Guerra fría por Gardel en Tacuarembó‏


EN TACUAREMBÓ, (Uruguay):  En la epidermis platense, existen dos graves heridas que aún supuran pujas históricas de propiedad. Una son las Malvinas, una bronca treintagenaria entre británicos y argentinos cuyas cicatrices es mejor no rascar en tierra de los segundos. La otra no tiene gran fuste bélico ni geográfico. Sí melódico. Argentinos y uruguayos de rizoma nacional dejan de compartir acento, Río de la Plata y mate caliente si es la oriundez de Carlos Gardel la disputa que se sirve con el asado.


“Gardel era francés nacionalizado en Argentina, donde vino a vivir con dos años. Está demostrado. Ya basta de insistir en lo contrario”, dice mientras mete el enésimo casete del artista en la mini-cadena de su salón José Pedro Lamagna, octogenario residente en el corazón del barrio de la Boca (Buenos Aires) y decano en la sapiencia de este folclore. “Dejáte de esas boludeces que andan diciendo por ahí y escuchá”, cierra el debate subiendo Por Una Cabeza [versión maestro] hasta el máximo que le permite la rosca del volumen.

Gardel“Yo no lo puedo saber a ciencia cierta, pero dicen los investigadores de aquí, que él afirmó haber nacido en Tacuarembó (Uruguay), y también se han encontrado documentos que parecen corroborarlo”, contradice a Lamagna un hombre del país vecino llamado Zero Escayola sin demasiado afán por llevar o no llevar la razón. “Si la versión uruguaya es correcta, yo sería el sobrino nieto del mito, y él no sería francés, sino uruguayo”, comenta como por comentar este ex maestro de escuela sentado en el salón de su sencilla vivienda tacuaremboense. “A mi me da igual, en realidad, porque no quiero ni un peso ni un minuto de fama de todo esto, aunque creo que sí puede ser cierto”.

Nada tiene que ver la cosmopolita Buenos Aires ni el europeo Toulouse con este pequeño municipio uruguayo. En esta ciudad campestre de interior uruguayo hay gauchos que montan caballos, hombres que portan grandes sombreros y muchas más vacas que habitantes. También hay un museo a las afueras. Se lo dedica el pueblito al gran mesías del tango bajo la reivindicación de pertenecerles su cuna.

La guerra fría por Gardel no es un tema tranquilo para los seguidores del mito de estos dos países. Un testamento hológrafo del artista sentenció para bonaerenses y franceses que la verdad oficial es que el genio nació un 11 de diciembre de 1890 del vientre de una madre llamada Berta Gardés, en Toulouse (Francia), que su verdadero nombre es Charles Romuald Gardés y que se trasladó a Buenos Aires en 1893, donde se nacionalizó treinta años después e hizo carrera, fama y enciclopedia.

Para el Dr. Carlos Arezo Posada, periodista, Director Cultural de Tacuarembó y autor de la investigación Gardel es Uruguayo, todos esas verdades argentino-francesistas  deberían nombrarse con la palabra ‘supuesto’ por delante. ˝Por no decir directamente que son falsas”, arguye.

Él representa la punta de lanza de los 50 años de investigaciones, o “de lucha”, según su literalidad, que muchos estudiosos internacionales han llevado a cabo para averiguar el verdadero principio del mito, cuyo final se calcinaba en 1935 en un accidente aéreo en Medellín (Colombia).

La madeja en la que se convierten las indagaciones sobre este nacimiento es tan laberíntica que, aunque todo el mundo en el cono sur sabe de la disputa, pocos son los que conocen algo de los detalles.

“Para saber la verdadera historia de Carlos Gardel hay que remontarse al siglo XIX, cuando en Tacuarembó gobernaba un coronel llamado Carlos Escayola”, comienza a narrar Arezo la versión de este lado del Río de la Plata.

«Él era masón, católico, militar, jefe político y con plata”, describe el perfil del que considera el verdadero padre de Carlos Gardel. “Un hombre que, por un lado, era un líder totalitario que tenía amedrentada a la población, pero por otro, fue conocido por su grandísima afición a la música, a la interpretación y las artes. Mientras otros militares hacían cuarteles, él hizo aquí un teatro. Tenía un gen artístico”.

Al parecer el coronel, siempre según la versión uruguayista, además de tener afición por elevar la cultura de esta población rural también la tenía por elevar faldas allá donde pisase. Una costumbre que tendría mucho que ver con la ausencia paterna del tanguero.


