“Hay tiempo para el goce del alma y tiempo para las lágrimas”
Ana Rita Tolentino viuda Alfau está segura de que la vida la ha tratado bien y recuerda con amor, incluso, sus momentos más amargos:
Uno es lo que recuerda. Y si lo que recuerda agrada, entonces se puede afirmar que la existencia ha sido feliz, aún y muy a pesar de algunas adversidades que, como mortales, se suceden en la breve levedad del ser que, en definitiva, es el tránsito de la vida.
La hermosa sonrisa de doña Nitín y el brillo de unos ojos que han vivido 96 años nos revelan a una mujer llena de vida y que no se esfuerza para nada en parecer modesta cuando afirma: ¡Yo he sido una mujer feliz!
Ha tenido una vida sin más pretensiones que la que hoy disfruta en la tranquilidad de un sencillo apartamento en la avenida México, de la ciudad de Santo Domingo, adquirido a mediado de los años 80, cuando estaba en la cúspide de la fama por haber democratizado el comer a precio muy bajo un buen pudín, en momentos en que los mazacotes de mal gusto dominaban el mercado.
No ha de sorprender la paz que se percibe en su entorno si se parte de que fue criada y educada por el padre Tomás Núñez, un verdadero santo que hoy descansa en la Parroquia San Dionisio, de la ciudad de Higüey, y que ya de adulta su guía espiritual ha sido Paramahansa Yogananda, gurú hindú que vivió de 1893 a 1952 y conocido propagador del yoga en Occidente, particularmente del método conocido como “Kriya yoga”.
Es quizás por eso que cuando elCaribe le planteó dar a conocer a sus lectores cuáles han sido los 10 momentos que más han definido o marcado su vida, Ana Rita Tolentino viuda Alfau, como se llama doña Nitín, sonríe y dice que: “En la vida hay muchos 10 mejores y peores momentos, porque la vida es eso, una suma de momentos que se celebran, unos para goce del alma, otros para arrancar lágrimas”.
1. La infancia
Nací en Bayaguana y allá viví hasta los 13 años. Fue una infancia muy feliz, de verdad que mi niñez fue buena. Luego me fui a vivir a Higüey, bajo el cuidado de mi padrino el Padre Núñez, y en Higüey viví todo el tiempo hasta que vine a Santo domingo. Tuve el privilegio de ser formada hasta el 8vo curso por la profesora Orfelina Pillier, una gran educadora, una gran dama”.
2. La juventud
Mi juventud fue muy alegre. Compartía mucho con mi familia, con mis amigos y mis amigas de aquél entonces. Claro, siempre bajo el cuidado de mis padres, de mi padrino, pero nunca tuve limitaciones más que la que yo misma me ponía debido a mi formación, pues siempre he sido cristiana, siempre he tenido una comunicación yo diría que muy directa con Dios”.
3. El matrimonio
Conocí a mi primer y único novio, a Nandito (Reinaldo Alfau) a los 17 años y a los 18 me casé con él. Él fue mi único novio y mi único esposo. Esos años fueron los más felices de mi vida, hasta que el murió en 1982. Anduvimos todo el país, vivimos en Samaná, en Sabana de la Mar, él era muy alegre, un hombre que lo recuerdo con todo el amor del mundo. Tuve 11 años sin tener hijos, viviendo una vida muy feliz”.
4. Los hijos
De los grandes momentos que he vivido te puedo decir que son los nacimientos de mis hijos Enrique, Reina y Fefa. Dicen que siempre hay un hijo o una hija que se quiere más, pero yo los adoro igual a todos por igual, ya que me han dado momentos de grandes alegrías, y en el caso de Enrique y Fefa me han dado unos nietos maravillosos que son locos conmigo, y mis nietos me han dado biznietos que adoro”.
5. El comienzo
Me interesé en la repostería desde Higüey. La mamá de Nandito, mi suegra, doña Tatá, me enseñó a hacer dulces y bizcochos, y puse una cafetería en Higüey donde me fue muy bien. En aquel entonces yo era una mujer con cierta influencia en la sociedad, en la política, pero luego decidí trasladarme a la capital, y viviendo en la calle Estrelleta de Ciudad Nueva inicié mi negocio con un préstamo de veinte pesos que me hizo una amiga, y con eso hacía bizcochos y los ponía en la escalera de la casa, y cuando se vendían ponía más, hasta que el negocio se fue dando a conocer. Fue una época muy bonita, y recuerdo que a veces cogía mucho pique porque me levantaba de madrugada a preparar la masa y me encontraba con que los muchachos que trabajaban conmigo y otros que vinieron de Higüey a estudiar a la capital y vivían allá en la casa conmigo, en la noche, escondidos, cogían los huevos y los freían y se los comían; me jugaban muchas bromas para verme pelear con ellos”.
