Se cumplen 149 años del inicio de la guerra de la Restauración
El 16 de agosto de 1863 Gregorio Luperón se alzó contra la anexión a España, que abandonó el país en 1865
La clase campesina luchó junto a Gregorio Luperón. (Foto: La clase campesina luchó junto a Gregorio Luperóna)
Los años siguientes a la Independencia de la República el 27 de Febrero de 1844, para la joven nación fueron de inestabilidad, alcanzando su punto más crítico con la deposición del presidente Buenaventura Báez por parte del general Pedro Santana.
Santana asume el poder en medio de una grave crisis económica debido a que la administración de Báez había quebrado el país, por lo que a 17 años de haberse proclamado la independencia, éste pide a España que retome el control del país, enarbolando como argumento la fortaleza militar de Haití y el temor de que nuevamente el vecino se lanzara a una nueva ocupación.
Para España fue la puesta en bandeja de una nueva oportunidad de controlar América Latina, sobre todo porque Estados Unidos se encontraba envuelto en la guerra de secesión del Norte contra el Sur y no podía ocuparse de imponer la famosa doctrina “América para los americanos” enarbolada en 1823 por John Quincy Adams y atribuida a James Monroe. Fue así como el 18 de marzo de 1861 Santana anunció la anexión, convirtiéndose en gobernador general de la recién creada jurisdicción.
Dominio español
Las reacciones no se hicieron esperar. El 2 de mayo el general José Contreras se alzó en armas y Francisco del Rosario Sánchez encabezó una invasión desde Haití. Junto a unos 20 patriotas Sánchez fue herido y capturado, llevado a El Cercado, en San Juan de la Maguana, y condenado a muerte. Un pelotón de fusilamiento puso fin a su vida el 4 de julio de 1861. Santana renunció a su cargo en enero de 1862.
Las medidas económicas asumidas irritaban cada día más a la población. Los ciudadanos estaban obligados a entregar sus animales de trabajo a los militares españoles sin ningún tipo de garantía de indemnización, se impusieron altos aranceles para los productos que no eran españoles y se trató de crear un monopolio en la producción y comercialización del tabaco.
Igualmente, rumores cada vez más insistentes anunciaban que los españoles volverían a establecer la esclavitud, abolida durante la ocupación haitiana, y que nuevamente ciudadanos dominicanos serían enviados a Cuba y Puerto Rico para servir a la corona española.
Además, España había emitido una orden real en enero de 1862 declarando su intención de recuperar los territorios fronterizos que Toussaint Louverture había tomado para Haití en 1794, por lo que procedieron a desalojar a los haitianos que vivían en la frontera. Ante el hecho, el presidente haitiano Fabre Geffrard renunció y empezó a ayudar a los rebeldes dominicanos.
La guerra
Ante el nuevo cuadro, el entonces joven general Gregorio Luperón asumió el liderazgo rebelde en la lucha por restablecer la soberanía dominicana.
El 16 de agosto de 1863, un nuevo grupo bajo su liderazgo y el de Santiago Rodríguez hizo una audaz incursión y levantaron la bandera dominicana en el cerro de Capotillo. El Grito de Capotillo fue el comienzo de la guerra.
Una ciudad tras otra en el Cibao y en el Sur se sumaron a la rebelión. España tuvo momentos difíciles en la lucha contra los rebeldes.
En el transcurso de la guerra, perderían más de 33 millones de pesos y sufrirían más de 10,000 víctimas. En España la guerra era percibida como impopular e innecesaria, ya que la corona no necesitaba el territorio dominicano.
En medio de una crisis interna, el primer ministro español, Leopoldo O’Donnell, renunció al cargo.
El ministro de Guerra de España ordenó el cese de las operaciones militares en la isla, mientras que el nuevo primer ministro Ramón María Narváez llevó el asunto ante las Cortes Generales para tratar el asunto.
Las Cortes Generales sentenciaron que ante las dificultades internas España no podía ocuparse del país.
El 3 de marzo de 1865, la reina Isabel II firmó la anulación de la anexión, y el 15 de julio las tropas españolas abandonaron la isla.
Luperón
No hay nada más aterrador que una derrota: porque los que han sido derrotados en todas las partes ven al enemigo”.
