DOMINGO ESPECIAL
Todo lo que hay que saber sobre el cielo y el infierno
Por: Darío Mizrahi dmizrahi@infobae.com
Esta semana de Pascuas se da en un contexto de renovada fe religiosa por la reciente elección de Francisco, el primer papa no europeo. Un argentino que rompe los protocolos, busca estar más cerca de los fieles y es un defensor del diálogo interreligioso.
Entre las novedades que introdujo se destaca su intención de volver a algunos conceptos fundamentales de la religión que estaban quedando en desuso. Entre ellos, el diablo, al que se refirió en su primera homilía. “Quien no reza al Señor, reza al diablo”, dijo entonces.
¿Qué significado y qué vigencia tienen los conceptos de Dios y diablo para la tradición judeocristiana? ¿Cómo se vinculan con el cielo y el infierno?
El camino al cielo
“El cielo es aquello a lo que estamos destinados todos los hombres. Es la unión con Dios para siempre. Aquí no lo podemos ver, pero en el cielo podemos estar cara a cara con él y amarlo absolutamente. Precisamente para que podamos tener ese destino, que es el que quiere Dios para todos los hombres, Cristo ha muerto por nosotros en la cruz. Todo aquel que quiera ser fiel a Dios puede ser salvado”, describe a Infobae América el padre Tomás Trigo (foto), profesor de Teología Moral de la Universidad de Navarra.
“Tanto el cielo como el infierno son dos lugares reales. Estados reales donde va a encontrarse cada persona humana después de esta vida”, agrega.
Pero no todos piensan igual dentro del cristianismo. Trigo expresa la visión de la Iglesia Católica, que en muchos puntos difiere del protestantismo.
“El cielo y el infierno deben ser pensados en término simbólicos. El primero aparece como el lugar donde están Dios, los ángeles, y los creyentes que han sido fieles a él. La Biblia se maneja con una concepción propia de cuando fue escrita, en la que se pensaba como un lugar que está arriba, mientras que el infierno estaría abajo. Pero esto pertenece al horizonte científico de la época”, explica Hugo Santos, pastor del Iglesia Evangélica Metodista y profesor del Instituto Superior de Estudios Teológicos.
“Algunos han querido ir muy lejos con algunos textos bíblicos, como si efectivamente pudieran conocer ciertas realidades. Yo más bien me inclino a pensar que sobre el cielo y el infierno hay una serie de misterios a los que no tenemos acceso. Los cristianos creemos que la muerte no detiene la relación de la persona con Dios, sino que hay una realidad que va más allá. Ahora, cómo es… bueno, suponemos que es mejor que la de esta tierra, pero nadie fue y volvió como para contarnos lo que hay”, agrega.
Pero las diferencias en cuanto al significado y a las características del cielo son aún más marcadas con la religión judía.
“Nuestra alma existía antes de venir aquí y habitaba un mundo espiritual llamado cielo. Pero venimos para hacer una misión, para cumplir con nuestro propósito, que es traer a Dios a este mundo y así convertirlo en un lugar divino, de bondad, de convivencia y de unión.
Cuando la persona cumple con esa misión, como consecuencia -no como recompensa- se adhieren a ella energías positivas y sagradas, y se conecta con la divinidad. Entonces su alma va a esperar a un lugar espiritual, también llamado cielo, aunque está a un nivel más elevado del que provino originalmente. Es un paraíso espiritual”, cuenta a Infobae el rabino Shlomo Levy, Tomjei Tmimim (foto) formado en la Yeshivá de Montreal.
“Pero esto es sólo un nivel intermedio, porque más tarde -continúa Levy-, el propósito último es la resurrección: que el alma vuelva dentro del cuerpo a este mundo para ver la divinidad que plantó. Eso se producirá con la llegada del Mesías. Entonces se podrá percibir a Dios en un nivel mucho más elevado que en el mundo espiritual. Para que esto ocurra hay que cumplir con los siete preceptos universales: no matar, no cometer adulterio, no hacer idolatría, no robar, tener justicia y bondad, y no maltratar a los animales. Así el mundo estará preparado y divinizado para poder traer a Dios de manera revelada”.
Las profundidades del infierno
“El infierno es el estado de las personas que mueren en pecado mortal sin querer arrepentirse. Es el alejamiento eterno de Dios, es no querer estar con él para toda la eternidad. Esta vida va en serio, no es un jueguito en el que da igual lo que hagas. No, Dios nos ha creado sin nuestra voluntad, pero sólo nos salva con nuestra libertad: podemos decirle sí a Dios, y eso es lo que él quiere porque busca nuestra felicidad, pero también podemos hacer un mal uso de esa libertad”, explica Trigo.