6. El éxito
Miro atrás en el tiempo y soy consciente de que en los años 80 marqué una época en el negocio de la repostería en la capital y en el país. En un momento, cuando el negocio estaba en su mejor momento en la calle Estrelleta, los dueños me dijeron que iban a vender la casa, y ya el negocio no podía quedarse ahí, y por eso nos trasladamos a la avenida México, donde permanecemos todavía. Yo no hacía bizcocho, yo hacía pudín, que es una masa más fina y de mejor sabor, y la gente lo buscaba de todas partes del país y para todas las ocasiones. Pude contar con gente muy buena, algunas de las cuales todavía permanecen conmigo, como es Morales (actualmente director de producción), que sigue como siempre cogiendo piques y hasta enemigo mío se pone, deja de hablarme, pero no le queda otro remedio que volver a hablarme y ser mi amigo, es como mi hijo”.
7. El servicio
“Siempre me ha gustado servir para algo en la vida; mi vida ha sido marcada por servir a la gente en todas las circunstancias, sin importar lo que sea. Igual que mi padrino la gente dice que tengo o que tenía poderes para curar, para bregar con enfermos y sanarlos. Recuerdo cuando mi comadre “Cacao” me llamó llorando porque se le estaba muriendo su muchachito, y dejé todo y me fui a Higüey, y ahí estaba el muchachito, boquiando. Ya el compadre Nonito tenía la cajita hecha, y mírate tú aquí. Esos son de los grandes momentos que una nunca olvida, porque una sabe que la vida sin servicio no es vida, no tiene valor”.
8. Muerte y tristeza
Los momentos de muerte siempre impactan a una. Tengo vivo el recuerdo de cuando murió mi padrino… fue muy triste, pero de las muertes que más me golpearon el alma fue cuando Nandito decidió quitarse la vida, con él se fue parte de mi alegría, de mi ser, pues fue mi único y primer amor, con la persona que hice mi familia. Otro momento muy terrible fue cuando murió mi nieta Denisse, la hija de Josefina (Fefa), algo inesperado, pues se nos murió así, así, de repente, tan llena de vida ella”.
9. Los viajes
Me puedo dar el lujo de decir que gracias a mi trabajo he podido conocer mi país y buena parte del mundo, pero los viajes que más he disfrutado han sido cuando estuve en la tumba de Paramahansa Yogananda, en Los Ángeles, y en la de Mahatma Gandhi… He disfrutado los viajes a Europa con mis nietas, y también cuando voy a Higüey, a la Iglesia vieja (Iglesia San Dionisio), a la tumba de mi padrino”.
10. La paz
Puedo decir que vivo en paz, mi vida es de paz, tengo 96 años que los he vivido de manera muy intensa, muy feliz. Ya no estoy al frente de la repostería, eso está a cargo de mi hijo Enrique, y hoy día miro la vida de forma contemplativa, rodeada de mis hijos, de mis nietos, de mis amigos, de mi gente que me quiere y siempre me da vuelta, atenta siempre a mí, y... ¿qué más motivo para ser feliz que ese? Hoy solo espero que Dios me llame, pero cuando hablo con él le digo que no se le ocurra llamarme por ahora, que yo me siento bien aquí en la tierra, jajajaja”.
“Hay que tomar las decisiones de vida”
Cuando en 1938 doña Nitín se casó con don Nandito estaba convencida de que a sus 18 años había tomado la mejor decisión de su vida. Los 11 años siguientes parecieron darle la razón, pues fueron años en que supo disfrutar de esos grandes momentos que una pareja joven vive, como son recorrer el país de punta a punta, vivir en varios lugares, gozar del reconocimiento social y emprender negocios propios. Ya de nuevo en la ciudad de Higüey, doña Nitín y don Nandito eran ejemplo típico de la gente de pueblo que vive bien: él era dueño de una de las principales ferreterías y de un almacén de madera; y ella, echaba para adelante una modesta cafetería ubicada detrás de la Iglesia San Dionisio, mientras hacía bizcochos por encargo en su casa.
Entonces llegó el momento de dejar atrás el pueblo e irse a vivir a la ciudad capital en busca de nuevos horizontes. Pensando que nadie en Santo Domingo le compraría un bizcocho porque no la conocían, doña Nitín instaló una “Pensión” en los altos de la calle Estrelleta 207, en Ciudad Nueva, hasta que la realidad le dijo que debía buscar otros ingresos. Armada de coraje y obligada por las limitaciones económicas, buscó RD$20.0 prestados y en una vitrinita puso 15 pedazos de bizcochos debajo de la escalera, los que se vendieron de una vez. Ahí nació la Repostería Nitín.
Pudín favorito
“El bizcocho que más me gusta y el que más disfrutaba haciéndolo era el volteado de piña, porque tiene un sabor muy exquisito; siempre me ha gustado”.
Amante del baile
“Me gusta mucho la música y me gustaba mucho bailar, pero me enamoré de Nandito y nos casamos y a él no le gustaba bailar, así que casi no bailé”.
Todavía madruga
“Ya no trabajo, por mi edad, pero siempre he sido una mujer muy madrugadora y todavía me levanto muy temprano. Puedo decir que madrugo todavía”.
Por Rafael Alonso Rijo