Los herederos de Chávez en América Latina
Por Javiera López Torrada
EN VENEZUELA: Hace poco más de un mes y medio, Hugo Chávez designó a Nicolás Maduro como su heredero político en Venezuela y pidió el voto para él en caso de que se deban celebrar nuevas elecciones, con toda la intención de dejar organizada una transición “prolija”.
Lo que obvió el presidente venezolano, o lo que aún hoy no ha sabido resolver, es quién tomará, en América Latina, la batuta del tan promocionado socialismo del siglo XXI. Hace tiempo, años, que el chavismo cruzó las fronteras venezolanas y se estableció como la ideología de los llamados gobiernos progresistas de la región.
EN VENEZUELA: Hace poco más de un mes y medio, Hugo Chávez designó a Nicolás Maduro como su heredero político en Venezuela y pidió el voto para él en caso de que se deban celebrar nuevas elecciones, con toda la intención de dejar organizada una transición “prolija”.
Lo que obvió el presidente venezolano, o lo que aún hoy no ha sabido resolver, es quién tomará, en América Latina, la batuta del tan promocionado socialismo del siglo XXI. Hace tiempo, años, que el chavismo cruzó las fronteras venezolanas y se estableció como la ideología de los llamados gobiernos progresistas de la región.
Facilitado por un momento histórico, su fórmula de populismo caló bien en otros gobernantes, muchos de los cuales se han convertido en una especie de séquito del bolivariano, que ha logrado, como líder regional, eclipsar incluso a Fidel Castro.
¿Quién, entonces, se calzará los zapatos del “comandante revolucionario” y dirigirá a la región hacia el nuevo socialismo? ¿Será Evo Morales, Cristina Kirchner? ¿O acaso el presidente de Ecuador, Rafael Correa, como tantos creen? ¿Quién de todos ellos puede darle a América Latina lo que Chávez?
La herencia es compleja. Las coincidencias de los tres aspirantes con el mandatario venezolano son obvias: un fuerte control del Estado sobre la economía a fuerza nacionalizaciones y el rechazo a la iniciativa privada; un discurso de confrontación con otros estamentos de la vida republicana y con la oposición; y las políticas de asistencia social.
Pero la extrapolación del chavismo en América Latina no se hizo sólo de la mano de una ideología. El apoyo económico, los petrodólares que salieron del bolsillo de Venezuela, facilitó a Chávez extender su red y profundizar sus amistades.
Según la oposición venezolana, cada año unos 7.000 millones de dólares dejan las arcas del país para llegar a las de otras naciones amigas. “A Uruguay se le dieron 20 millones de dólares para un hospital; ambulancias a Bolivia; equipos para personas con discapacidad a Ecuador; plantas eléctricas a Nicaragua por valor de 223 millones de dólares”, enumeró el ex candidato presidencial Henrique Capriles en una entrevista.
El Producto Interior Bruto (PIB) de Venezuela asciende a 320 mil millones de dólares. El último informe de la OPEP estimó que, durante 2012, el país bombeó 2.804 millones de barriles por día (mbd). El precio promedio actual de cada barril es de 103,16 dólares.
Mientras que en Ecuador la cifra del PIB llega a los 73.231 millones de dólares y tiene una producción diaria de apenas 508.800 barriles, lo que lo convierte en el menor productor dentro de la OPEP. En Bolivia, el PIB bordea actualmente los US$ 24.000 millones.
En el caso de Argentina, el PIB es aún mayor que el de Venezuela (709 mil millones de dólares, dato de 2011), pero su principal producto de exportación -granos- depende de commodities que no transitan la misma bonanza que el “oro negro”.
Para sostener la revolución, hacen falta teorías revolucionarias, dijo Chávez una vez. Pero también se necesitan los elementos materiales para afianzarla. Así lo demuestran los 82.000 millones de dólares que entregó a más de 40 países entre 2005 y 2011.
Ni Correa, ni Morales, ni Kirchner pueden reemplazar el caudal de la ayuda venezolana. Y, en todo caso, ¿estará alguno de ellos dispuesto a convertirse en un benefactor económico en nombre de la revolución?