Más respeto al regalar a los periodistas
Por Marta Quéliz:
Cada vez que llega el mes de diciembre, muchas son las personas que buscan halagar a los periodistas con algún detalle. Sé que lo que escribo a continuación puede lacerar algunas relaciones, pero no puedo dejar pasar un año más sin expresar mi sentir al respecto. Lo primero es que nadie está obligado a regalarle a nadie.
Es nuestro deber como medio de comunicación publicar informaciones de interés para la sociedad. Ahora bien, creo que a la hora de querer agradecer a un comunicador por la publicación durante todo el año de decenas de notas e historias de un tema de interés particular, debe estar por encima de todo el respeto.
No creo sensato esperar todo un año para escoger un artículo promocional como regalo de Navidad. No buscamos dádivas, no pedimos que se nos agradezca a través de algo material, pero, al menos yo, exijo respeto, si no a mi profesión, a mi persona. No me importa que este sea el último año que reciba algún detalle de las tantas personas que, tal vez con buenas intenciones, recuerdan mi nombre para una época tan bonita, pero no puedo dejar de decir que ya está bueno de que al periodista se le trate como si fuera un pordiosero que se conforma con cuántas chucherías aparecen por ahí.
Podemos interpretar esas acciones de diferentes maneras: que lo hacen para salir del paso, porque creen que no nos merecemos más de ahí, que matan dos pájaros de un solo tiro, “cumplen” y a la vez se promocionan sin incurrir en grandes gastos.
Otro detalle que no puedo pasar por alto es la actitud de algunos relacionistas que encuentran la mejor salida reuniendo cuántos productos tienen sus clientes para armar rápido una “canasta” y, sin gastar un peso de sus bolsillos, resuelven el compromiso que creen que tienen con los periodistas.
Ya no más agendas, ya no más artículos personalizados, promocionales, ni más obsequios que distan mucho de la personalidad de quien los recibe. Estoy segura de que mi sentir es el de muchos otros periodistas que, como yo, no trabajan para recibir un regalo en Navidad, sino para lograr que el respeto se imponga en toda la extensión de la palabra.