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Carlos Felix Escayola Medina“Él estaba enamorado de Juana Sghirla, la esposa de un italiano llamado Juan Bautista Oliva que también vivían aquí. Pero como no pudo conseguir a la madre, se casó con sus tres hijas. Una detrás de otra, porque fueron falleciendo”, explica el investigador.

El sexagenario Escayola bisnieto narra la historia que heredó en casa: “Mi bisabuelo se casó primero con Clara Hipólita Oliva Sghirla, la mayor de las hermanas”, cuenta. “Cuando Clara murió, muy joven, se casó con Blanca, hasta que también murió. Y por último se casó con mi bisabuela, María Leila”.

“A él le gustaban mucho las mujeres, de hecho, a la familia no le dejó nada porque se gastó toda su fortuna en burdeles antes de morir. El la ganó, él la disfrutó”, se le escapa la risa al bisnieto heredero de nada como haciéndose cómplice de la picaresca de su antepasado. “Dejó por ahí decenas de hijos naturales. Pero lo que pasaba en este caso, el de Gardel, según los que han investigado, es que dejó embarazada a María Leila, mi bisabuela, antes de ser su esposo, cuando aún estaba casado con su hermana Blanca”.

“Eso era un escándalo, imagináte, así que llevaron a María Leila a tener a ese niño a una casa amurallada llamada Estancia Santa Blanca, en el Valle Edén, aquí a las afueras”, completa científicamente los detalles de la trama Arizo en su despacho.

Supuestamente, allí dio a luz María Leila y allí mismo se lo quedó en custodia una joven francesa que había llegado a la zona con las hordas de compatriotas que vinieron trabajar en las minas de oro, en esa región de Uruguay que un día fue apodada la California del sur. “No se sabe muy bien cuál era el oficio de Berta aquí. Unos dicen que planchadora, y otro dicen otras cosas”, cuenta Arizo.

 “Le pagaron 3.000 patacones, la moneda de entonces, cuando Tacuarembó se llamaba villa de San Fructuoso, para que se hiciera cargo del bebé”. “Se quedó con él, se hizo su madre, y cuando quedó embarazada de un segundo hijo fue a dar a luz a Francia, a Toulouse. Allí nacería Charles Romuald Gardes, que no es el verdadero Gardel, sino su hermano”. “Luego regresó con los dos a Montevideo y acabó instalándose en Buenos Aires”.

Claudia Andrea lleva 25 años siendo una de las pobladoras de las escasas 60 casas que tiene ahora el Valle Edén (a las afueras de Tacuarembó) y la guía Turística que muestra el museo Carlos Gardel, situado en ese mismo enclave silvestre. Dentro, decenas de copias de documentos, recortes de periódicos e imágenes tratan de probar que Gardel nació en ese lugarcito de campo entre 1883 y 1887. “Nací en Tacuarembó, lo que por sabido es ocioso aclarar”, se lee en un entrecomillado del artista publicado por La Tribuna Popular un uno de octubre de 1933.

El pasaporte quemado en el accidente de avión donde se lee su procedencia, fotos de un niño que aseguran es él en un colegio de Montevideo, sus notas escolares y hasta una cédula oficial en la que está inscrito como uruguayo… Mientras se realiza la visita, suena sus mejores temas en los altavoces: Volver, Milonga Sentimental, El Día Que Me Quieras…

- Una de las más famosas es Mi Buenos Aires Querido. ¿No han incluido esa en el hilo musical?

- No, esa no la hemos puesto, responde Claudia a la ofensa.

Figurín de Gardel en el Museo de Tacuarembó.Ella es capaz de centrifugar la historia aún más de lo que estaba a base de empezar sus frases con “se dice”, “se cuenta”, o “se rumorea”. Sin poner la mano en el fuego por ello, pero sí dándolo por hecho, habla de cuchicheos con más de un siglo de solera como que el coronel Escayola mandó matar a dos hombres por hablar sobre el asunto del hijo extramatrimonial con su cuñada y así comenzó una ley del silencio absoluta y perenne en el pueblo.

