El día que Al Capone tiñó de sangre San Valentín‏


El cine y la literatura han tendido en ocasiones a perpetuar la cara más romántica de Al Capone. Pero lo que ocurrió el 14 de febrero de 1929 no fue una película, sino la matanza más atroz que cometió el famoso gánster de Chicago a lo largo de su carrera: el asesinato a sangre fría de siete miembros de una banda rival, con el objetivo de poner punto y final a las venganzas que se habían iniciado cinco años atrás.


La “matanza de San Valentín”, como pasó a la historia aquel suceso, acabó con la imagen más carismática que el mafioso tenía en la sociedad de la época y puso de manifiesto su cara más despiadada. Así recogían los diarios el suceso en su edición del día siguiente: “Un grupo de bandidos disfrazados de policías irrumpió esta mañana en la casa donde tenía establecido su cuartel general una partida rival. Los asaltantes encontraron en una habitación a ocho individuos de aquella, obligándoles a pasar a otro aposento contiguo. Una vez allí, les hicieron alinearse contra la pared y que alzasen las manos, tras lo cual les acribillaron a tiros con una ametralladora”.

Después del derramamiento de sangre, Al Capone se impuso como el principal distribuidor de alcohol en los años de la Ley Seca. Pero todo había comenzado cinco años antes, cuando el mentor de Capone, el mítico John Torrio, acribilló al líder de la banda con la que se disputaba el contrabando de alcohol, Dion OŽBanion, después de que este le vendiera una cervecería en la que sabía que iba a haber una redada policial.

Los hombres de OŽBanion, un tal Hymie Weiss y el citado Bug Moran, no tardaron el ocupar el lugar dejado por su jefe e iniciar una serie de atentados contra Capone en señal de venganza. Entonces Torrio decidió alejarse unos meses de Chicago y dejar los negocios del alcohol y la prostitución a su chico, Capone, que intentó negociar con Weiss, de 28 años. Éste se negó, firmando, sin saberlo, su sentencia de muerte. Sólo quedaba Moran.

“Machine gun”

Cuando Moran y los suyos vieron acercarse a una patrulla de Policía, sintieron que algo no iba como debía. Habían pagado su cuota a las autoridades y, por lo tanto, debían dejarles trabajar en paz. Aun así, no huyeron, a excepción de Moran, que vio como llegaba la patrulla y decidió no ir al encuentro de sus compañeros. Entonces, los hombres de Capone, incluido el temido McGurn, conocido como “Machine gun”, pasaron a los hombres de Moran a otra habitación y los pusieron contra la pared. Estos obedecieron pensando que eran policías de verdad y que el malentendido se solucionaría enseguida. Lo siguiente que se oyó fue el ruido ensordecedor de las ametralladoras.

“Más tarde, al penetrar la Policía en aquella casa, encontró los ocho cadáveres –contaba la prensa sobre la víctimas, que en realidad eran siete–, todos los cuales presentaban heridas, casi todas mortales de necesidad. El que menos tenía diez balazos”.

Una semana después los diarios contaban que se había detenido a los responsables de la matanza. Pero Capone, el instigador, alegó ante las autoridades que él se encontraba en Miami, mientras que “Machine gun” se defendió diciendo que había pasado el día con su novia.

A pesar de que el crimen inundó las páginas de los periódicos y de que Capone nunca fue declarado culpable por ello, lo cierto es que su carrera al margen de la ley comenzó a ir en picado y, poco después, fue detenido por evasión de impuestos. Moriría en 1947, arruinado, físicamente muy débil y psicológicamente destrozado.

Fuente: http://www.abc.es/20110214/archivo/abci-matanza-valentin-capone-201102141125.html

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