“En la simbología cristiana -dice Santos- es un lugar de castigo para los pecadores: aparece como un lugar de fuego inextinguible por la idea del juicio divino. Algunos están convencidos de que el castigo va a ser feroz y que el infierno, que ya no es necesariamente concebido como un lugar de fuego, supone la extinción de la persona. Otros piensan que Dios no es sádico y que la misericordia también llegará a los pecadores”.
“Pero lo único que podemos hacer es hablar es desde la fe. A algunos les gusta mencionar el infierno e infundir miedo en los no creyentes bajo la amenaza del juicio eterno. Yo prefiero hablar más de esta vida, y pensarla cerca de Dios como un anticipo de una vida realizada y plena más allá de la muerte”, agrega el pastor.
Otro punto de conflicto y sobre el que hay muchas dudas es el purgatorio, ese lugar que suele ser entendido como un punto medio entre el cielo y el infierno.
“El purgatorio es un estado previo al cielo. La doctrina de la Iglesia afirma que las personas que mueren en gracia de Dios, pero que aún no se han purificado plenamente, tienen que pasar por él antes de entrar al cielo. Esas almas saben que se van a salvar y por eso están llenas de esperanza. Para estar con Dios hay que estar enamorado de él. El purgatorio es un estado en el que las personas se enamoran cada vez más de Dios”, cuenta Trigo.
Aunque a algunos pueda llamar la atención, para el judaísmo no existe el infierno per se. Sólo se habla del cielo y del purgatorio.
“Si la persona hizo cosas malas en este mundo, lo que tiene que hacer es limpiar esa suciedad antes de la elevación espiritual. Eso se llama purgatorio, que no es un lugar, sino la instancia de limpieza. No hay nadie que no haya hecho cosas buenas, por eso el purgatorio no es nunca algo definitivo. La excepción a la regla son las personas que causaron una destrucción demasiado grande, abriendo el camino para que otros sigan destruyendo. En esos casos, su culpa es continúa y deberán seguir limpiando su alma continuamente”, explica Levy.
Dios y el diablo
“El papa Francisco se ha referido al diablo hablando de la tristeza y del desánimo, una de las tentaciones que pueden deberse a él -dice Trigo. Nos damos cuenta de que somos débiles y pecadores, y Satanás nos tienta de ese modo: ¿para qué seguir intentando hacer el bien a los demás si total somos pecadores? El Papa nos ha dicho que tenemos que rechazar esas tentaciones. Somos pecadores pero siempre contamos con el perdón de Dios, que es misericordioso. Hay que ser humildes, pedir perdón y seguir luchando”.
¿Pero qué o quién sería exactamente el diablo?
“Por la revelación divina sabemos que Dios creó a los ángeles -continúa el sacerdote. Así como con nosotros, que somos temporales por ser corporales, quiso que los ángeles, que son espíritus puros sin cuerpo, ejerciesen su libertad, pero en un solo acto, diciendo sí o no a Dios. Los que dijeron que sí son los que consideramos ángeles. Los que respondieron que no, por soberbia y para no reconocer que Dios es Dios, son los diablos. Satanás es uno de estos ángeles, el más perfecto”.
“Su existencia es real. Trata de tentar a los hombres para que se aparten de Dios. Pero el diablo nada puede contra nosotros, que somos libres para decir que sí o que no ante las tentaciones. No es otro Dios, uno malo, es una criatura de Dios”, agrega Trigo.
“La figura del diablo es controversial -afirma Santos. En el antiguo testamento era sinónimo de enemigo. Después, en el Libro de Job aparece como una suerte de fiscal de la corte de Dios. Algunos creen en un diablo real y concreto. Pero otros nos inclinamos a pensar que el pecado no es un problema de un diablillo que se nos mete adentro, sino que somos nosotros mismos. Uno podría hablar de lo demoníaco, pero en un sentido simbólico”.
La duda que angustia a muchos creyentes es cómo es posible que Dios, siendo el bien absoluto, haya podido crear un ser cuyo fin es pervertir a los hombres.
“Dios creó ángeles, que están bajo su control. Algunos tienen una misión divina para algo bueno, y otros tienen una misión divina para algo malo, como incitar a las personas a hacer el mal. El líder de la maldad es el Satán, encargado de todos los ángeles negativos, que igualmente está sometido a Dios”, precisa Levy.
“Dios lo creó para poder dar libre albedrío a las personas, al incitarlas a hacer el mal, pero posibilitando que éstas elijan hacer el bien. Si no existiera la oscuridad y sólo hubiera luz, no habría libre albedrío”, concluye.