Agoniza la agricultura de Baní‏


En la víspera del día de la patrona de los banilejos, Nuestra Señora de Regla, la meritoria raza de agricultores de esa tierra, que de sol a sol le extraen a la tierra su riqueza, abonada por las otrora abundantes aguas del canal Marco A. Cabral que con sus ramales llegaba hasta Las Calderas para mantener bajo riego casi 160 mil tareas de riqueza para la región, se encuentra sumergida en una grave incertidumbre, producto de la merma del agua que se le suministra por la escasez en el río Nizao, pese a que se ha sentido una mejoría con las lluvias de los días pasados que ha mejorado el suministro de agua al canal.

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En los tiempos de escasez de agua, siempre tiene prioridad la que se destina para el consumo humano, con el fin de preservar la vida y se relega la que se destina a otros usos como los de la agricultura y hasta para la generación eléctrica, si la toma del agua para consumo humano está antes de la que se destina a ser turbinada.

A partir de 1988 se colocó el primer eslabón de lo que sería el destino incierto de la agricultura banileja cuando desde el embalse de la presa de Valdesia se derivaron seis metros cúbicos de agua por segundo para un nuevo acueducto hacia la capital y San Cristóbal, a sabiendas de que en caso de escasez, tenía prioridad el uso exclusivo del agua para el consumo humano.

Las autoridades del INDRHI estaban empecinados en cerrarle las puertas al entendimiento, la agricultura de Baní ha languidecido, ya que el agua se le suministraba esporádicamente y no resultaba suficiente en este tiempo de sequía, fruto de los cambios climáticos manteniendo a los terrenos yermos y resecos, pudriéndose los escasos cultivos que recibieron un poco de agua en su etapa de gestación, pero luego la misma fue descontinuada mientras la sed de los capitaleños reclaman más agua por el considerable volumen de pérdidas que se registra en las tuberías del acueducto y que la CAASD no puede reparar por falta de recursos.

Los campos agrícolas tradicionales de Baní, o sea los que están ubicados al suroeste de la ciudad y en donde se produce la mayor cantidad de los diversos rubros agrícolas de consumo cotidiano en los mercados de la capital, es el área para el desarrollo de la ganadería tabulada, y es la que padece los rigores de la poca agua que se le envía por el canal con apreciable mejoría en estos días.

Al no existir un sistema de bombeo, como existe en la planicie al este de Azua, que mantiene una rica producción agrícola en especial de tomates y gandules, ya que la tierra responde con generosidad si recibe el agua necesaria, en Baní no ha existido una estrategia ni privada ni oficial para perforar pozos de hasta 12 pulgadas de diámetro o más que hubiesen contribuido en cada ocasión a olvidarse de la escasez de agua para riego en el canal y hasta para consumo humano.

La cuenca del arroyo Bahía, al oeste de Cañafistol y de Villa Sombrero, es un extenso depósito de agua subterránea que hace un tiempo fue evaluado preliminarmente para suministro, comprobándose que existía un gran potencial para extraer el agua en un volumen suficiente que reforzaría las redes del canal Marco A. Cabral desde el oeste de Baní hasta Las Calderas.

Ya con el nuevo acueducto de Baní en vías de terminación, se agravará la escasez de agua para riego por el desvío del embalse de la presa de Valdesia de un metro cúbico por segundo y las confrontaciones entre los mismos banilejos, que consumirían el agua para uso doméstico y para riego, tendrían de frente un grave dilema, por aquello de las prioridades para determinar qué es más importante para ellos.

La agricultura languidece y los banilejos siempre han sabido aprender de las lecciones de la naturaleza y de los intereses humanos dispares para sobrevivir y mantener el orgullo de la raza, aprovechando un recurso que sabemos es limitado y costoso, por lo que la perforación de los pozos en la cuenca del arroyo Bahía es prioritario para disponer de ese caudal.

Tanto el Gobierno como los regantes deben aunar esfuerzos para llevar a la realidad un proyecto que es de vida o muerte para Baní.
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