Jesus, luz del Mundo y de nuestra Nacion, en esta hora de oscuridad
Dr. Eduardo Gautreau de Windt*
Y conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres.
Jesús de Nazareth
En esta época nosotros, como parte del mundo Cristiano, conmemoramos el hecho más significativo de todos: El nacimiento de nuestro señor Jesucristo. Dado por Dios como regalo de amor. Y es usual, como final de año, que hagamos un alto en el camino para la reflexión.
Nosotros los dominicanos, surgimos desde el principio, como mezcla de tres etnias, amasados por una lengua y por una corriente de pensamiento, el Cristianismo, por eso sobrevivimos a tanta barbarie, y, luego, fuimos concebido como país al calor de ese mismo fuego, por nuestro Padre Fundador: Juan Pablo Duarte. No es por casualidad que desde el nombre y el juramento que hizo posible gestar la idea de nación, la Sociedad Secreta La Trinitaria, estuviera Dios, Nuestro Señor, como eje de todos los principios. Ni es casualidad tampoco que nuestro lema de país sea DIOS; PATRIA Y LIBERTAD, precediendo al nombre mismo de REPÚBLICA DOMINICANA y que la Sagrada BIBLIA sea el centro de nuestro ESCUDO. Esto no ha sido así ni con España, responsable de difundir el cristianismo por el mundo, ni con el Vaticano, que es el “Estado” asiento de la cabeza del catolicismo, ni ninguna otra nación del mundo; ni siquiera en Oriente nación alguna tiene al Corán en su escudo.
Y conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres.
Jesús de Nazareth
En esta época nosotros, como parte del mundo Cristiano, conmemoramos el hecho más significativo de todos: El nacimiento de nuestro señor Jesucristo. Dado por Dios como regalo de amor. Y es usual, como final de año, que hagamos un alto en el camino para la reflexión.
Nosotros los dominicanos, surgimos desde el principio, como mezcla de tres etnias, amasados por una lengua y por una corriente de pensamiento, el Cristianismo, por eso sobrevivimos a tanta barbarie, y, luego, fuimos concebido como país al calor de ese mismo fuego, por nuestro Padre Fundador: Juan Pablo Duarte. No es por casualidad que desde el nombre y el juramento que hizo posible gestar la idea de nación, la Sociedad Secreta La Trinitaria, estuviera Dios, Nuestro Señor, como eje de todos los principios. Ni es casualidad tampoco que nuestro lema de país sea DIOS; PATRIA Y LIBERTAD, precediendo al nombre mismo de REPÚBLICA DOMINICANA y que la Sagrada BIBLIA sea el centro de nuestro ESCUDO. Esto no ha sido así ni con España, responsable de difundir el cristianismo por el mundo, ni con el Vaticano, que es el “Estado” asiento de la cabeza del catolicismo, ni ninguna otra nación del mundo; ni siquiera en Oriente nación alguna tiene al Corán en su escudo.
Conforme a todo esto, hemos comprobado que somos, colectivamente generosos, caritativos y buenos con el prójimo. Por encima de nuestra Historia, hemos sido más que buenos cumpliendo con los mandatos de amar a los demás, a veces más que a nosotros mismos. Ahora, por ser como somos, sufrimos el escarnio y los vituperios de un concierto de naciones que con el interés expreso de quitarse de encima de ellos el problema de Haití, nos lo quieren endilgar a costa de nuestra existencia como pueblo. Y lo peor es que cuentan con la ayuda de mucho de los “nuestros” que por distintas razones se prestan para el coro, sin pensar en la Patria. Hombres y mujeres sin juicio y sin corazón que conspiran contra la salud de la Patria. Entre ellos, los hay que lo hacen:
-por intereses económicos, políticos, o de otras índoles;
-por servir a otras Patrias, u otros “señores”, distintos a la República Dominicana; y, lo más doloroso es que la mayoría de los demás lo hace
-por confusión bien intencionada, bajo un humanitarismo mal entendido, movidos por la compasión, la caridad y la solidaridad; ignorando que están siendo víctimas de una muy calculada manipulación, prestándose a combatir su propia casa.
