Las Mujeres de los Dictadores
El
romance no pasa inadvertido para nadie: “Lenin, con sus ojitos
mongoles, mira sin cesar a esa francesita”, cuenta el socialista francés
Charles Rappoport, que asiste a los cursos. La madre de Nadia se
indigna por esa situación escandalosa. Intenta persuadir a su hija para
que salga de ella.
Nadie ofrece a Lenin abandonarlo durante el verano de
1911 para dejar que viva su historia con Inessa. No es la primera vez
que se lo propone. Él le pide que se quede. También ella le es
indispensable. Nadia ha compartido su visión, lo entiende perfectamente
y, en ese viaje sin fin que ambos han emprendido, le proporcionan una
estabilidad, un punto de referencia.
Inessa halaga su intelecto y su
pasión, volviéndolo a un nivel simplemente humano, el del afecto.
Comparten el amor por Beethoven, y ambos han modelado sus personajes
inspirándose en los de la novela de Chernyshevsky ¿Qué hacer? Se proyectan en el papel del hombre y la mujer protagonistas.
Cuando regresan a París tras el periodo de Longjumeau, al final del
verano de 1911, Inessa alquila un piso en el número 2 de la rue
Marie-Rose, en el edificio aledaño al que habitan ahora Lenin y Nadia.
Privada de los hijos, la pareja se vuelca en los de Inessa. “Tú eres un
bolchevique”, le decía Lenin a André, el hijo que Inessa había tenido
con Vlady.
Poco a poco se crea una simbiosis entre las dos familias. Lenin ha
logrado convencer a Nadia de que no la dejará nunca. Por tanto, ella
acepta a Inessa en su vida durante seis años de lo que podemos denominar
un ménage à trois.
Un ménage à trois
Pero una mujer -ni dos- no bastan para satisfacer a Vladimir Ilich.
La experiencia de Longjumeau no ha hecho más que acrecentar su ambición.
Debe encontrar otro medio para hacer oír su pensamiento, hasta Rusia.
Al verano siguiente Lenin y Nadia van a Cracovia, que entonces está en
la Polonia austriaca.
Como la policía austriaca no colabora con la
Okhrana, Lenin será más libre para imprimir sus panfletos. Nadia, que se
ha convertido en una experta en borrar las pistas alrededor de ellos,
se las arregla con las mujeres campesinas del mercado para hacer llegar
sus cartas a Rusia. Lenin funda un periódico: Pravda. En San Petersburgo
los editores son reticentes. Allí todavía no es más que un agitador…