EL segundo aniversario del gobierno del Presidente Medina‏

 

En las REGLAS DE ORDEN (Revisadas) del General Henry M. Robert, del Ejército de los Estados Unidos, 1915, se observa que >La ley parlamentaria norteamericana está fundada sobre el principio de que los derechos deben ser respetados, los derechos de la mayoría, de la minoría, de los individuos, de los ausentes y los derechos de todos ellos en su conjunto<.

En efecto, si la República Dominicana quiere hacer honor a su texto constitucional, debe asumir las REGLAS DE ORDEN y salir del caos institucional en que se encuentra, donde la autoridad pública de los hombres sustituye la autoridad de la Constitución y de la ley, y donde un individuo se impone a la mayoría y a la institucionalidad.


Ciertamente, en la vida hay que ser bien agradecido. Ocupar una función pública es importante, porque el hombre y la mujer desarrollan su personalidad dentro de las instituciones, pero de ahí a tener una dependencia incondicional por aquel o aquella que nos designó en el puesto, o que facilitó que fuésemos candidatos para que el pueblo nos elija en unas elecciones libre, es otra cosa, pues esto último va en menoscabo del honor de la República.

La Patria de Duarte parece un tubo de ensayo por parte de quienes quiebran el principio de legitimidad en la aplicación de las leyes en importantes componentes del gobierno, salvándose tan sólo el Poder Judicial, siendo el único punto equilibrado del Gobierno Nacional. El principio de legitimidad permite que los poderes fundamentales del Estado, especialmente el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, quienes junto al Poder Judicial, componen el Consejo Nacional de la Magistratura, eligen o designan los Jueces de la Suprema Corte de Justicia, quien a su vez designa el resto de los Jueces del orden jurisdiccional y tiene la potestad disciplinaria sobre los mismos. No son jueces políticos y, por ende, la crisis política de legitimidad que presentan otros estamentos de poder no ha podido afectar su equilibrio institucional.

En cambio, la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral y, junto a estos, el Tribunal Constitucional, tanto a nivel nacional como en el ámbito internacional, lucen muy cuestionados. Esto hace que el sistema capitalista dominicano padezca la actual crisis de legitimidad. Hay que recordar que en las próximas pasadas elecciones presidenciales, el candidato ganador no fue reconocido como tal por el candidato perdedor, quienes alegó fraude, aunque con el paso del tiempo entraron en una luna de miel que aún no termina.

A mi humilde entender la actual crisis institucional tiene su origen en la necesidad del partido gobernante de perpetuarse en el poder como partido único sin tener la base popular suficiente ni mayoritaria, por lo que ha recurrido a subterfugios jurídicos, en complicidad con el aspirante presidencial Miguel Vargas, para destruir el partido blanco. En las elecciones presidenciales próximo pasadas, el partido morado obtuvo ganancia electoral gracias a que los aliados, dígase el partido corolao y demás, le aportaron un catorce por ciento del electoral, pero de partido a partido, el morado sacó menos voto que el partido blanco.

Imponerse no ha sido fácil tampoco, pues el partido blanco, aun siendo derrotado y humillado con decisiones mostrencas del TSA, ha logrado articular una nueva esperanza, el PRM, produciendo por primera vez en la historia un fenómeno electoral que trasciende el inicial apogeo de lo que se llamó Unión Cívica Nacional, con Viriato Fiado, a raíz del término de la dictadura de Rafael Leonel Trujillo Molina, y derrotado por el partido blanco, sólo por aquella consigna que aún no cesa ni termina, de borrón y cuenta nueva.

Al fundar al partido de la estrella de cinco punto de la magia blanca, Bosch nunca perdonó a la alta dirigencia del partido blanco, haber preferido a Antonio Guzmán, quien era, de hecho, con José Francisco Pena Gómez como nuevo ideólogo, el dueño de la militancia blanca, junto de la misma manera que lo son hoy, Hipólito Mejía y Luis Abinader, quien cosecha el sacrificio que hiciera su padre en los años ochenta, cuando abandonó sus sueños de llegar a ser presidente del país para apoyar con su militancia las aspiraciones de José Francisco Peña Gómez. Empero, nadie en su sano juicio pudo haber pensado entonces, que con el paso del tiempo Joaquín Balaguer abriría un bajadero para que la gente que lo seguía pasaran a ser militantes del partido de la estrellas de cinco puntas, antes que dejar un heredero del partido colorao en el poder. Sin embargo, el odio de Bosch contra los altos dirigentes perredeistas, por no haberlo seguido, fue mayúsculos, al grado que pudo haber ganado ampliamente las elecciones del 1990, si hubiera aceptado los trescientos mil votos de José Francisco Peña Gómez y el Bloque Institucional Socialdemócrata, a cambio de darse un abrazo en público con José Francisco Peña Gómez, pero, no obstante, prefirió perder las elecciones, pues Joaquín Balaguer fue, aun en tiempos del exilio cuando Trujillo, su candidato presidencial, y si había formado su nuevo partido con retoños del viejo árbol del trujillismo, sabían que la distancia se borrarían cuando llegaran a ser un par de viejos inútiles. En todo caso, tenían un punto en común, la necesitar de destruir al partido del jacho, por lo cual el PRM es la expresión contraria de esos grandes equívocos patriarcales.