Ningún otro pueblo o nación del Mundo ha sido más generoso con Haití y sus necesidades. Ni Francia, su madre patria, ni los Estados Unidos de Norteamérica, que le admiró y se inspiró en él para forjar su Libertad; al igual que Venezuela, que tanto recibió de la otrora nueva nación en pertrechos y soldados entregados a Bolívar. Nosotros, como la viuda hemos dado la “última blanca (moneda)” de corazón al pueblo haitiano. Lo hemos llevado no dos sino más de tres o cuatro millas sobre nuestras espaldas, y, para el colmo, hemos puesto más que las dos mejillas para ser abofeteados insistentemente por sus gobernantes y dirigentes a lo largo de la Historia.
Ya está sobredicho que la REPÚBLICA DOMINICANA, como pequeño y pobre país NO PUEDE CARGAR CON HAITÍ, ni resolverle sus problemas. No nos corresponde hacer lo que ellos no han hecho por ellos mismos, solos o con toda la ayuda internacional. El buen samaritano recogió al judío herido, le curó sus heridas, lo llevó a un refugió y pagó hasta que se recuperara, pero no lo llevó para su casa, no lo mudó ni lo mantuvo. Los dominicanos hemos sido muy buenos vecinos, demasiado, muy buenos samaritanos, y a cambio somos tildados de fascista, xenófobos, racistas (que lo correcto sería coloristas), hasta de nazis, por defender nuestros derechos a existir como nación.
Así como la Biblia, enarbolada por tantos en estas ocasiones, nos manda a tratar bien al extranjero, nos dice Jesucristo: Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. Los dominicanos se deben a su Patria, la República Dominicana y amarla es defenderla, velar por su preservación y cuidar de ella. En torno a este asunto de la Patria, está muy claro en la Biblia que aunque los hijos de un pueblo tuvieran otra nación de acogida deben de decidirse por una: Ruth con Noemí, “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.”; José se transformó en egipcio y defendió los intereses de ese pueblo, Moisés para asumir la causa israelita renunció a serlo. Está claro, se puede tener más de una nacionalidad, como tantos criollos, latinoamericanos, etc., pero se tiene una sola PATRIA, por la que uno siente el verdadero amor, y por la que hasta daría gustoso su persona, vida y bienes, sin pensarlo. El pueblo de Israel es el mejor ejemplo de un coloso que lucha, a través de los tiempos, contra todas las demás naciones, para seguir siendo un país, una nación, un pueblo, y esto ha contado con el favor de Jehová, continuando como pueblo escogido.
Por último, hay personas que sabiendo todo esto tergiversan y manipulan las cosas por muchas razones ajenas a la verdad, confundiendo a los demás, y han logrado dividirnos en dos bandos y eso, además de triste es doloroso y peligroso. Triste y doloroso que en el año del bicentenario del natalicio de JUAN PABLO DUARTE, peligre tanto su legado. ¡Que regalo le damos a su memoria! ¡Qué efectiva venganza de los ayer vencidos y expulsados
invasores! Y es peligroso que estemos divididos, casi obnubilados y ciegos a lo que debería ser lo más sublime y alto para todos los que, unidos por algo más que haber nacido en esta tierra, es decir por esta lengua, por este pensamiento y sentir Cristiano, por esta cultura que nos iguala y a la vez nos distingue de todos los demás, desde antes del histórico febrero, que llevó a tantos a derramar su sangre para que sigamos siendo un pueblo, una Nación y un País: República Dominicana. Recordemos las palabras del Redentor, Dios hecho hombre: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae. (Lucas 11:14-23) Y más adelante agrega: Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín. El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
Reflexionemos en esta ocasión, por las navidades, a la luz de estos mensajes, pues cada uno de nosotros tiene un deber que cumplir. Yo, como dominicano estoy muy claro. ¿Usted, amigo, hermano, lo está también? Yo defenderé a mi Patria, por el legado que he recibido de mis ancestros, algunos de los cuales ofrendaron sus vidas en las luchas independentistas y para la Restauración de nuestra Independencia, y por demás, otros lucharon en aquel abril inolvidable, cuando fuimos mancillados de nuevo. Si tal hago, Dios me proteja y de no, me lo tome en cuenta y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo.
*El autor es Cirujano de Tórax, profesor Universitario de Posgrado, además de escritor y gestor cultural. Forma parte de “Intelectuales por la República Dominicana”.
eduardogautreau@hotmail.com Intelectuales por la República Dominicana (Facebook)