Rusia recuerda hoy sábado 2 de febrero los recuerdos de los horrores de Stalingrado
Por: Daniel Sandford / BBC, Volgogrado
La famosa ciudad Rusa conmemora hoy sábado, 2 de febrero, los 70 años del fin de la batalla homónima contra la Alemania nazi. La BBC recogió los testimonios de algunos de sus sobrevivientes.
En el centro de las conmemoraciones está la colina –y tumba– llamado Mamayev Kurgan, el punto más alto de la ciudad que una vez llevaba el nombre del líder soviético José Stalin.
Con una espectacular vista sobre el río Volga, fue uno de los puntos estratégicos más importantes durante la batalla, amargamente disputado. Decenas de miles de cuerpos aún están enterrados en la colina.
En la cima se encuentra una estatua enorme dedicada a la Madre Patria, que lleva una espada y la cual habría instado al Ejército Rojo a la victoria. Sin embargo, 50 metros más abajo está la solemne Sala de los Héroes.
Durante todo el día, cuatro soldados rusos hacen guardia sobre una llama eterna gigante en una cámara redonda, con los nombres de muchos de los muertos soviéticos escritos en brillantes mosaicos en la pared.
Cuerpos provenientes de la batalla pueden ser encontrados hasta el día de hoy por toda la ciudad y hay quienes todavía esperan descubrir dónde fueron enterrados sus padres, hermanos, madres y hermanas.
Padre ausente
Valentina Savelyeva gastó 67 años de su vida buscando el paradero del cuerpo de su padre.
Valentina Savelyeva tiene 75 años, 67 de los cuales se los pasó buscando el lugar donde está el cuerpo de su padre.
Había sido un artillero antiaéreo durante la Batalla de Stalingrado y desapareció en acción. Su cuerpo fue encontrado en 1961 y vuelto a enterrar en Mamayev Kurgan. Pero por incompetencia o negligencia, las autoridades soviéticas nunca le informaron a su madre.
Después de la muerte de su madre, ella continuó su búsqueda a través de la intendencia militar y el museo local. Finalmente encontró lo que estaba buscando en un registro informático en Mamayev Kurgan, a sólo tres kilómetros de su casa.
Ahora el nombre de su padre, TT Ponomarev, ha sido inscrito junto con otros 17.000 nuevos nombres en una sección añadida para el septuagésimo aniversario.
"Recién comenzaron a instalar estas placas ahora", se queja ella, mientras las lágrimas corren por sus mejillas.
"Setenta años después de la batalla, con mi generación desapareciendo y mi madre ya muerta, recién nos enteramos que vivimos todo el tiempo tan cerca de esta montaña, sin saber que mi padre fue enterrado aquí".
"Nadie parece preocuparse por nuestros padres y eso siempre me ha enervado. Y todavía estoy enojada. Me siento como si hubiera estado viajando durante mucho tiempo, pero llegué tarde a su funeral. No hay alegría o satisfacción.
Es bueno que esté aquí, saber dónde ir, pero tengo la sensación interior de que me perdí algo, que me llegó demasiado tarde". Los primeros recuerdos de Valentina Savelyeva son algunos de los más terribles que un niño puede experimentar.
Comiendo barro
Tenía cinco años cuando el Sexto Ejército de Adolf Hitler irrumpió en Stalingrado en el verano de 1942. Pronto su casa fue destruida en los brutales combates callejeros. En noviembre, ya en invierno, ella y su madre huyeron a un barranco cercano, que llega hasta el Volga.
"Cuando cierro los ojos, puedo ver el Volga en llamas por el petróleo derramado," dice ella. "Cavamos agujeros en la arcilla para vivir. No trincheras, sino agujeros, como los animales. Pronto hubo fuertes enfrentamientos en el interior del barranco, con tanques alemanes que se movían de arriba a abajo, mientras los soviéticos lanzaban bombas sobre ellos, y por lo tanto sobre nosotros. Todo estaba en llamas y oíamos rugir los aviones".
"“Comíamos barro y nada más que barro. Y bebíamos agua del Volga"" Valentina Savelyeva, sobreviviente de Stalingrado. "El momento más horrible fue alrededor del 20 de noviembre, cuando los alemanes se abrieron paso por el barranco hacia la planta del Octubre Rojo. Fue muy aterrador".
