Dos hipótesis sobre el origen del río Birán y su nombre (primera parte)‏



Al igual que la fecha de la  fundación de Barahona, el rio Birán guarda un gran misterio, no existe la certeza sobre el  origen de su nombre actual. El nombre “Birán” de este emblemático rio, cuya otrora agua transparente y limpia inspiró a  poetas a escribir hermosos poemas en prosas y versos, no es investigado  a fondo en ninguno de los libros que analizan la  fundación y evolución de la ciudad.

Matías Ramírez, el costumbrista, cuentista y poeta, nos revela en su obra “La fundación de Barahona”,  que la palabra “Birán”  corresponde a la lengua de los indígenas que habitaron la isla. Pero resulta que la palabra "Birán" no está registrado en el  Diccionario histórico de la Lengua Española, tampoco aparece en las principales obras de estudiosos en la filología  indigenista como Emiliano Tejera o Pedro Henríquez Ureña. ¿De  donde proviene el nombre del rio más representativo de la  ciudad de Barahona?


Voy a plantear dos hipótesis no exagerada, pero históricamente posible del origen del nombre del rio del rio Birán. Conviene  aclarar primero que no voy a realizar deducciones ni establecer  paralelismos improcedentes y fantasiosos.



Primero, es posible que los taínos llamaran a  este rio con el nombre de un cemí   y, segundo, es posible que el nombre  “Birán” le haya sido puesto a este rio por las tropas haitianas encabezada por Toussaint Louverture  cuando ocuparon nuestro  territorio.

El historiador Antonio del Monte y Tejada, revela en su libro  “Historia de Santo Domingo” que en su segundo viaje el  almirante Cristóbal Colón “pasó por delante de la boca del rio Neyba  (Yaque del Sur), avistando un llano amenísimo lleno de  aldeas y caseríos tan contiguas que, por espacio de una legua, parecía solo un pueblo”. Este suceso del almirante Colón es  citado brevemente  por José A. Robert en su libro “Evolución histórica de Barahona” que aprovecha también para revelar, al  final de la página, que un señor llamado Julio Coiscou encontró en esa zona un gran pedernal  que tal vez sirvió de hacha   para algún indígena.

Por otro lado, Hernando Colón, hijo de Cristóbal Colón y narrador de los viajes del Almirante a las Indias, en su libro  “Historia del Almirante” no recoge tal avistamiento de indígenas y aldeas ni ningún otro suceso parecido en esa zona de  Barahona, por lo que científicamente no podemos validar esa revelación de del Monte y Tejada o Robert  como verídico. Pero,  en todo caso, basado en el suceso que nos narran cada uno de estos historiadores en sus libros, el lugar exacto donde el  almirante avistó a los indígenas tainos,  formaba parte del cacicazgo Xaragua o Jaragua, uno de los cinco cacicazgos  existente en aquel  entonces en la isla Española, que fueron diezmado por los españoles o las enfermedades.

Las creencias y ritos religiosos de los tainos fueron recogidos en su mayor parte por fray Ramón Pané, un fraile jerónimo que  arribó a la Española en el segundo viaje de Cristóbal Colon y que, por orden del propio almirante, vivió entre los indígenas  para conocer  sus mitos y creencias y luego anotarlo en un manuscrito.

De las creencias de los tainos apenas se muy conoce poco. Se sabe que fueron diestros ceramistas y talladores, también que  rendían culto a ciertos ídolos llamados cemíes, a quienes representaban  como seres sobrenaturales. José Juan Arrom en su  libro “Mitología y artes prehispánicas de las Antillas” nos revela que de esos dioses solo han quedado algunos nombres  incomprensibles y una que otra vaga referencia de las funciones que desempeñaban.

Para  el historiador  Roberto Cassá, los cemíes tenían la función de ser oráculos del resultado de las cosechas, las guerras,  el futuro, la obtención de riquezas o como espíritus protectores (ver “Los tainos de la Española”).

Entre los cimíes que  adoraban los tainos, conocemos el caso de uno llamado "Opiyelguobirán", un cemí con cuatro pies, como  de perro. Supuestamente este Dios indígena era el portavoz de buenas nuevas y mensajero de las mayores desgracias, guardián  de los vivos y de los muertos. De "Opiyelguobirán", dicen que huyó cuando los cristianos llegaron a la isla y nunca más se  supo de él. En el Museo del Hombre Dominicano se encuentra un cemí, encontrado en Samaná, que cumple con esta descripción.

Si descomponemos el nombre de este cemí, tomando como fuente el libro “Voces de bohío-Vocabulario de la cultura taina” de  Rafael García Bidó, tendremos que Opiy/Opia  significa «espiritu» o «alma de los muertos», mientras que elguo es un sufijo  que significa «hijo de».

La palabra “Birán” es desconocida para los etnólogos o investigadores del lenguaje de los indígenas, aunque existen voces  proponiendo  que es el genérico “ibiran”  que significa  «burlar o  «jugar».

¿Por qué que esta palabra resulta un misterio para los investigadores? Fue el almirante Colon quien llevó el manuscrito  del  fraile Ramón Pané a España que,  al ser traducido por Fray Bartolomé de las Casas, Pedro Mártir entre otros, sufrió múltiples  alteraciones tan serias que se ha mantenido hasta el día de hoy.

Otras de las razones por la que no se han corregido estas confusiones  se deben a la reinterpretación de este vocabulario  cuando se transfirieron al español, por ejemplo, para Fray Bartolomé de las Casas y Pedro Mártir algunas resultaban complejas  y difíciles por su pronunciación y escritura. Además, resulta que los investigadores actuales no pueden corregirlas ya   que  el manuscrito originar de Pané se encuentra  perdido.

POR: DAVID RAMIREZ
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