Por la carretera Santiago-San Juan...

Por José  Antonio Matos  Peña

El desarrollo no tiene precio y sus resultados son perennes, tanto en el aspecto material como en el humano, y decimos en el humano, porque su impronta, aun intangibles, se transfieren de generación en generación, son acumulativos y se van legando de generación en generación, por esas razones se ha establecido que en los últimos 80 años, la humanidad ha avanzado más que en cintos de miles de años de evolución, y es cierto que los avances de los últimos, tienen como base fundamental las experiencias de los primeros y sus recorridos.


Lo dicho va para sustentar los deseos que de nuestros adentros fluyen por ver conectadas dos regiones como la del Cibao con su ciudad corazón, Santiago, y la pujante ciudad de San Juan de la Maguana, que aunque no es nuestra ciudad de residencia, del intercambio con ella y aquel hermoso también Cibao, nos permiten el ansiado progreso que trae toda intercomunicación, con saldo positivo mayoritariamente en favor del sur supuestamente profundo.

El desplazamiento humano provocado por un grupo de hermanos que perseveraron con la perforación de un pozo petrolero en 1903 y su multiplicación y producción de petróleo, marcó el despegue del desarrollo en los Estados Unidos de Norteamérica, cuando sus ciudadanos empezaron a desplazarse masivamente, y con ellos, sus capitales e intercambios.

Recordamos a nuestro difunto padre don Néstor Matos cuando decía por el año 1978 que la construcción de la carretera Neiba-Batista (en San Juan), la cual rompería la condición de botella que guardaban las provincias de Bahoruco e Independencia (decía que solo tenían una salida hacia el desarrollo y contacto por Barahona, y que eso no era conveniente ni para Barahona ni para las provincias mencionadas). En esos tiempos conjugaba coincidencias con el presidente y su amigo personal, don Antonio Guzmán Fernández, que apostaba por la carretera Cibao-Sur y los ecologistas de la época lo combatían.

36 años suma el trecho de allá aquí, y nos preguntamos, qué daño ecológico, por grande que haya sido, y no podía ser una depredación pura y simple, se puede

comparar con el nivel de atraso pobreza que nos representan esa falta de decisión ó interrupción de los ecologistas referidos. Los daños que se hubieran provocado, como en toda actividad humana estarían ya restituidos y los beneficios, supernumerarios, la arboleda que se hubiera sembrado en sustitución de las desplazadas estuvieran hoy cumpliendo más de 30 años de edad.

Lo que no daría resultado es la concesión graciosa de explotación de oro y otros minerales que dejan daños ecológicos permanentes y sus beneficios nunca serán servidumbre pública.


Con tecnología de Blogger.