"Al principio nos sentamos allí en nuestras trincheras, entonces nuestros padres salieron a ayudar a los heridos mutilados. Les vendaron las manos y las piernas, y luego apareció personal médico y se los llevaron. Más abajo, hacia el Volga, había un hospital".
No había comida, sólo lodo, que pasó a ser ligeramente dulce. "Comíamos barro y nada más que barro", explicó. "Y bebíamos agua del Volga".
El azúcar en la arcilla la mantuvo con vida. Sin embargo, su hermano menor no tuvo tanta suerte: murió de hambre y frío.
Movimiento de pinza
El Sexto Ejército se había movido por el sur de la Unión Soviética a una velocidad impresionante, en dirección al Cáucaso, donde había petróleo, y también por Stalingrado, cerca de la estratégica desembocadura del río Volga.
Ahí fue donde el Ejército Rojo se estableció, aferrándose a las siempre estrechas franjas de la orilla oeste del río. La orden de Stalin era "No rendirse". La orden de Hitler fue "No retirarse".
La cifra exacta de cuántos soldados murieron en Stalingrado es difícil de estimar, pero es probable que sea cerca de un millón. La lucha ocurrió, codo con codo, en las ruinas de lo que alguna vez fue una poderosa ciudad industrial. El gran armamento, los tanques y los aviones fueron utilizados contra los hombres que resistían entre los escombros.
Las tropas alemanas quedaron empantanadas en las calles en medio del invierno. Su comandante, el mariscal Friedrich Paulus, sugirió una retirada táctica, pero Hitler se negó.
En secreto, las tropas soviéticas se concentraron en el este y el norte. Luego, en un clásico movimiento de pinza, le cortaron las líneas de suministro al Sexto Ejército.
Poco a poco, la poderosa fuerza que había conquistado París se estaba muriendo de hambre, y congelándose hasta la derrota.
Salvado por los pelo
La sala de los héroes en el monte Mamayev Kurgan incluirá 17.000 nuevos nombres de víctimas.
En 1942, Konstanin Duvanov era un soldado de 19 años. Iba en retirada con el Ejército Rojo desde Ucrania hasta su natal Stalingrado.
Uno de sus recuerdos más vivos que tiene de la llegada es la quema del Volga, en una ciudad irreconocible para él.
"Todo estaba en llamas", dice.
"La orilla del río estaba cubierta de peces muertos que se mezclaban con cabezas humanas, brazos, piernas, todo en la playa. Eran los restos de las personas que estaban siendo evacuadas a través del Volga, cuando fueron bombardeados".
Duvanov luchó en Stalingrado hasta el final de la batalla.
Por casualidad se encontraba en la Plaza Roja de la ciudad resguardando un vehículo de comunicaciones alemán capturado cuando, el 31 de enero 1943, Paulus se rindió en el sótano de la tienda Univermag y fue sacado hacia un coche del Ejército Rojo.
"Media hora más tarde", relata, "vimos un sargento con tres ametralladoras alemanas capturadas por encima de su hombro".
"Subió al coche y vio a Paulus adentro. Él dijo: '¡Ah, el general que mató a tanta gente, sentado en el auto como si nada hubiera pasado". Así que cargó una ametralladora y apuntó.
"Paulus abrió la boca y quedó blanco como el papel. Porque usted sabe, en una milésima de segundo podría no haber habido más mariscal. Pero de repente surgió un teniente y tiró lejos la ametralladora. Cerró la puerta del coche y gritó al conductor: '... Muévete por el amor de Dios, o lo van a matar aquí'".
Paulus sobrevivió a la guerra y se quedó viviendo en Alemania Oriental. De sus hombres, 91.000 fueron capturados en Stalingrado. Sólo 6.000 regresaron a casa. El resto murió en las prisiones soviéticas o camino a ellas.
Stalingrado fue reconstruido y rebautizado con el tiempo. Pero la característica dominante en el horizonte es la estatua gigante en Mamayev Kurgan, de pie, desafiante por encima de la tierra helada donde decenas de miles de hombres yacen enterrados.
Ahí es donde los líderes de Rusia, y los sobrevivientes del Ejército Rojo y el Sexto Ejército, recordarán la sangrienta Batalla de Stalingrado, que terminó 70 años atrás.