EL ASESINATO DE DANIELA
Una sonrisa nunca muere. Podrán desaparecer los labios que la dibujan, el rostro en que se asienta, la piel que la visibiliza y hasta el ser que la sustenta, pero nunca desaparece.
La sonrisa de Daniela Pérez, joven asesinada el lunes 16 de este mes de junio, por quien la llevó al altar y dijo amarla, se mantendrá indeleble en el corazón, la mente y el pensamiento de todos los que la conocieron y, sobre todo, de sus familiares. Se mantendrá también en la conciencia de su verdugo, martillando cual tic tac de un Reloj que no para de girar.
La sonrisa de Daniela Pérez, joven asesinada el lunes 16 de este mes de junio, por quien la llevó al altar y dijo amarla, se mantendrá indeleble en el corazón, la mente y el pensamiento de todos los que la conocieron y, sobre todo, de sus familiares. Se mantendrá también en la conciencia de su verdugo, martillando cual tic tac de un Reloj que no para de girar.
Pero, por qué intentar apagar la sonrisa de una mujer que, por demás, es mi compañera sentimental y la que yo elegí para compartir mi vida?. No hay razón que lo justifique.
No hay razón que lleve a un hombre a maltratar física, psicológica, emocional, verbal, ni de ninguna forma, a una mujer que ha jurado amar y con la que tantos bellos momentos ha compartido, y ni pensar segarle la vida para siempre.
Siempre he dicho que las razones que podría tener hombre para maltratar a su esposa, son las mismas que deben llevarlo a una separación, ruptura de la unión o divorcio, sin que se originen traumas que dañen las vidas de la pareja, los hijos y de las familias de ambos.
Si no se puede vivir junto como pareja, la separación es la solución ideal. Pero al parecer, los hombres no nos resignamos a perder, aunque lo que se pierda no nos interese para nada.
El machismo que hemos heredado de la Sociedad Patriarcal, no nos permite ver a la mujer como un ser independiente, si no como un objeto que forma parte de nuestra comunidad de bienes, del que podemos disponer a nuestro antojo, a la hora y lugar que nos parezca.
El caso Daniela, para nosotros es el más reciente, pero no es el único en el que una mujer indefensa pierde la vida a mano de su esposo, su novio o su amante, simple y llanamente, porque nos hemos creído ser los dueños y amos de ellas al adquirirlas en matrimonio o no, cual mercancía en un puesto de venta cualquiera.
POR: JOSE CORNIELL