Isaac desnuda la realidad en los barrios

En el Gran Santo Domingo los pobres andaban “con los tiestos a la cabeza” y la vida en peligro por los aguaceros

Un hombre ahogado, decenas de casuchas inundadas y la llegada constante de personas a refugios fue el balance dejado ayer en el Distrito Nacional y la Provincia Santo Domingo por la tormenta Isaac a su paso por el país.

Wálter Alcántara, de 34 años, residente en el sector El Centro en Los Guarícanos, Santo Domingo Norte, se lanzó al embravecido río Yaguasa la tarde del sábado, sin que se conozcan los motivos.

El hombre era nativo del lugar, donde vive su familia, incluyendo un hijo de cinco años de edad.

Osiris García, residente al lado del puente de donde se lanzó Alcántara, vio cuando el hombre, que supuestamente estaba borracho, forcejeaba con otros que trataban de impedir que cometiera el acto suicida.

“Todo el mundo lo estaba agarrando ahí y se le zafó a la gente y se tiró por la alcantarilla de cemento”. El pequeño puente está protegido con malla ciclónica, pero el hombre penetró por un agujero y se lanzó a las embravecidas aguas.

Ayer en la mañana los moradores reanudaron la búsqueda del cadáver hasta hallarlo varios kilómetros del lugar de donde se lanzó. El cuerpo fue llevado a Patología Forense para practicarle una necropsia. La Policía investiga el hecho.

En La Barquita

Aunque hasta ayer no se había registrado víctimas, en el sector La Barquita de Santo Domingo Este, el río Ozama estaba cada vez más amenazante.

El agua penetraba a las viviendas, construidas a más de 50 metros de la ribera. La gente desesperada trataba de sacar algunos de los pocos ajuares que tenían como colchones, neveras, televisores y otros.

Pese a que la situación era de peligro inminente, muchos se dedicaban a tomar alcohol y a disfrutar merengues, salsas y bachatas, mientras que otros visiblemente preocupados, esperaban la mano amiga de las autoridades.

En toda la zona la Policía tenía el control y los miembros de la Defensa Civil, prestos para actuar. Desde el pasado jueves fue habilitado el Centro Comunitario, Capilla San José, donde 45 personas, unas 16 familias estaban refugiadas.

Sugery Mercedes Martínez, una señora embarazada y con varios hijos en el recinto, se encargaba de anotar a todo el que llegaba en condición de refugiado.

Cuenta la dama que el principal problema es la falta de alimentos, que desde hacía días no comían y aún esperaban la promesa de los Comedores Económicos de llevarles alimentos.

Lo que sí había era mucho cloro llevado por Salud Pública y agua potable.

Henry Peña, quien se identificó como un dirigente comunitario, dijo que las ayudas estaban en camino.

Debajo del Puente

Debajo del puente Francisco J. Peynado que comunica el Distrito Nacional con Santo Domingo Norte, unas 56 familias estaban en incertidumbre debido a que sus casas a penas están a unos cuatro metros del río Isabela y este amenazaba con penetrarlas.

Yolanda Ramos, es una anciana de Puerto Plata y narra que el sábado no pudo “pegar un ojo” debido al temor de que las corrientes del río la sorprendiera en su casucha junto a su esposo enfermo y un hijo.

“Yo no pude dormir esperando que subiera el río, imagínate con mi esposo enfermo, yo tengo tres años con él enfermo para dónde yo cojo, dígame usted. Yo a refugio no me voy, la última vez me hicieron pasar una vergüenza muy grande... yo me la pasé levantándome y acostándome viendo a ver si el río subía”.

Beatriz Quezada también vive en el lugar y cuenta que son de los desalojados de la Zurza que hizo la Oficina Presidencial para el Reordenamiento del Tránsito (Opret)para construir la circunvalación del Metro de Santo Domingo. Se les prometió que solo seria por seis meses y llevan más de cuatro años.

A pocos metros del lugar hay decenas de apartamentos terminados hace meses que solo esperan ser inaugurados y entregados a sus propietarios, mientras la gente vive en constante peligro con la solución de sus problemas a escasos metros.

En La Ciénaga

La situación en La Ciénaga era similar que en los barrios anteriores. Las aguas del Ozama amenazaban constantemente las casuchas de hojalata y cartones .

Allí esperaban la presencia de las autoridades, pero estas no llegaron.

“Por allí vino un señor, dejó una tarjeta y dijo que si pasaba algo que lo llamaran”, explicó Amelia Sánchez a los reporteros.

Ella dice que todos los años es lo mismo, que la gente tiene que andar con los “tiestos en el caco” cada vez que llueve.
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