Rusia es un país imposible de conquistar

Autor: Mijaíl Aristov

Foto: RIA Novosti

El 22 de junio de 1941, las tropas de Alemania invadieron la Unión Soviética. Como escribió Hitler, el objetivo la “destrucción completa de la fuerza vital de Rusia”, la ocupación de su territorio y la subyugación de su pueblo.

Pero el proyecto del fuhrer, quien en los dos años anteriores había paseado por toda Europa se vino al suelo. En su plan de guerra relámpago no figuraba una resistencia tan tenaz y heroica. Y así, aquel ataque a la Unión Soviética fue el comienzo del desplome del Tercer Reich.

La invasión del ejército hitleriano, por su poderío, no tenía precedente histórico: cinco millones y medio de hombres, más de cuatro mil tanques, cinco mil aviones, cerca de cincuenta mil cañones y morteros. Los ataques masivos de la artillería y los bombardeos causaron un daño enorme al Ejército Rojo. Ya en los primeros días de la guerra fue destruida una parte considerable de los pertrechos y del material de guerra. Mil doscientos aviones no alcanzaron a despegar y quedaron inutilizados. El plan “Barbarossa”, trazado por la Wehrmacht un año antes de la invasión a la URSS, preveía el rápido descalabro de las principales fuerzas del Ejército Rojo. En dos o tres meses pensaban ya ocupar Moscú y Leningrado.

“Mientras más pronto derrotemos a Rusia tanto mejor. La operación tendrá sentido solo en el caso de que, con un solo golpe demoledor, destruyamos el Estado íntegramente”, afirmaba Hitler. La resistencia fue heroica. Una contienda clave en su camino hasta Moscú fue la batalla de Smolensk que se prolongó dos meses. Como resultado, el enemigo pudo acercarse a la capital bien entrado el otoño de 1941, explica el Doctor en Historia Andrei Sajarov:

—En los hechos, el enemigo había perdido el ritmo y muchos combatientes de las tropas nazis estaban desmoralizados. Y lo principal es que, la resistencia del ejército soviético y del pueblo, su tenacidad y firmeza hicieron en la práctica fracasar el plan “Barbarossa”. Más adelante estaba claro que vendría una guerra extenuante, cuyas perspectivas eran del todo fatales para Alemania.

Hitler subvaloró la capacidad de movilización de la URSS, que en un plazo sumamente breve logró reformar el ejército, evacuar empresas y crear un poderoso puño militar industrial en los Urales y en Siberia. Y el 5 de diciembre de 1941 comenzó la contraofensiva. La Batalla de Moscú dio un giro a la marcha de la II Guerra Mundial, apunta el Doctor en Historia Mijaíl Miagkov:

—El ejército alemán sufrió un daño tal, que hasta ese momento había conocido en ninguna contienda. Después de la Batalla de Moscú, algunos altos generales declararon que, la derrota de la Unión Soviética es ahora, en principio, imposible, razón por la que es indispensable resolver los asuntos solo políticamente. Hitler dió de baja entonces a numerosos generales. Estaba indignado, enfurecido, pues había sido interrumpida la sucesión de brillantes victorias. Sus ejércitos habían sido frenados a las puertas de Moscú, para a continuación comenzar el repliegue.

Durante la contraofensiva, las tropas soviéticas comandadas por el general Gueorgui Zhukov, liberó de los agresores, en dos días, más de once mil poblados. Desde el comienzo de la guerra hasta esa altura, las pérdidas del invasor sumaban más de un millón y medio de hombres. Después de la Batalla de Moscú, tribunales de guerra alemanes condenaron unos sesenta y dos mil soldados y oficiales por haber abandonado sus posiciones, destaca el Doctor en Historia Yuri Pivovarov:

Rusia es un país que no se puede conquistar. Napoleón dio fe de ello, y Hitler. Habiendo derrotado incluso al Ejército Rojo al comienzo de la guerra, y habiendo llegado hasta Moscú, de todas maneras no pudo hacer nada mas ni con este pueblo, ni con este clima ni con estas distancias.

El 22 de junio de 1941 y el 9 de mayo de 1945 son dos fechas que han quedado para siempre grabadas en la memoria de muchas generaciones de Rusia. Las separan mil cuatrocientos dieciocho días y noches de la Gran Guerra Patria, que se cobró más de veintisiete millones de soldados y de civiles de la Unión Soviética. Fueron destruidas mil setecientas diez ciudades y unas cien mil aldeas, decenas de miles de empresas industriales. La Gran Victoria fue alcanzada a un precio inconmensurable. Pero, la fuerza siniestra que ansiaba el liderazgo mundial fue derrotada.
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