Sánchez
Para enarbolar el pabellón dominicano fue necesario derramar la sangre de los Sánchez; para arriarlo se necesita también la de los Sánchez”.
La clase campesina luchó junto a Gregorio Luperón. (Foto: La clase campesina luchó junto a Gregorio Luperóna)
Los años siguientes a la Independencia de la República el 27 de Febrero de 1844, para la joven nación fueron de inestabilidad, alcanzando su punto más crítico con la deposición del presidente Buenaventura Báez por parte del general Pedro Santana.
Santana asume el poder en medio de una grave crisis económica debido a que la administración de Báez había quebrado el país, por lo que a 17 años de haberse proclamado la independencia, éste pide a España que retome el control del país, enarbolando como argumento la fortaleza militar de Haití y el temor de que nuevamente el vecino se lanzara a una nueva ocupación.
Para España fue la puesta en bandeja de una nueva oportunidad de controlar América Latina, sobre todo porque Estados Unidos se encontraba envuelto en la guerra de secesión del Norte contra el Sur y no podía ocuparse de imponer la famosa doctrina “América para los americanos” enarbolada en 1823 por John Quincy Adams y atribuida a James Monroe. Fue así como el 18 de marzo de 1861 Santana anunció la anexión, convirtiéndose en gobernador general de la recién creada jurisdicción.
Dominio español
Las reacciones no se hicieron esperar. El 2 de mayo el general José Contreras se alzó en armas y Francisco del Rosario Sánchez encabezó una invasión desde Haití. Junto a unos 20 patriotas Sánchez fue herido y capturado, llevado a El Cercado, en San Juan de la Maguana, y condenado a muerte. Un pelotón de fusilamiento puso fin a su vida el 4 de julio de 1861. Santana renunció a su cargo en enero de 1862.
Las medidas económicas asumidas irritaban cada día más a la población. Los ciudadanos estaban obligados a entregar sus animales de trabajo a los militares españoles sin ningún tipo de garantía de indemnización, se impusieron altos aranceles para los productos que no eran españoles y se trató de crear un monopolio en la producción y comercialización del tabaco.
Igualmente, rumores cada vez más insistentes anunciaban que los españoles volverían a establecer la esclavitud, abolida durante la ocupación haitiana, y que nuevamente ciudadanos dominicanos serían enviados a Cuba y Puerto Rico para servir a la corona española.
Además, España había emitido una orden real en enero de 1862 declarando su intención de recuperar los territorios fronterizos que Toussaint Louverture había tomado para Haití en 1794, por lo que procedieron a desalojar a los haitianos que vivían en la frontera. Ante el hecho, el presidente haitiano Fabre Geffrard renunció y empezó a ayudar a los rebeldes dominicanos.
La guerra
Ante el nuevo cuadro, el entonces joven general Gregorio Luperón asumió el liderazgo rebelde en la lucha por restablecer la soberanía dominicana.
El 16 de agosto de 1863, un nuevo grupo bajo su liderazgo y el de Santiago Rodríguez hizo una audaz incursión y levantaron la bandera dominicana en el cerro de Capotillo. El Grito de Capotillo fue el comienzo de la guerra.
Una ciudad tras otra en el Cibao y en el Sur se sumaron a la rebelión. España tuvo momentos difíciles en la lucha contra los rebeldes.
En el transcurso de la guerra, perderían más de 33 millones de pesos y sufrirían más de 10,000 víctimas. En España la guerra era percibida como impopular e innecesaria, ya que la corona no necesitaba el territorio dominicano.
En medio de una crisis interna, el primer ministro español, Leopoldo O’Donnell, renunció al cargo.
El ministro de Guerra de España ordenó el cese de las operaciones militares en la isla, mientras que el nuevo primer ministro Ramón María Narváez llevó el asunto ante las Cortes Generales para tratar el asunto.
Las Cortes Generales sentenciaron que ante las dificultades internas España no podía ocuparse del país.
El 3 de marzo de 1865, la reina Isabel II firmó la anulación de la anexión, y el 15 de julio las tropas españolas abandonaron la isla.
Luperón
No hay nada más aterrador que una derrota: porque los que han sido derrotados en todas las partes ven al enemigo”.
Sánchez
Para enarbolar el pabellón dominicano fue necesario derramar la sangre de los Sánchez; para arriarlo se necesita también la de los Sánchez”.