El romántico San Valentín de Al Capone
La «matanza de San Valentín»,
como pasó a la historia aquel suceso, acabó con la imagen más
carismática que el mafioso tenía en la sociedad de la época y puso de
manifiesto su cara más despiadada. Así recogió ABC el suceso en su edición del día siguiente:
«Un grupo de bandidos, disfrazados de policías, irrumpió esta mañana en
la casa donde tenía establecido su cuartel general una partida rival.
Los asaltantes encontraron en una habitación a ocho individuos de
aquella, y les obligaron a pasarse a otro aposento contiguo. Una vez
allí, les hicieron alinearse contra la pared y alzasen las manos, hecho
lo cual les acribillaron a tiros con una ametralladora».
Tras la matanza, Capone se impuso como principal distribuidor de alcohol
Tras el derramamiento de sangre, Al Capone se impuso como el principal distribuidor de alcohol en los años de la Ley Seca. Pero todo había comenzado cinco años antes, cuando el mentor de Capone, el mítico John Torrio, acribilló al líder de la banda con la que se disputaba el contabando de alcohol, Dion OŽBanion, después de que este le vendiera una cervecería en la que sabía que iba a haber una redada policial.
Los hombres de OŽBanion, un tal Hymie Weiss y el citado Bug Moran,
no tardaron el ocupar el lugar dejado por su jefe e iniciar una serie
de atentados contra Capone en señal de venganza. Entonces Torrio decidió
alejarse unos meses de Chicago y dejar los negocios del alcohol y la
prostitución a su chico, Capone, que intentó negociar con Weiss, de 28
años. Éste se negó, firmando, sin saberlo, su sentencia de muerte. Sólo
quedaba Moran.
«Machine gun»
Cuando Moran y los suyos vieron acercarse a una patrulla de
Policía, sintieron que algo no iba como debía. Habían pagado su cuota a
la autoridades y, por lo tanto, deberían dejarles trabajar en paz. Aún
así, no huyeron, a excepción de Moran, que vio como llegaba la patrulla y
decidió no ir al encuentro de sus compañeros. Entonces, los hombres de
Capone, incluido el temido McGurn, conocido como «Machine gun», pasaron a
los hombres de Moran a otra habitación y los pusieron contra la pared.
Estos obedecieron pensando que eran polícias de verdad y que el
malentendido se solucionaría enseguida. Lo siguiente que se oyó fue el
ruido ensordecedor de las ametralladoras.
«Más tarde, al penetrar la Policía en aquella casa,
encontró los ocho cadáveres –contaba ABC sobre la víctimas, que en
realidad eran siete–, todos los cuales presentaban heridas. Casi todas
mortales de necesidad, y el que menos tenía diez balazos».
Una semana después este periódico contaba que se había detenido a los responsables de la matanza.
Pero Capone, el instigador, alegó ante las autoridades que él se
encontraba en Miami, y «Machine gun», que había pasado el día con su
novia.
A pesar de que el crimen inundó las páginas de los
periódicos y de que Capone nunca fue declarado culpable por ello, lo
cierto es que su carrera al margen de la ley comenzó a ir en picado y,
poco después, fue detenido por evasión de impuestos. Moriría en 1947,
arruinado, físicamente muy débil y psicológicamente destrozado.