La sede presidencial en Barahona: Testigo mudo de nuestra historia.
Por David Ramírez
Ubicada en el centro de la ciudad de Barahona se encuentra
una de las edificaciones más emblemáticas, no sólo por su gran valor
arquitectónico, sino por ser testigo de nuestro rico legado histórico y
cultural. Se trata de la vieja casona de madera, conocida por muchas
generaciones como “El Ateneo”.
Esta antigua edificación, declarada patrimonio cultural de
la nación, guarda entre sus paredes grandes secretos e historia que los
barahoneros desconocen.
Tras promulgarse el 26 de febrero de 1913 el decreto
5203, pasó a ser oficialmente el despacho presidencial del entonces presidente
provisional de la República,
Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla, conocido como Monseñor Nouel.
Es muy lamentable que de este patrimonio, pesar de ser una
de las joyas arquitectónicas de la ciudad, existan pocos registros históricos
(levantamientos de archivos y uso de documentos oficiales), que nos ayuden a
validar científicamente en qué año fue construida y quiénes fueron sus primeros
inquilinos o propietarios.
El doctor Bienvenido Matos Pérez, presidente del Ateneo, nos
reveló que esta casona perteneció a un rico comerciante llamado Luís Antonio
Sánchez, quien terminó de construirla en el 1906. Pero nuestras investigaciones
no encontraron ningún comerciante con ese nombre y apellido en el registro del
ayuntamiento en los primeros años del siglo XX, aunque debemos admitir que en
1910 estaba registrada en el ayuntamiento una compañía con el nombre de Sánchez
y hermanos.
El historiador Werner Féliz cree que en el lugar donde está
construida la casona (en el mismo centro de la población primaria), pudo haber
existido otra vivienda ya que para el año 1885 no había solares vacío en esa
zona. Es probable que esta edificación pudiera haber sido construida por una persona muy pudiente de la ciudad,
tal vez un rico caficultor o comerciante
potentado.
Hemos sabido de fuentes fiables que en ese lugar funcionó,
al principio del siglo pasado, una escuela llamada “El Salvador”. Luego, por
espacio de poco tiempo, el gobierno habilitó una cárcel.
Rebuscando entre los archivos históricos de la ciudad
pudimos confirmar que ya para el años de 1910 funcionaba en ese lugar la Gobernación Provincial.
En 1913, cuando monseñor Nouel se aloja en Barahona, la casona es cedida por la Gobernación al
ejecutivo para que le sirviera como despacho oficial ya que, por su
posición jerárquica, era la única edificación pública confortable y
amplia en esta ciudad.
Tenemos entendido que en la década de los treinta, una parte
del personal del Ayuntamiento (cuyas oficinas principales estaban ubicadas en
el edificio del cuerpo de Bomberos), funcionó provisionalmente en este local
antes de que fuera inaugurado el palacio Municipal en 1936.
En el 1953, cuando la Gobernación Provincial
inaugura su actual sede, que hoy ocupa con el Ministerio de Agricultura,
esta casona pasa a ser las oficinas de la Cámara de Comercio y de un instituto comercial de
la misma institución. Años más tarde el ayuntamiento la convierte en su
Biblioteca Municipal.
En la década de los sesenta, después de la desaparición de
la dictadura Trujillista, esta casona (ya convertida en biblioteca), fue el
punto de reunión de intelectuales, bohemios, poetas y jóvenes barahoneros enamorados de la literatura.
También lugar predilecto de artistas barahoneros y de otras provincias para
exponer al público sus mejores cuadros o pinturas.
Se recuerda que en esta casona se reunía (y de vez en cuando
todavía se reúnen), los miembros del Ateneo de Barahona, también fue el local
de reunión de los miembros de clubes
y sociedades culturales de la ciudad
como “Los buenos amigos”, “José A. Robert”, “Salomé Ureña”, “Sol naciente”, y
otros.
En esta vieja edificación también se presentaron actividades
artísticas inverosímiles. Al final de la década de los sesenta se presentó
un espectáculo curioso de un hombre
partido por mitad. El público abarrotó el lugar con una mezcla de incredulidad,
miedo y curiosidad.
Hace unos años el Ayuntamiento decidió convertir la casona
en un museo de historia bautizándola con el nombre de unos de los prohombres de
esta provincia, el doctor Antonio Méndez. Tenemos información que este museo
nunca ha podido abrir sus puertas.
Si las paredes de esta vieja casona hablaran nos revelarían
detalles que aún permanecen en secreto sobre el acorralamiento político,
angustia y soledad por la que atravesó monseñor Nouel cuando tenía su despacho
presidencial en ese lugar. Si esto sucediera, los libros de historia tendrían
que ser reescritos.