Seguridad para todos
Por: Cándida Figuereo, Periodista
La seguridad ciudadana acusa una crisis profunda que pasó a cuidados intensivos causando pavor, al extremo de que en la especie homo sapiens actual se tienen miedo unos a otros.
Se trata de un problema añejo, acentuado en los años recientes y llevando al desasosiego general. Habría que ver a Sigmund Freud en estos momentos intentando aplicar una catarsis masiva.
De ahí que la anunciada Alianza por la seguridad ciudadana abre una brecha de esperanza, debe ser aplicada a nivel nacional y apoyada por toda la población.
Los robos y los saltos se han convertido en el pan nuestro de cada día. Buena parte de las víctimas no acuden a poner querella porque usualmente no le hacen caso o no ven el resultado. Gratifica pensar que ahora todo cambie en ese sentido.
No hay sector que haya escapado a estas fechorías, de las cuales son víctimas no pocos hogares, negocios, taxistas, transeúntes y hasta los lugares santos.
Formo parte del grupo de las víctimas. Echaba maíz a un centenar de palomas que me visitan cada mañana, en la acera de la calle donde resido, cuando un hombre y una mujer en un motor me amenazaron con darme un tiro si no le entregaba mi anillo matrimonial.
A una compañera de trabajo que abordó un carro público recientemente, estos asaltantes la despojaron de su anillo de graduación y el dinero que llevaba, lo mismo hicieron a los demás que iban en el vehículo.
Se trata de un hombre y una mujer, ambos jóvenes, en un motor. En otro motor va un hombre. Este se pone del lado del chofer para que no avance, mientras del lado opuesto la mujer y el hombre saquean a pasajeros.
Tengo entendido que estos desaprensivos gustan de estos anillos y los de graduación por los que al parecer en algunas compraventas pagan 3 mil y 5 mil pesos, respectivamente.
Si fuere así, indica que algunos negocios parecen no tener controles. Se supone que deben pedir constancia de recibo de compra y constatar la veracidad antes de una transacción de este o cualesquiera otro objeto.
Para los robos y asaltos no hay hora, día ni lugar que se respete. Esa situación tiene a los padres en zozobra. Cada vez que un hijo sale a la calle a labores de estudios, trabajo o diligencias diversas lo encomendamos a Dios y le reiteramos diariamente que estén alerta ante cualquier persona que se les acerque.
A causa de la ola delictiva no pocos prefieren no salir a lugares de recreo, a caminatas para ejercitarse, a visitar cuantos lugares hermosos tiene la República Dominicana.
La vigilancia y control de esta epidemia delictiva necesita atención diurna y nocturna, de autoridades que cumplan con su trabajo sin amilanarse y caer en dulzura.
Precisa además que la justicia cumpla su rol con más ahínco, para que un
bandolero que asalta, mata y roba no salga a los pocos día de la cárcel a delinquir. O que figure que está preso, mientras anda por las calles haciendo de las suyas.
Se debe evitar que cuando una persona ponga una denuncia, el bandolero lo sepa antes de que el querellante llegue a su casa. Así no se vale porque hace pensar otras cosas no gratas.
La acción contra la delincuencia debe aplicarse a nivel nacional dada su gravedad. Es un asunto en el que debe colaborar cada dominicano, según las circunstancias, para que extranjeros y nativos sigamos disfrutando de paz y mejor convivencia.
Lo anterior iría en beneficio de una gran parte del comercio en sus distintas vertientes y de la apreciada visita de extranjeros que añoran este país por su referencia de tantas personas afables y de un sol que da para todos.
La seguridad ciudadana acusa una crisis profunda que pasó a cuidados intensivos causando pavor, al extremo de que en la especie homo sapiens actual se tienen miedo unos a otros.
Se trata de un problema añejo, acentuado en los años recientes y llevando al desasosiego general. Habría que ver a Sigmund Freud en estos momentos intentando aplicar una catarsis masiva.
De ahí que la anunciada Alianza por la seguridad ciudadana abre una brecha de esperanza, debe ser aplicada a nivel nacional y apoyada por toda la población.
Los robos y los saltos se han convertido en el pan nuestro de cada día. Buena parte de las víctimas no acuden a poner querella porque usualmente no le hacen caso o no ven el resultado. Gratifica pensar que ahora todo cambie en ese sentido.
No hay sector que haya escapado a estas fechorías, de las cuales son víctimas no pocos hogares, negocios, taxistas, transeúntes y hasta los lugares santos.
Formo parte del grupo de las víctimas. Echaba maíz a un centenar de palomas que me visitan cada mañana, en la acera de la calle donde resido, cuando un hombre y una mujer en un motor me amenazaron con darme un tiro si no le entregaba mi anillo matrimonial.
A una compañera de trabajo que abordó un carro público recientemente, estos asaltantes la despojaron de su anillo de graduación y el dinero que llevaba, lo mismo hicieron a los demás que iban en el vehículo.
Se trata de un hombre y una mujer, ambos jóvenes, en un motor. En otro motor va un hombre. Este se pone del lado del chofer para que no avance, mientras del lado opuesto la mujer y el hombre saquean a pasajeros.
Tengo entendido que estos desaprensivos gustan de estos anillos y los de graduación por los que al parecer en algunas compraventas pagan 3 mil y 5 mil pesos, respectivamente.
Si fuere así, indica que algunos negocios parecen no tener controles. Se supone que deben pedir constancia de recibo de compra y constatar la veracidad antes de una transacción de este o cualesquiera otro objeto.
Para los robos y asaltos no hay hora, día ni lugar que se respete. Esa situación tiene a los padres en zozobra. Cada vez que un hijo sale a la calle a labores de estudios, trabajo o diligencias diversas lo encomendamos a Dios y le reiteramos diariamente que estén alerta ante cualquier persona que se les acerque.
A causa de la ola delictiva no pocos prefieren no salir a lugares de recreo, a caminatas para ejercitarse, a visitar cuantos lugares hermosos tiene la República Dominicana.
La vigilancia y control de esta epidemia delictiva necesita atención diurna y nocturna, de autoridades que cumplan con su trabajo sin amilanarse y caer en dulzura.
Precisa además que la justicia cumpla su rol con más ahínco, para que un
bandolero que asalta, mata y roba no salga a los pocos día de la cárcel a delinquir. O que figure que está preso, mientras anda por las calles haciendo de las suyas.
Se debe evitar que cuando una persona ponga una denuncia, el bandolero lo sepa antes de que el querellante llegue a su casa. Así no se vale porque hace pensar otras cosas no gratas.
La acción contra la delincuencia debe aplicarse a nivel nacional dada su gravedad. Es un asunto en el que debe colaborar cada dominicano, según las circunstancias, para que extranjeros y nativos sigamos disfrutando de paz y mejor convivencia.
Lo anterior iría en beneficio de una gran parte del comercio en sus distintas vertientes y de la apreciada visita de extranjeros que añoran este país por su referencia de tantas personas afables y de un sol que da para todos.