Cuarenta años, Goyito... ¡Caramba!‏





César Medina

lobarnechea1@hotmail.com

Los años han pasado... Y nos pusimos viejos. Hoy, cuarenta años después, no ha podido levantarse el crespón que provocó un crimen alevoso, una ignominia cruel, injustificada, innecesaria...
¿Qué ganaron los asesinos de Gregorio García Castro?

¿Qué lograron arrancándole la vida a un hombre generoso, solidario, un excelente padre, buen hijo, buen compañero...?

¿Habrán podido vivir en paz con su conciencia durante estas cuatro décadas?
¿Tienen hijos? ¿Acaso tendrán nietos o bisnietos? Quien sabe...

Goyito era un hombre bueno, generoso, solidario. En sus 34 años nadie puede decir que le hizo un daño, que le agravió, que le ofendió...


La gente más común del pueblo le llama “alma de Dios” a ese tipo de persona... Y eso fue justamente Gregorio García Castro: Un alma de Dios.

Sus compañeros --aún los más inexpertos, los que nos iniciábamos en este oficio hace 40 años-- no podemos tener una sola queja de su trato, siempre amable, cordial, solidario, generoso... Prodigaba su talento desbordante entre sus compañeros, a todos ayudaba, orientaba, sugería, proponía... Más que nuestro jefe de Redacción, Goyito fue el amigo, el confidente, el asesor, el guía en un oficio que en la época solo él ñincluyendo a Virgilio Alcántara, el director del periódicoñ tenía la experiencia y la vivencia de más de una década lidiando con sectores de poder o en el núcleo central de la actividad política.

El 28 de marzo de 1973 quedará en el recuerdo como el día más triste y pesaroso de mi existencia... Y creo no equivocarme si afirmo que similar marca existe en el calendario de la vida de Virgilio, Aníbal, Guarionex, Franjul, Obando, César Rivera y el resto de sus compañeros.

Porque de Gregorio García Castro todos tenemos los mejores recuerdos... Su humor negro proverbial era el toque cotidiano en la primera hora de la mañana... Sus urgencias sanitarias que se hicieron famosas, la distribución del trabajo, las constantes llamadas de los políticos, los izquierdistas, los presos, los perseguidos, las viudas... Y hasta los desaparecidos buscaban refugio en él.

Su viuda, sus hijos...

Gregorio estuvo casado por muchos años con la doctora Daisy Frómeta, con quien procreó tres hijos: Dominicana, Johnny, Enrique. Fuera de su matrimonio tuvo una cuarta hija, Taína, que tendría dos o tres años cuando lo asesinaron hace hoy justamente 40 años.

Daisy trabajó afanosamente en su profesión de abogada para formar a sus hijos sin que fuera muy notoria la ausencia del padre, un proveedor por antonomasia que siempre estuvo muy pendiente de su familia... Y hasta de sus amigos y allegados.

Enrique, el más pequeño, fue siempre el más apegado a su papá. Con alguna frecuencia Goyito lo llevaba al periódico o se les veía pasear los sábados y domingos. Todos sus hijos han sufrido por la igual la muerte de Goyito, pero en Enrique han quedado huellas que no ha podido borrar a pesar de haber pasado tantos años.

Johnny, el mayor de los varones, es ingeniero civil y ejerce con buen éxito. Y Dominicana, la mayor, es abogada como su madre y está en el servicio exterior. La cuarta hija, Taína, es empleada privada, y tiene una hija de 12 años.

Los hijos de Gregorio, a pesar del trauma de su asesinato y de la falta que hizo su padre en los años más importantes de su formación, han tenido un desarrollo normal, con las limitaciones propias del hogar donde falta el padre proveedor. Pero terminaron su formación académica y en la medida de lo posible, gracias al trabajo infatigable de Daisy, los muchachos no tuvieron mayores necesidades.

Enrique, sin embargo, parece que nunca ha logrado superar el trauma del asesinato de su papá... Su temperamento se ha ido agriando con el paso de los años, sus escritos son cada vez más rotundos exigiendo justicia por el asesinato de Goyito, y jamás se ha conformado con la “investigación” que en su momento se llevó a cabo sobre ese hecho de sangre.

Protesto, protesto, protesto.

Como amigo y compañero de Goyito tengo motivos para asegurar que la prensa gremializada --más aún la prensa apandillada--  lo ha discriminado como mártir de la libertad de prensa.

A Orlando Martínez, por ejemplo, asesinado de la misma forma aleve que a Goyito, esa prensa lo ha tratado como se merece. Pero igual o mayores merecimientos tiene Gregorio García Castro.

A Goyito lo asesinó la Policía... Y la prensa dominicana se conformó con que en su momento se acusara a un teniente y a dos cabos del Servicio Secreto como únicos responsables del crimen...

¿Pero actuaron por sí solos esos tres subalternos? ¿Quién los mandó a matar a Gregorio? Eso nunca se ha sabido... Y en su momento la

misma prensa que exigió hasta el último momento el esclarecimiento del asesinato de Orlando, no movió un dedo para que lo propio se hiciese en el caso de Goyito.

La prensa dominicana tiene dos mártires de la libertad de prensa, ambos asesinados en circunstancias muy parecidas con un intervalo de dos años: Goyito y Orlando... Los dos fueron crímenes de Estado, ejecutados por oficiales en activo de las Fuerzas Armadas y de la Policía.
¡Los periodistas tenemos el deber de honrarlos en igualdad de condiciones!
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