Iberoamericana -Unibe-.

Asimismo destaca que el bullying se manifiesta en esparcir rumores o mentiras -29%-, recibir amenazas o ser forzado a hacer cosas -25%-, insultos o gestos sexuales y daños a pertenencias o robos y golpes, empujones o encierros -21% en los tres últimos casos-.

Para la muestra de este estudio se tomaron 53 distritos educativos -50%- para una selección de 195 escuelas, donde se entrevistaron a maestros, directores, 1,590 estudiantes de básica y 801 de media.

Otro dato que sale a la luz es que, precisamente, los maestros no perciben la violencia con la magnitud con la que lo hacen los estudiantes. “En el estudio, cuando los investigadores le preguntaban si hay violencia los maestros respondían que no, pero cuando se les hacía la misma pregunta a los estudiantes decían que sí hay violencia”, cuenta Julio Leonardo -Leo- Valeirón, director ejecutivo del IDEICE.

Valeirón concluye que el joven es más objeto de violencia que el maestro o el director y, además, el director o el maestro posiblemente entienda que lo que es violencia no se da en su escuela, “es parte del juego”.

La violencia aparentemente se normaliza y algo tiene que ver con estratos sociales, de acuerdo con Valeirón, quien cuenta una anécdota para entender este aspecto. “Recuerdo que una vez llegué a una escuela del interior y la correa del maestro estaba colocada en un clavito del pizarrón. Cuando le pregunté por qué, me respondió ‘esos muchachos no son fáciles’”. El profesor agregó que usaba esa correa como advertencia y que su mensaje era corroborado por los mismos padres, quienes le sugerían al docente “ponerse duro, porque si no lo hacía no los iba a controlar”.

“Eso te dice que eso es parte de la cultura. La cotidianidad de la vida de esa gente no es igual a la cotidianidad de otros sectores sociales o entorno cultural y no estoy justificando esa práctica. Para mí es una advertencia violenta, pero el maestro es parte de esa cultura”, aclaró el director del IDEICE.

La investigación confirma que el origen de la violencia arropa otros escenarios.

“El problema de la violencia escolar no es propio de la escuela, sino que esta es un reflejo de la sociedad. La violencia que se experimenta en la escuela refleja que vivimos en un mundo violento, fomentado inclusive por los medios de comunicación. Se debe trabajar el tema desde la escuela, pero para atacar las causas hay que salir de ella”, sugiere la directora de Orientación y Psicología del Ministerio de Educación, Minerva Pérez.

Guerrero coincide con este planteamiento y define como “alarmante” la violencia en las calles dominicanas. “Cuando un niño va en el carro y observa que su padre se cuela en lugar de hacer la fila o que le dice una palabra inadecuada al chofer del carro de al lado porque ha hecho una imprudencia, el niño aprende que de esta manera se resuelve el conflicto”.

El acoso sexual es menos común y más peligroso

Existe una prevalencia del acoso sexual -14%- entre los estudiantes, un dato evidentemente inferior si se compara con los niveles de acoso y la violencia escolar en general. Sin embargo, es clínicamente importante destacar que cuando la agresión tiene un carácter sexual, las implicaciones psicopatológicas se evidencian a largo plazo.

La investigación sugiere que los centros educativos son escenarios ideales para formar a los alumnos sobre conductas que puedan mitigar la violencia de género que impera en el país y que se refleja también entre los más jóvenes de la sociedad dominicana. /EL CARIBE-/

POR NATALÍ FAXAS
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