QUERIDO TÍO‏

 

Querido tío,

Paso, enseguida, a dar respuesta a tu pedido, sobre darte mi opinión relacionada al último de tus trabajos, titulado “Santiago y una Democracia Infuncional”.
                                
En primer lugar, debo destacar la manera tan didáctica e ilustrativa en que expones la realidad que atraviesa nuestra ciudad. Cualquier niño de ocho años podría asimilar el texto a la perfección; esa es una de las fortalezas del mismo: el mensaje es lanzado para que llegue con facilidad a cualquiera.

El desarrollo de los temas y su organización, no podía ser más acertado. Explicas con sencillez y dinamismo los conceptos políticos y muestras tu ideología revolucionaria, radiografiando el sistema imperante e incitando a las sanas voluntades a diseñar y ejecutar pequeños programas de acción para alcanzar objetivos anhelados.


Cuando tratas el accionar político y las instituciones, no solamente estableces cómo surgen los organismos a partir del accionar político ejercido en reclamo de derechos y libertades; sino cuáles consecuencias acarrea la falta de incidencia de las personas con calidad para actuar políticamente en el medio social que les circunda. De ahí, el debilitamiento de las instituciones, el despotismo y la entronización de las prácticas políticas amañadas.

Más aun, en ese mismo apartado, tocas una idea que a mí se me antoja muy interesante, que es la permanencia de las viejas y malas prácticas por “la apatía de quienes no confían en el porvenir”. Esta idea me recuerda mucho la tan socorrida teoría de “la desesperanza aprendida” que vemos mucho en nuestros países; sobre todo, en la masa joven que integra las comunidades. Algunas personas hablan también de indefensión aprendida; lo cierto es que ambas nociones tienen en común características como la apatía, la falta de motivación y esa inacción, esa pasividad y sumisión, de las que hablas. Pienso que, en definitiva, esa es una de las ideas centrales de este trabajo, pues no se limita a este capítulo, sino que persiste en todos los demás.

Cuando tratas sobre el accionar político y la Constitución; el mensaje es certero: de nada sirve que los derechos y libertades figuren consignados en un instrumento, si esos derechos y libertades no se ejercitan, si no se reclaman.

En ese capítulo describes bien lo que sucede con nuestra Alcaldía, la cual, por argumento a contrario, no está “dirigiendo y administrando los recursos económicos con altura”, dada su “poca conciencia cívica”. Y retomas la queja cuando dibujas la infuncionalidad de la democracia que “padecemos” en Santiago. Una bofetada abierta y franca a la actual administración municipal.

También veo que en las conclusiones estableces que nada ha hecho por Santiago el dichoso Plan Estratégico.

Al tratar el tema del accionar político en Santiago, resaltan las ideas de la “falta de unificación”, así como la cuota de responsabilidad que tiene el empresariado en el funcionamiento de la democracia; sobre todo el nuestro, que no quiere determinar más de lo que le sea útil a sus intereses económicos.

En ese mismo capítulo, esclarecedor resulta el planteamiento que haces: “En los procesos electorales nuestros la pregonada uniformidad clasista procura que el voto de la mayoría del pueblo legitime en las urnas el poder político de las minorías.” Esta idea yo también la situaría en la sección donde describes cómo se engaña al pueblo dominicano con palabras confusionistas.

Finalmente retomaría la que me pareciera la idea central latente en todo su conjunto. Y es que veo este trabajo como un vivo llamado a despojarnos de la sumisión, de la apatía; una motivación para asumir un diáfano compromiso cívico de reinvindicar y reclamar nuestros derechos. Inspiras a que exijamos cuentas a nuestras administraciones, a fin de promover el cambio de rancias y nocivas prácticas, en las cuales no nos enteramos de nada, o solamente de lo que ellos quieren. En definitiva, nadie lo hará mejor que nosotros/as mismos/as.


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