Baní y su gente

Por: Agustín Perozo Barinas y Blanca Kais Barinas

Nuestro trayecto desde San Cristóbal al deslumbrante entorno costero de Puerto Hermoso en Baní fue de apenas tres cuartos de hora por una sinuosa carretera flanqueada por predios agrícolas de diversos cultivos. Predominan los árboles de mango, cuyas copas de verde oscuro contrastan con el fondo panorámico de montes lejanos, secos e imponentes.

Es la escena predominante hasta Las Calderas, que ya en el siglo XVII estaba bajo la influencia del antiguo hato de Arroyo Hondo.

La tala indiscriminada de árboles madereros como la caoba y el guayacán, la cría de chivos y la presencia de puercos cimarrones tuvieron un impacto ambiental que se extiende en esta sabana, ahora árida y pedregosa, hasta llegar al poblado de salineros y pescadores de Las Salinas. Esta región apartada, es también conocida como Los Médanos por sus dunas.

Ninguna pincelada antojadiza de cirros muy dispersos en aquel cielo desbordantemente azul y quebradizamente claro desentonaba. Auras marinas agitaban desbocadamente las aguas de aquella bahía contenida ante mansas dunas, manglares y cerros solitarios. Impreciso entender donde comenzaba o concluía toda la imagen.

Fascinados con la contemplación del lugar, caminamos hacia un atracadero que no aseguraba equilibrio alguno, pero allí, entre los pilares de derruidas maderas salpicadas de salitre, las torcidas olas encontraban alguna forma de pausado ritmo. Entramos a ese amarradero que sobresalía de aquellas aguas con tantos matices azulados y cargadas de incontables pececillos. Luego, en las orillas plateadas nos extasiamos de esta naturaleza asombrosa...

Dos navíos españoles, rumbo al cacicazgo de Jaragua en 1499, tuvieron que protegerse de un mal tiempo en esta bahía y de igual forma allí se refugió el Almirante Cristóbal Colón en trayecto a Jamaica por causa de un ciclón el 30 de julio de 1502. Ese mismo año se inicia la explotación de las salinas en Puerto Hermoso, nombre éste dado por el mismo Almirante. En un mapa de 1531 la península de Las Salinas aparece demarcada geográficamente y para 1539 la corona española aprovechaba la sal de este lugar, que se producían naturalmente, para sufragar en parte a los concejales coloniales.

Esta región era parte del cacicazgo de Managua, siendo Caonabo su último cacique. Baní era un nitainato, un territorio geopolítico que estaba bajo el mando de un nitaíno o cacique de menor jerarquía y ocupaba el extremo oriental de Managua hasta el río Nizao. La etimología de “Baní”, palabra compuesta de origen taíno, significa “padre agua”. Posiblemente se le adjudicó este nombre a la región porque así se llamaba el cacique subalterno o nitaíno. En 1534 la población indígena estaba casi extinta siendo Baní uno de los últimos reductos. Se especula que Enriquillo, desde ese año, pasó sus últimos días en Sabana Buey donde se radicó con su gente posterior a concluir su sublevación en las sierras de Bahoruco.

Para 1520 el establecimiento de varias plantaciones de caña, con sus respectivos ingenios, crea ciertos cimientos para la formación de las actuales poblaciones que existen en el municipio de Baní, en las márgenes de los ríos Nizao y Ocoa, límites naturales de la provincia Peravia. El nombre de la provincia Peravia probablemente se deriva de una corruptela del apellido Pravia de Doña Ana de Pravia, esposa del nieto del Almirante, Don Cristóbal Colón y Toledo.

A orillas del río Nizao existían tres ingenios con una población de 375 negros y 723 indios más los colonizadores españoles. Uno pertenecía al encomendero Lope de Bardecí, uno de los primeros pobladores de la isla. El apellido Bardecí se transformó luego en Valdesia. El ingenio en la ribera del río Ocoa, fundado poco antes de 1520 por el licenciado Alonso de Suazo, Oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo, tenía 150 negros y 200 indios y estaba a unos cinco kilómetros al oeste de Palmar de Ocoa y su zona de influencia abarcaba desde Palmar de Ocoa, pasando por Sabana Buey, y llegaba por el sur hasta Arroyo Hondo y por el norte a Las Carreras.

Es probable que las comunidades rurales mulatas que están al noroeste de la ciudad de Baní como son Las Tablas, Galeón, Honduras, Las Carreras, etc. tengan su origen étnico en el ingenio de Ocoa. Las ruinas de este ingenio en el Batey de las Paredes –por la paredes coloniales- son los únicos restos arquitectónicos que existen en las inmediaciones de Baní de tiempos de la Colonia.

