Insidia haitiana para molestar al país
Los haitianos no pierden una oportunidad para retorcerle el cuchillo de la mala fe a los dominicanos a donde más nos duele, y a cada momento hacen galas de su rencor, para recordarnos que ellos nos tienen aprisionados en las redes de sus intereses, que son defendidos y protegidos por sus naciones amigas como Estados Unidos, Canadá y Francia, lo cual los envalentona para mantener al país a la defensiva.
Ya cuando se creía superado el impase creado por las prohibiciones impuestas a las ventas de pollos y huevos, así como de productos plásticos, de nuevo lo sacan a relucir diciendo que ellos mantienen tal prohibición, pese que en la actualidad la comercialización se realiza sin trabas, pero una agrupación de personas del Estado haitiano fallido les encanta amenazar a los dominicanos para que se mantengan en esa defensiva que caracteriza a las autoridades locales cuando tienen que lidiar con los haitianos.
Los haitianos, conociendo que desde hace varias décadas, después que mataron a Trujillo, sus herederos dominicanos se metieron la lengua donde la espalda pierde su nombre, y desde entonces, apoyándose en la necesidad local de la mano de obra haitiana para el desarrollo, han mantenido una política de estar dando pellizcos de toda naturaleza para mantener asustada a la nación, que a la vez se ve presionada por esos amigos de los haitianos, que buscan de toda maneras que perdamos la frontera y que la isla sea un arroz con mango isleño conducente a un holocausto impensable.
Durante las administraciones del PLD, el país ha mantenido una política migratoria claudicante y cedente de la soberanía, de manera que la frontera ya es algo inexistente y abierta al trasiego humano en la medida que la demanda de mano de obra barata para la agricultura y construcciones la requiere en mayor cantidad.
Ha ocurrido un ligero entendimiento entre las autoridades isleñas
. El hecho de que se hayan sentado a conversar acerca de los problemas comunes es un acto de buena fe de los dominicanos, pero no así de los haitianos, que por más inclinaciones de cabeza y deseos de buena amistad, al salir de esos encuentros o días después, lanzan tremendo torpedo para enturbiar las ambivalentes relaciones, y más ahora que sobre el país pende, al igual que una espada de Damocles, la sentencia de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) pretendiendo que el país renuncie a su soberanía y viole la Constitución para subordinarlo a las pretensiones de que abran aún más las puertas de un ingreso que ya de por sí es claudicante para la nacionalidad.
Los haitianos se dan cuenta que los principales integrantes del gobierno desarrollan un accionar en que muy poco le interesaban las relaciones isleñas. Ellos aprovecharon ese descuido e ignorancia para hacerle frente a sus maniobras de presentarnos como los bandidos de la película, racistas y anti haitianos, y cuya estrategia supera con creces la escasa inteligencia que existía en la Cancillería, cuyos funcionarios más señeros estuvieron más empeñados en llenar de botellas al Ministerio, superando con creces el más mínimo sentido de la prudencia diplomática.
Esto ha sido bien aprovechado por los haitianos con un personal más ducho y bien preparado que el criollo improvisado a la carrera, ya que los gobiernos peledeístas anteriores estuvieron más empeñados en enriquecerse en su paso por todos los ministerios y nombramientos de personas que nunca fueron a los países donde fueron nombrados y tenían que darle parte del sueldo a los patrocinadores del gran fiasco que era la Cancillería, hasta el nombramiento del actual canciller.
El gobierno haitiano, al tiempo que estimula a sus nacionales para que crucen la inexistente frontera hacia oriente y que aquí encontrarán los documentos de identificación que en su país se los niegan, al mismo tiempo en el mundo diplomático, con todo y las frecuentes reuniones que se celebran, saben perturbarlas y distorsionarlas de tal manera que los esfuerzos sinceros que hacen gala los dominicanos por estar siempre a la defensiva, se topen con las intrigas occidentales típicas de sociedades torcidas y formadas al conjuro de un origen desdichado de la esclavitud.
POR FABIO HERRERA MINIÑO
. El hecho de que se hayan sentado a conversar acerca de los problemas comunes es un acto de buena fe de los dominicanos, pero no así de los haitianos, que por más inclinaciones de cabeza y deseos de buena amistad, al salir de esos encuentros o días después, lanzan tremendo torpedo para enturbiar las ambivalentes relaciones, y más ahora que sobre el país pende, al igual que una espada de Damocles, la sentencia de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) pretendiendo que el país renuncie a su soberanía y viole la Constitución para subordinarlo a las pretensiones de que abran aún más las puertas de un ingreso que ya de por sí es claudicante para la nacionalidad.
Los haitianos se dan cuenta que los principales integrantes del gobierno desarrollan un accionar en que muy poco le interesaban las relaciones isleñas. Ellos aprovecharon ese descuido e ignorancia para hacerle frente a sus maniobras de presentarnos como los bandidos de la película, racistas y anti haitianos, y cuya estrategia supera con creces la escasa inteligencia que existía en la Cancillería, cuyos funcionarios más señeros estuvieron más empeñados en llenar de botellas al Ministerio, superando con creces el más mínimo sentido de la prudencia diplomática.
Esto ha sido bien aprovechado por los haitianos con un personal más ducho y bien preparado que el criollo improvisado a la carrera, ya que los gobiernos peledeístas anteriores estuvieron más empeñados en enriquecerse en su paso por todos los ministerios y nombramientos de personas que nunca fueron a los países donde fueron nombrados y tenían que darle parte del sueldo a los patrocinadores del gran fiasco que era la Cancillería, hasta el nombramiento del actual canciller.
El gobierno haitiano, al tiempo que estimula a sus nacionales para que crucen la inexistente frontera hacia oriente y que aquí encontrarán los documentos de identificación que en su país se los niegan, al mismo tiempo en el mundo diplomático, con todo y las frecuentes reuniones que se celebran, saben perturbarlas y distorsionarlas de tal manera que los esfuerzos sinceros que hacen gala los dominicanos por estar siempre a la defensiva, se topen con las intrigas occidentales típicas de sociedades torcidas y formadas al conjuro de un origen desdichado de la esclavitud.
POR FABIO HERRERA MINIÑO