El doble filo de los antibióticos
Por Julio Amado Castaños Guzmán
Uno de los más relevantes logros en el siglo XX indudablemente lo fue la introducción de los antibióticos. Fue con el aporte de Alexander Fleming, inicialmente fortuito, al observar la inhibición al crecimiento bacteriano con la aplicación de un hongo, lo que más tarde se aisló, y se logró lo que se denominó y se industrializó con el nombre de Penicilina.
Esto modificó favorablemente la mortalidad de la humanidad a causa de las infecciones bacterianas y también marcó el inicio de una nueva era: la de los antimicrobianos.
Uno de los más relevantes logros en el siglo XX indudablemente lo fue la introducción de los antibióticos. Fue con el aporte de Alexander Fleming, inicialmente fortuito, al observar la inhibición al crecimiento bacteriano con la aplicación de un hongo, lo que más tarde se aisló, y se logró lo que se denominó y se industrializó con el nombre de Penicilina.
Esto modificó favorablemente la mortalidad de la humanidad a causa de las infecciones bacterianas y también marcó el inicio de una nueva era: la de los antimicrobianos.
Es desde entonces que se ha diseñado y desarrollado una industria contra los agentes infecciosos.
Pero el uso y abuso de los antibióticos se ha convertido en un enorme
problema. Las bacterias han ido desarrollando mecanismos de resistencia
y se ha planteado desde hace ya un tiempo un verdadero duelo entre la
efectividad de un antibiótico y la resistencia bacteriana.
En el pasado, curar una infección por una bacteria común, como por ejemplo el estafilococo, era muy fácil para la penicilina. Hoy es imposible si no se usan agentes diseñados y ensamblados contra el estafilococo. Esta situación se ha transferido a la conducta biológica de la mayoría de las bacterias que infestan al hombre y cada vez su erradicación es más difícil.
Su origen radica en el uso desmedido y no adecuado por la población. Cuando una bacteria sobrevive a un ataque con un antimicrobiano, desarrolla resistencia bacteriana, la que se transfiere genéticamente a sus generaciones futuras.
En los países desarrollados para obtener antibióticos se precisa de una receta o indicación médica. En nuestro país el dispendio de estos fármacos no tiene control y cualquiera puede ir a una farmacia y adquirirlos como si se tratase de un desodorante. Eso permite que quien sea pueda iniciar un tratamiento de forma empírica.
Si no adquirimos conciencia y no se toman las medidas de control en el uso de los antibióticos, se puede predecir que en un futuro no muy lejano, estaremos enfrentando enfermedades infecciosas difíciles y en algunos casos imposibles de controlar y menos curar.
En el pasado, curar una infección por una bacteria común, como por ejemplo el estafilococo, era muy fácil para la penicilina. Hoy es imposible si no se usan agentes diseñados y ensamblados contra el estafilococo. Esta situación se ha transferido a la conducta biológica de la mayoría de las bacterias que infestan al hombre y cada vez su erradicación es más difícil.
Su origen radica en el uso desmedido y no adecuado por la población. Cuando una bacteria sobrevive a un ataque con un antimicrobiano, desarrolla resistencia bacteriana, la que se transfiere genéticamente a sus generaciones futuras.
En los países desarrollados para obtener antibióticos se precisa de una receta o indicación médica. En nuestro país el dispendio de estos fármacos no tiene control y cualquiera puede ir a una farmacia y adquirirlos como si se tratase de un desodorante. Eso permite que quien sea pueda iniciar un tratamiento de forma empírica.
Si no adquirimos conciencia y no se toman las medidas de control en el uso de los antibióticos, se puede predecir que en un futuro no muy lejano, estaremos enfrentando enfermedades infecciosas difíciles y en algunos casos imposibles de controlar y menos curar.