Idioma cuatriboliao #3: Las llaves de la vida‏

Luis Eduardo Díaz Franjul
 
 Admito que hoy nada tengo que escribir por tanto veré qué sale moviendo la pluma. Pero si nada tengo que escribir nada puede salir del movimiento de la pluma o pluma fuente, solo tinta o agua con el movimiento de la llave de la pluma o fuente de agua. De la pluma que bota agua si está abierta la llave de paso que cierra el paso de agua de las tuberías que provienen del acueducto (a mitad de camino), siempre y cuanto esté abierta la llave de paso que divide el acueducto de la fuente de agua o río, no de la pluma fuente.

 Del agua en tubería que llega al baño, y de la llave de paso para abrir la puerta del baño y bañarse con agua de las tuberías, no con latas. O las llaves que abren todas las puertas para pasar de un lado a otro, no las que le trancan el paso por la vida (que son muchas). A estas alturas no podemos olvidar las llaves que salvan vidas (que son pocas), entre estas las llaves del armario o compartimiento secreto que utilizaron Imbert Barreras y Amiama Tió. Y las llaves que pudieran convertir lo insólito en real para entender mejor las sorpresas de la vida.


 Entre las llaves que impiden el paso, o no dan paso a nada, se destacan las llaves de la hipocresía, cinismo, simulación, fabulación, engaño y traición, entre otras. También las que dan paso a algo, como las del corazón (con sus reservas o aperturas), vanidad y el éxito. Pero las llaves del corazón (porque son varias) son distintas a las un éxito que muchas veces es genuino y otras veces paga un alto precio. En este punto estamos conscientes de la auténtica felicidad y la ficticia. Esa felicidad ficticia que se derrite con la ola del mar, como sucede con el hombre de arena (sandman), y esa felicidad auténtica que vuela alto cuando renace de sus cenizas, como el Ave Fénix.

 Similar al éxito las llaves de la vanidad. Pero aunque usted no lo crea, la vanidad abre o cierra las llaves del corazón, del amor y la felicidad, si nos llevamos del bolero de Antonio Prieto: "Vanidad, con las alas doradas/Yo pensaba reír/Y hoy me pongo a llorar/...Me cegué, la arranqué de mi vida/Pero hoy, la volviera a besar/...Vanidad, con las alas doradas/Yo pensaba reír/Y hoy me pongo a llorar". Cantó en la “Semana Aniversario” de 1960 a la edad de 31 años, y luego en “Los 100 años del bolero” en el Teatro Nacional (1982), junto con Lucho Gatica, Olga Guillot, Trio Los Panchos, entre otros.

 Es así como funcionan las llaves del corazón que hacen nacer el verdadero amor, la felicidad, la tristeza y la alegría, pues el amor produce eso. Ese amor que al igual que el corazón no solo depende de una llave sino de varias, incluyendo la del odio, aunque usted no lo crea (vuelvo y repito). Sí, de aquel odio divino que en un lado de su cara renace el amor y el otro se  convierte en cariño, amistad, lealtad, perdón y humildad, pues el mundo no fuera mundo si es solo un mundo de odio, aunque sí de muchas injusticias, pero así es el mundo.

Pero las llaves del pendejo son las más extrañas de todas. Le cierran el paso “doquiera que va”.- “Cuando mi partido llegue al poder” es una de las frases preferidas de los pendejos, que como vemos (al fin y al cabo) no son tan pendejos, solo que hay otros más sabios que una vez fueron pendejos, con la diferencia de que jamás volverán a serlo, de lo contrario vuelven a ser los mismos pendejos, algo "difícil, aunque no imposible", como le dijera el capo Rocco a Michael Carleone en El Padrino II (con otros fines).

 De todas las llaves que pudieran existir en la vida hay una realmente extraordinaria: la llave espiritual que llevamos dentro de nosotros mismos. La que abre la puerta de nuestra comunicación con Dios, gracias a él. Es la llave que nos pone a su merced, pase lo que pase, aunque sigamos cometiendo errores que como seres imperfectos cada día podemos mejorar y superarnos, si así queremos y deseamos.

 Esto así porque el perdón y la salvación nunca llegarán siempre y cuando sigamos utilizando las llaves de la hipocresía, cinismo, simulación, fabulación, engaño y la traición, entre otros llaves que encierran el espíritu. Pero en este mundo, después de todo, el mayor de edad sabe lo que hace y es responsable de sus actos... y solo el loco se come aquella cosa.

 Luis Eduardo Díaz Franjul -eduardofranjul@yahoo.com
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