¿Quién dio la orden?

Por: Melvin Mañón

La responsabilidad de la muerte de Caamaño va más allá de quién le disparó

Francisco Alberto Caamaño fue asesinado en el año 1973. Archivo OGM Francisco Alberto (El Caribe )

¿Quién asesinó a Caamaño el 16 de febrero de 1973? Ya hasta libros publicados al respecto existen y en forma básicamente idéntica se han difundido detalles del asesinato del Che (Ernesto Guevara) en Bolivia el 8 de octubre de 1967. En ambos casos y otros que he de enumerar en estas líneas se está haciendo la pregunta equivocada.

El 10 de abril de 1919, Emiliano Zapata, el redentor de los hombres sin tierra del sur de México, sobreviviente de mil batallas, cayó en una emboscada y fue asesinado porque los mandantes de su homicidio entendieron que jamás podrían instrumentar el despojo de los campesinos mientras Zapata viviera.

En 1923, también en México, pero esta vez en el norte, Álvaro Obregón y sus hombres asesinaron a Pancho Villa, quien, como Zapata, había defendido a los campesinos y la tierra y también como aquél, se había convertido en una de las espadas sin las que la Revolución Mexicana jamás hubiera tenido lugar.

El primero de febrero de 1932, Maximiliano Hernández Martínez, quien semanas antes había instrumentado un golpe de estado en El Salvador, sofoca la rebelión campesina encabezada por Farabundo Martí y le hace morir fusilado.

Dos años más tarde, el 21 de febrero de 1934, Augusto César Sandino, el general de hombres libres que había encabezado las luchas antiimperialistas en Nicaragua, cae asesinado en una emboscada tendida por hombres a las órdenes de Anastasio Somoza.

Cuatro casos de asesinatos de líderes, notorios, inolvidables e incrustados en la historia y conciencia social latinoamericana del siglo XX. La revolución mexicana se diluyó poco a poco tras la muerte de Zapata y Villa en un proceso largo donde las élites mexicanas destrozaron las conquistas de la revolución pero dejaron la leyenda. Sustituyeron forma por contenido y poco sobrevivió.

Los salvadoreños fueron sometidos y no sería hasta 40 años más tarde que otra revolución traería de nuevo a Farabundo al centro del escenario nacional. Lo mismo podría decirse de Sandino, cuya reivindicación acontece con el triunfo de la revolución sandinista cuando esta se consagra en 1979. No se discute ahora si esos procesos fueron posteriormente abandonados y traicionados en Nicaragua o El Salvador.

Sin desmedro de numerosos asesinatos de dirigentes notables ocurridos posteriormente, dos casos y una notable excepción centran la atención de manera especial. El asesinato del Che en la Bolivia de 1967 y el de (Francisco Alberto) Caamaño en República Dominicana en 1973. Ambos crímenes podrían estar marcados por la convicción alcanzada en el campo enemigo de que, la única excepción al asesinato de un dirigente revolucionario importante tras haber sido capturado (como ya era costumbre) resultara, para ellos, en un fracaso tan costoso: Fidel Castro.

Dejando a un lado el panfleto, la acusación a veces infundada y la cultura tan criticada de echarle la culpa de todo “al imperialismo” se dispone de suficiente evidencia testimonial para concluir que el asesinato del Che fue ordenado y, dadas las circunstancias, también ejecutado por la CIA (agencia de espionaje de Estados Unidos) bajo el criterio de que, muerto el perro, se acabó la rabia.

Menos de seis años después, en febrero 1973, el coronel Caamaño es herido en combate y capturado. Horas después, ese mismo día, es asesinado bajo la misma lógica. Desde entonces, ha estado vigente el debate de dónde están sus restos y quién disparó sobre su cuerpo herido. Solamente de manera excepcional se ha debatido la pregunta verdaderamente importante: ¿Quién dio la orden?

Se dijo y murmuró en privado, durante años, que uno de los jefes militares de entonces había dado la orden después de haberla consensuado entre los mandos. Balaguer (Joaquín, era presidente de la República en ese año), se habría quitado la responsabilidad de encima, según el relato que también en privado me ha hecho un miembro de la familia Caamaño a quien el propio Balaguer le dijera que, las horas transcurridas entre la captura y el asesinato de Caamaño solamente eran explicables porque esperaban la confirmación de la orden desde fuera, no de un proceso deliberativo entre jefes militares dominicanos. Llegada la orden de la CIA (probablemente porque Balaguer no aclaró qué organismo la habría decidido) se ejecutó el asesinato. Podría pensarse, y lo hice, que los jefes militares locales no tuvieran que consultar una acción que ya estaría decidida de antemano. Sin embargo, la captura de Caamaño herido, en presencia de tantos testigos, no necesariamente tenía que haber sido prevista a semejante nivel de detalle ni tampoco su ocurrencia libera a Balaguer de responsabilidad.

¿Por qué he querido tocar este tema ahora? Esa pregunta, de quién mató a Caamaño me la han hecho durante años numerosas personas, pero fue recientemente cuando caí en la cuenta de que siempre indagaban por el homicida no por el mandante del homicidio. Fue ahora que por primera vez relacioné los asesinatos del Che y Caamaño con el hecho de que a la CIA le saliera tan caro no haber -en su momento- asesinado a Fidel. Fue ahora también cuando relacioné los otros asesinatos con un patrón incluso antes de que existiera la CIA y fue también ahora cuando caí en la cuenta de que en determinadas circunstancias el asesinato ha dado resultados muy positivos al enemigo aunque a la vuelta de un giro histórico, la misma revolución sofocada con el asesinato del líder se convirtió en la causa de todo un pueblo; como si la muerte fuera el agente fecundador de una acción que pareció, en ese momento, extemporánea. También a esta sociedad le llegará el momento de fecundar.

Se dijo en privado, durante años, que uno de los jefes militares de entonces había dado la orden después de haberla consensuado entre los mandos”.

Fue ahora que relacioné los asesinatos del Che y Caamaño con el hecho de que a la CIA le saliera tan caro no haber asesinado a Fidel”.
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