Que algún día el militar fue a ver a “Carlitos” a Valle Edén, que Berta trabajaba en un cabaret propiedad del militar llamado la Rosada, y por ir más allá, “aunque eso yo no puedo afirmarlo”,  declara, María Leila, además de su última esposa, la madre de cinco de sus hijos y la supuesta progenitora de Carlos Gardel, fruto de una relación en pecado, “se dice que también era hija del coronel. Porque también fue amante de la madre de las chicas, de la que estaba enamorado”. No escatima detalle aunque hoy sea su día libre.

El bisnieto Escayola, Zero, es un señor alto, de hombros fornidos y ojos claros. Dado el asunto genético por el que le he buscado por Tacuarembó, nada de eso es tan llamativo como su voz profunda. Él se toma el asunto con gracia. Opina que muchos de esos rumores son solo la leyenda que dejó tras de sí el “señor feudal con poder absoluto” que fue su antepasado, de cuyos comportamientos y propiedades ha estado vitaliciamente desvinculado. Pero si tiene que romper una lanza por él, opta por descartar que su bisabuelo también fuese su tatarabuelo, y por lo tanto supuesto padre y abuelo de Carlos Gardel. “Pero yo que voy saber”, deja en el último suspiro todas las puertas abiertas.

Lo que no se le hace tan descabellado es que el cantante del Río de la Plata pudiera ser el sexto hermano de su abuelo César. Insiste en que no es algo que le quite el sueño, le importa lo justo como para matar la curiosidad, pero si se pone a hacer memoria, sí recuerda unos cuantos comportamientos sospechosos de su familia cuando él era un joven que no debía meter las narices en “ciertas cosas”.

“Yo no conozco a ningún familiar que se hubiera estado viendo con Carlos Gardel en vida. Con mi familia él nunca tuvo contacto que yo sepa. Pero sí es cierto, sin embargo, que el tema Gardel era como prohibido en casa. Como una ley del silencio. Se escuchaba a Gardel en la radio pero no se hablada de él nunca nada. Luego viví en la década de los 50 y los 60 en Montevideo con el hermano pequeño de mi abuelo, el último que tuvieron el coronel y María Leila, que se llamaba Carlos.

Se dedicaba al arte” cuenta Zero. “Un día le invitaron al antiguo canal 5 para hablar de teatro y de marionetas, y como ya habían comenzado las investigaciones sobre la posible procedencia uruguaya de Gardel, un locutor preguntó a mi tío abuelo por su posible consanguineidad con él. Recuerdo que se enojó mucho y se retiró del programa. Yo lo vi. A mi se me hizo extraño. También venía a casa uno de los investigadores que estaba detrás del asunto a verle mucho y hablaba horas con él, pero si yo le preguntaba me decía que no eran asuntos de jóvenes y que cuando él se muriera que ya se sabría”.

El maestro retirado se anima a desvelar sospechas que por ahí le fu

Zero Escayola nunca ha visitado la tumba de Gardel ni cree que lo haga. Respecto al enfado que los investigadores como Arizo tienen por las negativas burocráticas a examinar el ADN de los restos de Carlos Gardel -o Charles Romuald Gardés, según se mire-, el no pondría problema a que fuese su sangre la comparada si con eso puede resolver conflictos.

“No hay conflicto. No merece la pena insistir. La única historia verdadera es que nació en Toulouse y vino a Argentina. Lo dijo él mismo que era Charles, y que Carlos Gardel era su nombre artístico. Ahí se acaba el debate”, rebota por tercera vez la pregunta el experto argentino Lamagna, como con la irritación de a quién le quisieran robar algo.

“Yo sé que la verdad ya se sabe. Simplemente tiene que reconocerse y hacer lo posible porque eso quede certificado, ¿Qué miedo tienen los jueces argentinos a exhumar el cuerpo de Gardel para tomar muestras de su ADN?”, desafía Ariza desde la casa de la Cultura de Tacuarembó.

“¿Cuándo cantó Gardel Mi Tacuarembó Querido?”, responde al envite Pedro Lamagna desde el barrio argentino de los tangueros.

Por: Jaled Abdelrahim

eron quedando: El enfado que agarró su abuelo el día que su padre, para hacer una broma a su abuela cuando se puso un sombrero muy elegante, dijo: “Estoy igualito que mi tío”. O cuando unos cuantos amigos de la familia fueron a traerle flores a su abuela el día que ocurrió el accidente aéreo de Medellín. O ese otro que se atrevió a preguntarle a su abuela directamente por el caso y la respuesta fue un enigmático “esas no son cosas de niños”.    
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