Expresión de amor y pobreza‏


/Fuente:  Diario Libre/

Luis de Jesús y Juana Bautista llevan 45 años de matrimonio. Constituyen una pareja peculiar dentro del montón porque desde hace dos años duermen debajo de la misma mesa donde miserablemente se ganan la vida desde 1980 en el mercado de Cristo Rey.

Ella tiene 63 años, él 72. Don Luis carga con una úlcera crónica en su pierna derecha desde hace casi dos años y una hipoglicemia que ya ni le preocupa. Doña Juana no padece dolencias que le impidan trabajar, pero no puede distinguir a sus clientes por una deficiencia visual.

La casucha donde sobreviven mide aproximadamente cuatro metros cuadrados; el techo lo componen retazos de hojas de zinc. No tiene puerta, no tiene ventanas, ni condiciones para la supervivencia animal.

"Hace unos meses me dio una trombosis y ahora estoy ciego de un ojo, no domino bien mi mano derecha y camino por obligación", musitó el enfermo mientras miraba lentamente hasta el suelo como ocaso agonizante.

Bautista precisó que tiene siete hijos. El que vive en mejores condiciones económicas trabaja como operador en una banca de lotería. Son

siete hijos en total, de los cuales sólo tres aportan RD$100 o RD$200 cuando pueden para que sus progenitores sobrevivan.
No lo merecen...

Para Altagracia Bautista, de 31 años, la menor de los procreados por la pareja, sus padres no merecen el abandono al que le someten sus hermanos. Se excluye porque alega que con cuatro hijos y un sobrino por mantener, la mesita que tiene en el mercado "no da pa' tanto".

"Ellos -progenitores- no nos criaron mal; dentro de la pobreza en que crecimos siempre tuvimos apoyo. Yo no entiendo por qué los otros hermanos se hacen los locos y no ayudan", confesó.

Apuntó que de los seis hermanos que tiene, sólo dos aportan algo a sus padres. No tiene idea alguna de por qué se genera ese comportamiento, ignorancia compartida por Luis y Juana.
Panorama tétrico

"Vivíamos en una casa alquilada, pero al gastar todo en medicamentos terminaron por sacarnos. No teníamos otro lugar adónde ir que este rincón. Aunque esté lleno de ratones y cucarachas, es lo que hay", expresó doña Juana mientras un suspiro desmentía su resignación.

Ambos están enfermos. Logran sobrevivir gracias a la ayuda de algunos comerciantes de la zona que les ofrecen mercancías para luego dividir las ganancias. Así comen lo que pueden. Así compran la mitad de los medicamentos que necesitan.

Don Luis dijo que una amiga le "consiguió" una tarjeta del Seguro Nacional de Salud (Senasa) y con eso un doctor le pasa algunas pastillas que requiere. Las que necesita para combatir la úlcera las compra cuando las ventas del negocio pasan de RD$500. Pasa semanas sin tomarlas.

Aunque De Jesús ya se siente derrotado, Bautista mantiene un pedazo de fe latente. "Le pido a Dios que se haga su voluntad. No deseo riqueza, lo que quiero es tener dónde vivir. Con eso puedo morir tranquila", exclamó.

Los vendedores ambulantes Iván Puello y Sara Guzmán coinciden en que la pareja se ha adaptado a esa situación porque al Estado parece no importarle su dolencia. Hay otros que duermen en el mercado, pero son drogadictas, alcohólicos o enfermos mentales.

Frente a la casucha de los esposos se venden "botellas milagrosas". Quien las vende confesó que no hay panacea para cambiar el sombrío panorama en que la desahuciada pareja posiblemente celebrará sus bodas de oro.

Tienen siete hijos, uno de ellos trabaja en una banca de loterías. Sólo tres les aportan entre RD$100 y 200
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