El Teniente Amado: cirugía a una película‏

 

Por: ARMANDO ALMANZAR R.

En efecto, “El Teniente Amado” debió gustarnos más porque por el simple hecho de que nos hemos pasado todos estos últimos años rogando porque se hagan más películas sobre temas serios y profundos, dejando de lado las acostumbradas, anodinas y necias comedias, cuando supimos que se iba a rodar este relato sobre uno de los héroes que sacrificaron sus vidas para liberarnos del siniestro mandato de Trujillo, pues, claro, nos llenamos de alegría.

Bien, ya el filme está hecho, y podemos afirmar que es una obra que fue acometida con honestidad, que es seria, que apenas trata de adornar los hechos.

En resumidas cuentas, que es un intento serio de hacer cine.  Pero, en el arte, no siempre la seriedad implica calidad.


El séptimo arte, como todas las demás artes, tiene su lenguaje propio, un lenguaje que le separa y distingue de las demás, y esas reglas tienen que cumplirse.

RESPETO DEL TIEMPO

El tiempo cinematográfico, algo de lo que hemos hablado en muchas oportunidades, debe ser respetado a como dé lugar en un filme que se respete. Y, por ejemplo, cuando Trujillo ordena al Teniente que acompañe a la señora, cuyo hijo acaba de morir en la invasión del 14 de junio del 59, cuando lo hace para humillarla, para hacerla sufrir, ambos llegan al hogar de la señora para que ella se cambie y se ponga un vestido rojo, o sea, lo opuesto a lo que siente en su corazón enlutado; pues bien, ambos llegan, la señora se dirige a su habitación a cambiarse, Amado asoma a la sala y está viendo una fotografía de los hijos y, ¡oh milagro!, la señora aparece, lo cual da la impresión de que se quitó el traje, buscó el otro, se lo puso y bajó, todo en unos segundos.

Bueno, eso es una simple escena y no hubiera herido mortalmente el filme por ella sola.
Pero es que no es esa “herida” del tiempo lo único; el conjunto sufre de lo mismo.

La historia se inicia en junio de 1959, como lo indican los sucesos que se comentan, las órdenes de Trujillo alterado por la invasión del 14. Y el recorrido que se inicia en ese mes continúa durante algo más de dos años, o sea, hasta semanas después del ajusticiamiento del tirano. Y si alguien se percató, viendo la película, de que habían pasado 24 meses o más, más de 730 días, que nos lo diga porque a nosotros no nos lo pareció.

DIALOGOS NO ENJUNDIOSOS

Durante ese extenso lapso es muy poco lo que sucede, unas escenas de Amado y la novia (con diálogos no demasiado enjundiosos), un par de incidentes de Amado con Andújar (un personaje creado para complacer el morbo cuando llega el final para que el “héroe” no se vaya en blanc cuando la vean sabrán por qué lo decimos), unas cuantas apariciones de Trujillo despotricando contra todos, otras de Johnny Abbes, un par de reuniones de los conspiradores, dos de Robert Kennedy, o sea, que, insistimos, no hay fluidez en el tiempo cinematográfico, se avanza a saltos temporales.

FALTA INTENSIDAD

Otro de los problemas de “El Teniente...” es la interpretación. No podríamos decir que el trabajo de Amaury Nolasco es malo, no; pero le falta intensidad porque sus características sicológicas no han sido bien marcadas. Amado se horroriza cuando sabe que ha asesinado al hermano de su novia. Un ser humano normal y corriente tiene que horrorizarse por el hecho de asesinar a alguien indefenso, sin tener en cuenta que sea familiar o conocido. Lo conminaron a cometer el hecho, en efecto, pero, una pregunta interesante cabe ahora pensando en eso que se dice hiz ¿cualquier persona lo hubiera hecho en esa situación? Y es entonces cuando volvemos a lo inicial: eso que hizo es un acto terrible por lo inicuo, por lo que representa para cualquier hombre o mujer, y eso que vemos en él (Nolasco) no nos parece refleja la inmensidad criminal de ese acto.

POCA FUERZA DRAMATICA

La secuencia de la emboscada al auto de Trujillo carece de fuerza dramática y de suspense. A nuestro entender, en lugar de poner a los conspiradores a conversar sobre lo que se disponían a hacer debieron haber seguido con la cámara el auto del tirano y, al sobrepasar el primero de los que esperaban, tomar entonces a éste y emprender la persecución, todo sin diálogos, con apenas música de fondo adecuada, hasta alcanzar el tiroteo y la llegada del otro carro.

La secuencia final, como apuntamos antes, es de pura complacencia para el espectador: aunque esté Trujillo, aunque esté Johnny Abbes, los verdaderos malvados (faltaría el ladino y astuto Balaguer, que no pinta nada en el filme), el espectador normal y corriente  siempre se identifica con el héroe (en este caso, por supuesto, Amado) y busca, de manera instintiva, a un contrario identificable que le enfrente de manera objetiva: para eso el guionista crea a Andújar, el presuntuoso teniente mano derecha de Abbes, para que, como en un “western” clásico, al final aparezca el enfrentamiento definitivo, aunque, viéndolo como lo vimos, lo que se demuestra es que el tal Andújar era un estúpido redomado porque avanza a pecho descubierto frente a un excelente tirador.
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