Desayuno escolar, un incentivo para niños de El Sidral
: PorEl Caribe
En una comunidad tan pobre como El Sidral, el desayuno escolar es mucho más que eso. Es un estímulo para familias que aspiran a superar sus precariedades.
En esta comunidad, situada al sur del municipio Villa Altagracia, la gente vive del día que pueda pagarle algún productor de cacao en sus plantaciones; de los contados empleos que proporciona una planta de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) instalada en la zona, y unos cuantos hombres ganan el sustento de sus familias con el motoconcho.
Hasta allí, en esta comunidad escondida, donde la miseria se oculta entre la belleza de la espesa vegetación y el cantar de riachuelos que nacen en las verdes montañas, llega la merienda que el Ministerio de Educación llama PAE-Real, que no es más que un suculento desayuno de plátano acompañado de huevo, salami y queso, adornado con cebolla.
El Programa de Alimentación Escolar (PAE) cumple en este poblado una misión fundamental: ayuda a que decenas de pequeños acudan animados a la escuela, con la intención de nutrirse del pan de la enseñanza que les ofrecen unos mal pagados y sacrificados profesores.
Y sí que tienen razones suficientes para asistir contentos a la escuela estos pequeñines. Muchos de ellos se desayunan a las 10:00 de la mañana y regresan a sus casas con sus barrigas llenas y sus corazones más felices aun.
Deiri Juliana Zorilla, de ocho años, asegura que hay veces en que llega a su hogar y deja para más tarde la comida que le guardan sus padres.
“A mí me gusta mucho este desayuno, porque me alimenta y me ayuda a estudiar”, expresa Deiri. Para variar, las mujeres encargadas de la cocina de la escuela El Sidral, les preparan arroz con leche y plátanos fritos. Y para completar el banquete mañanero reciben un vaso de chocolate o de avena.
“Es agradable ver cómo se ponen estos muchachos cuando les damos su desayuno”, comenta satisfecha la cocinera Luisa Alcántara. Esta mujer, junto con la señora Carmela Rosario, son las responsables de preparar el menú de cada día. Llegan a las 7:30 de la mañana y comienzan a pelar plátanos para hervirlos y servir el desayuno a la hora indicada.
Se retiran a sus casas a las 11:00 de la mañana, cuando dejan los trastes limpios, y regresan a las 3:00 de la tarde, para cumplir con la tanda vespertina. Todo esto sin recibir un centavo a cambio por parte del Ministerio de Educación.
El único pago que reciben estas mujeres es el gozo de ver a tantas caras inocentes sonrientes.
Hace dos años, cuando comenzaron a cocinar, Educación les consiguió dos mil pesos, pero estas damas aseguran que desde entonces realizan esa tarea diaria sin que se les pague un centavo. Lo hacen porque son madres y les preocupa el futuro de la comunidad, aunque igual son de pobres y luchan por subsistir.
Testimonio
Los profesores conocen mejor que nadie la realidad de El Sidral, porque no solo concentran su labor docente en educar a los niños, sino que se involucran en sus problemas y en las posibles soluciones. Por eso valoran como positivo que las autoridades estén conscientes de que sin comida no hay esfuerzos de superación que valgan.
“Esto ha sido algo muy grandioso. Esta es una comunidad rural, donde la gente es muy pobre y a través del desayuno los niños se sienten más motivados, porque algunos padres no poseen los recursos para enviarlos a la escuela”, expresa el profesor Clemencio Medina.
Los profesores de este centro educativo aprovecharon para pedirle al Gobierno que construya un aula adicional, para estudiantes del segundo y quinto grado de primaria, que actualmente reciben clases en una rancheta sin paredes e improvisada cerca del baño de la escuela.
La escuela tampoco tiene un comedor y los niños comen el desayuno dentro de las aulas.
En una comunidad tan pobre como El Sidral, el desayuno escolar es mucho más que eso. Es un estímulo para familias que aspiran a superar sus precariedades.
En esta comunidad, situada al sur del municipio Villa Altagracia, la gente vive del día que pueda pagarle algún productor de cacao en sus plantaciones; de los contados empleos que proporciona una planta de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) instalada en la zona, y unos cuantos hombres ganan el sustento de sus familias con el motoconcho.
Hasta allí, en esta comunidad escondida, donde la miseria se oculta entre la belleza de la espesa vegetación y el cantar de riachuelos que nacen en las verdes montañas, llega la merienda que el Ministerio de Educación llama PAE-Real, que no es más que un suculento desayuno de plátano acompañado de huevo, salami y queso, adornado con cebolla.
El Programa de Alimentación Escolar (PAE) cumple en este poblado una misión fundamental: ayuda a que decenas de pequeños acudan animados a la escuela, con la intención de nutrirse del pan de la enseñanza que les ofrecen unos mal pagados y sacrificados profesores.
Y sí que tienen razones suficientes para asistir contentos a la escuela estos pequeñines. Muchos de ellos se desayunan a las 10:00 de la mañana y regresan a sus casas con sus barrigas llenas y sus corazones más felices aun.
Deiri Juliana Zorilla, de ocho años, asegura que hay veces en que llega a su hogar y deja para más tarde la comida que le guardan sus padres.
“A mí me gusta mucho este desayuno, porque me alimenta y me ayuda a estudiar”, expresa Deiri. Para variar, las mujeres encargadas de la cocina de la escuela El Sidral, les preparan arroz con leche y plátanos fritos. Y para completar el banquete mañanero reciben un vaso de chocolate o de avena.
“Es agradable ver cómo se ponen estos muchachos cuando les damos su desayuno”, comenta satisfecha la cocinera Luisa Alcántara. Esta mujer, junto con la señora Carmela Rosario, son las responsables de preparar el menú de cada día. Llegan a las 7:30 de la mañana y comienzan a pelar plátanos para hervirlos y servir el desayuno a la hora indicada.
Se retiran a sus casas a las 11:00 de la mañana, cuando dejan los trastes limpios, y regresan a las 3:00 de la tarde, para cumplir con la tanda vespertina. Todo esto sin recibir un centavo a cambio por parte del Ministerio de Educación.
El único pago que reciben estas mujeres es el gozo de ver a tantas caras inocentes sonrientes.
Hace dos años, cuando comenzaron a cocinar, Educación les consiguió dos mil pesos, pero estas damas aseguran que desde entonces realizan esa tarea diaria sin que se les pague un centavo. Lo hacen porque son madres y les preocupa el futuro de la comunidad, aunque igual son de pobres y luchan por subsistir.
Testimonio
Los profesores conocen mejor que nadie la realidad de El Sidral, porque no solo concentran su labor docente en educar a los niños, sino que se involucran en sus problemas y en las posibles soluciones. Por eso valoran como positivo que las autoridades estén conscientes de que sin comida no hay esfuerzos de superación que valgan.
“Esto ha sido algo muy grandioso. Esta es una comunidad rural, donde la gente es muy pobre y a través del desayuno los niños se sienten más motivados, porque algunos padres no poseen los recursos para enviarlos a la escuela”, expresa el profesor Clemencio Medina.
Los profesores de este centro educativo aprovecharon para pedirle al Gobierno que construya un aula adicional, para estudiantes del segundo y quinto grado de primaria, que actualmente reciben clases en una rancheta sin paredes e improvisada cerca del baño de la escuela.
La escuela tampoco tiene un comedor y los niños comen el desayuno dentro de las aulas.