Cuando la vida ha tenido un propósito: servir
Dedicado a mi padre y al Dr. Luis Féliz Báez, dos muestras vivientes de que la vida sin servicio no es vida
Hace un poco más de cuatro meses, en la misma fecha en que todo el país celebrara el Día de las Madres, mi padre sufrió un desmayo que le provocó un trauma severo cerebro-craneal poniendo en juego su vida.
Luego de un periplo médico por el hospital de Cabral y la clínica Santo Tomás en Barahona, mi padre, en estado de shock pero estable, fue trasladado hasta la Plaza de la Salud en Santo Domingo. No había ingresado bien a la unidad de emergencias del referido centro médico cuando los efectos del golpe craneal y la distancia recorrida la misma noche desde Cabral a Santo Domingo, le provocó dos convulsiones que si no es por la pronta acción de los galenos, hoy la historia de mi padre fuera otra.
Luego, en horas de la mañana del día 26 de mayo, trasladamos a mi padre a la unidad de Cuidados Intensivos de CEDIMAT, donde le dieron todas las atenciones necesarias para que hoy tengamos “Mago para rato”.
Además de Dios, no puedo contar aquí todas las llamadas telefónicas, muestras de solidaridad, afectos, oraciones y deseos por la recuperación de mi padre durante todos esos días, semanas y estos meses. Si en algún momento de mi vida puse en dudas el poder de las oraciones, ese día 26 de mayo (cuando la médico que atendió a mi padre en la Plaza de la Salud nos dijo “prepárense para lo que sea”) me di cuenta que el deseo del corazón de la gente y las rodillas en el suelo son increíblemente sanadoras cuando todos al unísono le piden a Jehová.
Luego de la inesperada y milagrosa de alta dada a mi papá el viernes 30 de mayo, las visitas a mi casa fueron como “un mar de gente” que entraba y salía desde la mañana hasta altas horas de la noche para solidarizarse con mi padre y con su familia en esos momentos difíciles. Sin dudas, el más difícil que nos ha tocado vivir.
Siempre fue igual durante esos 3 meses y 11 días en que mi padre estuvo mi casa: llamadas constantes para saber de su salud, visitas diarias de personas que se trasladaban desde todos los municipios de Barahona y de manera especial desde Cabral para plasmar con sus ojos el hecho milagroso del que mi padre fue objeto.
El pasado viernes 12 de septiembre, mi padre, ya recuperado en un más de un 90%, se fue para Cabral. Desde que llegó a la casa, el cariño y los afectos expresados por las personas de mi pueblo y otras localidades aledañas, no ha cesado.
El domingo me tocó trasladarme desde Santo Domingo a Cabral para cumplir con el novenario de una gran amigo recientemente fallecido. Allá, desde temprano hasta muy tarde, pude observar cómo mi casa fue otro “mar de gente” de distintas parcelas políticas, religiosas y distintas edades iban a ver a mi padre mostrándole admiración y respeto.
En algunos momentos me quedé observando cada conversación que sostuvo mi padre ese día con los visitantes, así también cómo la gente me abordaba mostrando alegría por su recuperación.
Hoy, tres meses y veintitrés días después de aquel acontecimiento que pudo terminar con la vida a mi padre, y observando la manera en que la gente ha respondido, muy a pesar de que mi padre hoy no tiene qué darle a nadie ni tampoco tiene oportunidad de “nombrar” porque a pesar de ser presidente del partido oficialista en mi pueblo, lo único que ha recibido es maltratos y vejámenes de todo tipo, la gente le tiene un aprecio y una estima muy elevada.
Creo que, sin temor a equivocarme, el desinterés por el dinero y el no querer hacerse rico, el desinteresado servicio para sus compañeros y no para sí mismo, es el elegante traje que mi padre luce ante una sociedad donde todo el mundo usa como vestidura el favoritismo, los privilegios, el tráfico de influencias y nepotismo.
Cuando observo de manera reflexiva y retroactiva la hoja de existencia terrenal de Máximo José Féliz García, puedo decir que su vida ha tenido un único propósito: Mi padre ha vivido para servir.
POR YASSIR FÉLIZ