Muchos analistas de prensa, de radio y televisión han reafirmado el concepto de la alta dirigencia del partido blanco, en el sentido de que todo los líderes que han abandonado al partido del jacho encendido, han fracaso, pues los perredeistas siguen siendo perredeistas y votando blanco elección tras elección. En cierto modo, ello es cierto, si veamos que ni el profesor Juan Bosch, no obstante haber sido el fundador junto a Juan I. Jiménez Grullón, el Partido Revolucionario Dominicano en Cuba, no pudo arrastrar consigo las bases perredeistas. Sin embargo, en aquellas ocasiones en que lideres perredeistas como Hatuey De Camps Jiménez, o más anteriormente Jacobo Majluta, por sólo mencionar dos de los más recientes, al igual que en el caso del profesor Juan Bosch, no se dio un fenómeno que ahora se ha producido, el cual fenómeno consiste, primero, en la complicidad del gobierno gobernante con la presidencia del partido blanco, y segundo, que en esta ocasión el universo de los miembros y dirigentes perredeistas han sido expulsados de su propia organización, como si fuesen unos parias, mientras una minoría insignificante, en evidente irrespeto al principio al respeto a las mayorías y al juego de la democracia, han legitimado su accionar gracias a decisiones que ponen en crisis el sistema capitalista dominicano, basado en la ideología de la propiedad privada, la cual ha sido sustituida por el principio de la vivatería de la mediocracia.

Al partido gobernante le importa un bledo semejante crisis de legitimidad, pues tienen calibradas a las fuerzas armadas y la policía nacional es un caos institucional, también bajo la misma manipulación. Somos pues, como Patria histórica, en estos precisos momentos, el tubo de ensayo de algún cientista loco. Si la actual crisis pasa a ser política o de representatividad, después del 2016, el partido gobernante tiene con que, a precio de dolor, lágrimas y sangre, conjurarla. Entonces uno se pregunta si cuatro años de gobierno valen un sacrificio de tal magnitud.

A todo estos dirá el lector, se opone la gran popularidad del Presidente Danilo Medina Sánchez. Cualquier podría creer que entorno al Presidente Danilo Medina hay un abanico de paz donde todo se tranquiliza. Contrario a los conceptos externados por muchos analistas de radio, prensa y televisión, yo soy de la humilde creencia de que tres son los factores que justifican el alto nivel de popularidad de nuestro presidente constitucional. En primer lugar, que el presidente Medina mantiene la aceptación, no sólo de los electores que lo apoyaron masivamente en las urnas, conjunto de ciudadanos que manifiestan abiertamente que podría volver a votar por Danilo Medina por cuatro años más. Pero el resto de los que ven bien su forma de gobernar, que son un treinta y pico por ciento, que corresponden a la oposición, tienen abiertamente otra preferencia electoral. Esto último es la luna de miel con Hipólito Mejía. Por ello, una crisis ciclónica no podría ser tranquilizada por la sola autoridad y por la sola popularidad de Danilo Medina.

En segundo lugar, la gran popularidad con que arriba el presidente Danilo Medina a su segundo año de mandato constitucional, se deben no sólo a su recto obrar como hombre sencillo y humilde, ni sólo a las acostumbradas visitas sorpresas que hace a sectores muy necesitados, tomando decisiones que los favorecen en forma inmediata, sino que ello se debe sobre todo el pacto que posibilitó el triunfó de Danilo Medina sobre Hipólito Mejía, pacto suscrito en el Palacio Nacional con Leonel Fernández a la sazón de Poder Ejecutivo, obligó al presidente Danilo Medina a despojarse de la seguridad presidencial, la cual ha conservado como suya y pagada por el gobierno Leonel Fernández, y el Danilo Medina es un presidente en indefensión, pero esa indefensión ha devenido a ser no sólo el alarde de Fernández de ser el poder detrás del poder, sino en la causa de la gran popularidad del presidente Danilo Medina, que en forma bien disimulada ha cubierto esa deficiencia como una virtud. Igualmente, además de la seguridad presidencial, el nuevo gobernante cedió a Leonel Fernández la Vice Presidencia de la República, de suerte que si algo le pasa, ¿Cuál será el orden sucesoral? Pero también el nuevo gobierno cediómás del cincuenta por ciento de sus Ministerios, cuyos titulares más bien parecen ir nadando aguas arriba respecto de los fines fundamentales de la política social y económica del presidente Danilo Medina. Particularmente, creo que el presidente Medina no tiene meditas sus manos en la crisis del partido blanco, sino sólo como miembro del Comité Político del partido gobernante.

Decía Confucio que el protocolo no puede ni debe ser transgredido por el Príncipe. De suerte que al asumir un pacto mediante el cual se despojaba de la seguridad del Poder Ejecutivo, las visitas sorpresas vienen a ser la manera más sagaz de sobrevivir. Seguir el protocolo implica que la Vice Presidenta debe conocer sus movimientos, y por más que Margarita Cedeño de Fernández reclamó en una ocasión que el protocolo de Palacio debía ser organizado, finalmente la respuesta fue el silencio.

En tercer lugar, la gran popularidad del presidente Danilo Medina se debe mayormente al hecho de haber complacido un reclamo del pueblo dominicano, al incluir en el presupuesto el cuatro por ciento para la educación. Igualmente, el haber resuelto en menos de un año, un problema que era una puntilla en el zapato de la Patria durante casi cien años, cumplir con el principio de autoejecutoriedad de las obligaciones del Estado dominicano con el artículo 2, de la Convención Americana de Derechos Humanos y con la decisiones de la Corte Interamericana, reconociendo la nacionalidad de los dominicanos de origen haitiano, así como la regularización del estatuto migratorios de todos los extranjeros que habitan en nuestro país en forma ilegal, especialmente respecto de los nacionales haitianos.

Como es natural, al arribar a su segundo mandato, mucho querrán que el presidente Danilo Medina opte por la reelección presidencial, para lo cual habría que modificar la Constitución del 2010. Si tal cosa llegara acontecer, solamente saldría favorecido el dichoso de la historia, Leonel Fernández, al igual que sucedió en el 2004, con Hipólito Mejía.

Abraham Méndez Vargas.
Analista independiente.
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