Una ley que proscribe al muerto hace 52 años



César Medina
lobarnechea1@hotmail.com

Es una ley anacrónica por donde quiera que se la vea. Pero más que eso, es el vivo ejemplo de los cazadores de fantasmas en madrugada de casa embrujada: grillo que suena, es la voz del espíritu que deambula intranquilo. Al día siguiente, la factura...

Aquí todavía abundan los profesionales de un antitrujillismo fantasioso; hay gente que ha vivido de eso los últimos 52 años, y han pasado su oficio de una generación a otra. Oficio muy rentable, por cierto.

Y todo el que les observa sus debilidades, a propósito de la inconstitucionalidad de la aberrante ley 5880 de 1962 que prohíbe un trujillismo que no existe, entonces le pegan el sambenito de “trujillista genético”, justo lo que son ellos en el sentido inverso.


Como al doctor Juan Antonio Delgado, por ejemplo, a quien desde ayer vienen crucificando “por haberse atrevido” a tipificar esa ley como inconstitucional. A pesar de que él se ocupa de aclarar que ese dispositivo legal “llenó su cometido coyuntural” cuando fue votado tras la decapitación de la dictadura.

Probablemente el doctor Delgado estaba recién nacido cuando mataron a Trujillo, pero da igual... El asunto es que esos sectores --tan radicales como los propios grupos represivos de la tiranía-- consideran que ha sido una afrenta su posición, eminentemente profesional, sobre una práctica desfasada por inexistente, como es el trujillismo.

Tony Delgado, sin embargo, ha dado sobradas muestras de coherencia política y profesional y se le reputa como uno de los más brillantes penalistas y constitucionalistas jóvenes de nuestro país, comparado sólo con los maestros de la práctica del Derecho en la República Dominicana.

Precisamente porque siempre ha asumido posiciones cónsonas con las leyes y la Constitución, como en este caso.

“Fe antitrujillista...”

Hacer profesión de fe antitrujillista --a 52 años de la muerte del dictador-- es algo menos que ponerse de ridículo.

Habría que colocarse al margen de la Constitución para pretender prohibir militarmente la expresión de grupos o sectores que quieran mostrar su afinidad con cualquier tendencia u orientación... Es el mismo papel ridículo que hicimos ante el mundo durante décadas cuando se votó una ley anticomunista, igualmente aberrante y atentatoria contra los derechos humanos.

De paso, con semejante actitud el procurador general de la República, Francisco Domínguez Brito, un funcionario excelente, no hace más que abrir un debate que da preeminencia a un heredero-nieto del dictador y lo coloca en la principalía del debate político nacional.

Y esa sí que puede resultar una práctica trujillista, mucho más perjudicial que la que se procura contrarrestar, pues el protagonismo de un miembro del clan de la familia Trujillo lo coloca ahora como víctima en un escenario de opinión pública que pudiera resultarle favorable para sus fines políticos.

El hijo de Angelita Trujillo, Ramfis Rafael Domínguez, tiene todo qué ganar y nada qué perder en su reclamo para que no se le vulneren sus derechos ciudadanos. A fin de cuentas, él no tiene la culpa de ser nieto del dictador, de la misma forma en que nadie puede elegir a sus padres y consecuentemente a sus abuelos.

Cuando él nació, ya la dictadura había pasado y su abuelo asesinado en la autopista 30 de mayo. Lo que liberó al país de una dictadura que prohibió las libertades públicas, justo lo que se le regatea ahora, 52 años después, al “nietísimo”, como le llaman algunos.

Ecos de la periferia

El jefe de la Policía, general Polanco Gómez, declaró ayer que esa institución cumplirá la disposición del ministerio público de hacer respetar la ley  5880... Lo que él no explicó es cómo va a hacer eso.

¿Interrumpirá la Policía una misa programada para el 30 de mayo cuando se cumplen los 52 años de la muerte de Trujillo? Esa será la misa número 51 “por el alma” de Trujillo que se celebre en la parroquia Nuestra Señora de la Consolación, de San Cristóbal, donde lo sepultaron tres días después de su muerte.

Cualquier prohibición manumilitari que se lleve a cabo contra esa insignificante expresión antihistórica, o contra cualquier otra, no haría otra cosa que victimizar a dos o tres trujillistas trasnochados --empezando por el nieto del dictador-- que llevan años tratando de despertar a un muerto con los huesos blancos.

Y mientras más oposición pública les hacen, más vigencia les dan. Porque este pueblo tiene debilidad por las víctimas...

¡Si lo sabrán las esposas, hijos, nietos y bisnietos de los muertos de Trujillo...!

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