Cerca de Dios
Por: Cándida Figuereo
De aquél profesor de la cátedra de Sociología de la principal Universidad dominicana, sus alumnos pensaban que era izquierdista. Esto no provocaba espanto en esta institución abrazada a la libre expresión y permisible a enriquecedores debates entre alumnos, entre éstos y los profesores o que se escuchara el monólogo de El Científico.
Este profesor de alto quilate era apreciado y respetado por todos los estudiantes que se privilegiaron recibir con él la referida Cátedra, no porque fuera izquierdista, sino por su gran capacidad, su humildad y respeto.
Sin embargo dejó a todos atónitos cuando en una de sus clases exclamó lo que nadie jamás pensó saldría de su boca: ¡Ay virgencita de la Altagracia!
De aquél profesor de la cátedra de Sociología de la principal Universidad dominicana, sus alumnos pensaban que era izquierdista. Esto no provocaba espanto en esta institución abrazada a la libre expresión y permisible a enriquecedores debates entre alumnos, entre éstos y los profesores o que se escuchara el monólogo de El Científico.
Este profesor de alto quilate era apreciado y respetado por todos los estudiantes que se privilegiaron recibir con él la referida Cátedra, no porque fuera izquierdista, sino por su gran capacidad, su humildad y respeto.
Sin embargo dejó a todos atónitos cuando en una de sus clases exclamó lo que nadie jamás pensó saldría de su boca: ¡Ay virgencita de la Altagracia!
Los estudiante se miraron y la muda interrogante pareció desbordar los pensamientos. Aclamar a María (o Altagracia que quiere decir la más alta de las gracias por ser la madre de Jesús) cambiaba la faceta. Si el profesor reconocía a la madre, igual reconocía al hijo. Quedamente sus discípulos coligieron en que intrínsecamente el profesor era devoto de Dios.
Si la fe mueve montañas, esa confianza usualmente permite que la gente se aferre en lo que cree, en Cristo en el caso de quienes le siguen.
Esa creencia usualmente se arraiga cuando la persona se ve atrapada en una enfermedad usualmente irreversible o en un problema que pone en vilo su modus vivendi.
Otros, sin encontrarse las citadas condiciones, buscan de Cristo de manera permanente por distintas vías. La más usual es la congregación los templos religiosos. Y ven al sacerdote o pastor como su enlace con Dios.
Su enlace porque este representante terrenal de Cristo llueve sobre mojado diciendo a la feligresía que debe amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
Se colige que este señor con "mandato divino" es un modelo a seguir. De ahí el alboroto con el Papa Francisco por la humildad que exhibe en su diario vivir al lado de quienes le necesitan: Los más pobres.
El Papa tiene motivado a los creyentes en Jesucristo porque intenta sacudir a no pocos sacerdotes del letargo cuando les llama a llegar a “las periferias, donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe”,
El Papa Francisco le regaló a su predecesor Benedicto XVI una imagen de la "Virgen de la humildad", por sus ejemplos de modestia. Ojalá continúe entregando ese ícono a todo el que tenga esas cualidades.
El probable -por la comidilla de su humildad- que al Papa no le vean con costosísimos trajes, zapatos y vehículos. Menos aún viajando en primera clase para no pegarse de los pobres. Es probable que se desprenda de toda extravagancia. No me imagino a Jesucristo con un traje "Ferrari", de Brioni, sin sandalias, en un lujoso Penthouse y sin mezclarse con los pobres.
Bien por usted, Francisco! El mundo está repleto de pobres de espíritu y de solemnidad que requieren de sacerdotes que los arenguen a fortalecer su fe y salir adelante con la frente en alto.
Al margen de las trivialidades materiales que no tendrán cupo en el cajón de partida, es hora de privilegiar la humildad y la solidaridad por todos aquellos que no se sienten tan cerca de Dios aunque lo aclaman a través de tantas figuras importantes.