Las devastaciones de las poblaciones del norte y del oeste de la isla ordenadas por el Gobernador Antonio Osorio en 1606 para evitar el contrabando con los piratas y corsarios franceses e ingleses ocasionaron un golpe terminal a los ingenios de Nizao y al de Ocoa. Cuando colapsó la industria azucarera en la colonia española en el siglo XVI, la colonia francesa era una rica exportadora de azúcar. La colonia española se vio precisada a producir lo que demandara el Santo Domingo Francés. En ese marco histórico es que se establecen en el valle de Baní, desde el siglo XVI y principios del siglo XVII, una serie de hatos ganaderos que más tarde darán origen a la fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Regla de Baní y al adelanto de muchas comunidades rurales banilejas como son Catalina, Paya, Peravia, Boca Canasta, El Llano, Villa Sombrero, Cañafistol, Matanzas, Arroyo Hondo, etc.

Un hato era una unidad socioeconómica dedicada a la crianza y explotación de ganado, principalmente vacuno, porcino y caballar. En la bahía de Ocoa desembarcaron más de 500 hombres de la armada francesa en 1647 para abastecerse de carne y fueron enfrentados por cincuenta soldados del presidio y gente de los campos, según relató Andrés Núñez de Torra en 1650, lo cual corroboraría la convicción de que las tierras banilejas son de las más antiguamente pobladas de nuestro país. Desde principios del siglo XVII se había establecido una colonia de negros sublevados en los cerros de El Maniel en Ocoa y en los montes banilejos, pasando de mil personas en totalidad. La destrucción definitiva de El Maniel se produjo en 1666 por una incursión que hizo el oficial Juan Villalobos y sus tropas para eliminar aquella insurrección de esclavos.

En atención a la falta de orientación religiosa para tan extensa región, la jerarquía eclesiástica dispuso en 1683 que un sacerdote perteneciente al partido de Los Ingenios –San Cristóbal- prestara permanentemente sus servicios en la principal y mejor ubicada de las ermitas de estos hatos. Desde entonces el futuro poblado tuvo iglesia mucho antes de su fundación. Ese mismo año se inició la introducción de familias canarias y concluyó en 1764, llegando 781 familias para un conjunto de 3,955 individuos. Se fundaron varios pueblos de donde vendrían posteriormente muchas de las familias a Baní. En los primeros años del siglo XVIII, algunos banilejos contrabandeaban y comercializaban clandestinamente con forasteros a lo largo de sus litorales.

Francisco Gregorio Billini asegura que: “Andando el tiempo, las incursiones de los piratas por nuestras costas obligaron a aquellos moradores a emigrar más al norte, hasta el sitio del Baní actual, al amparo de la vieja iglesia erigida en el Centro del Valle por su equidistancia a todos los lugares”. La fecha de la fundación de Baní fue el 3 de marzo de 1764. La pequeña iglesia del curato de Baní, dedicada a Nuestra Señora de Regla, fue el eje originario de la actual ciudad de Baní. Equidistante a la mayoría de los hatos dispersos en el Valle, fue sin lugar a dudas el lugar más idóneo para la fundación de la Villa.

En 1768 el Mariscal de Campo, Don Manuel Azlor y Urries, Gobernador de la Colonia de Santo Domingo desde 1760 hasta 1771, escribe a la corona Española solicitando le sea concedido a la aldea el Villazgo con el nombre de Villa de Nuestra Señora de Regla de Baní. Los cofundadores fueron el Gobernador Pablo Romero, el hatero Luis Joseph Peguero y el cura Manuel Franco de Medina. Para 1784 hay doce poblaciones en el Valle de Baní: Baní, Paya, Sabana Buey, El Llano, Sombrero, Nizao, San Antonio, Matagorda, Boca Canasta, Arroyo Hondo, Catalina y Matanzas.

El 29 de marzo de 1805 las tropas de Dessalines al mando Petión al retirarse hacia Haití después del infructuoso sitio que puso por varios días a la ciudad de Santo Domingo, incendiaron este poblado, que encontraron abandonado por sus habitantes.

En 1842 la iglesia de Baní quedó casi destruida por un terremoto. En noviembre de 1863, Baní volvió a resistir el castigo de la antorcha cuando el General Pedro Florentino, representante en el sur de la Restauración, prendió fuego al poblado después que fuera desalojado del Guanal de Paya. A estas calamidades hay que agregar los constantes huracanes que azotaban la región. Este estado de pobreza había empeorado por las secuelas de las guerras de Independencia y las de la Restauración. Todavía para 1871 no existía en Baní una frontera entre lo rural y lo urbano.

La construcción de la iglesia de Baní fue iniciada en agosto de 1876 por el presbítero canónigo don Francisco Díaz Páez. En julio de 1882, el presbítero José María Meriño inició una enérgica campaña para concluir los trabajos de la iglesia. El 21 de noviembre de 1889, el padre Armando Lamarche bendijo la nueva iglesia, con la presencia del presidente Ulises Heureaux. Más adelante, el padre Eliseo Bornia Ariza hizo construir el altar de la Virgen de Regla.

Para 1881 la firma italiana Zanetti fundó el Central Ocoa en los mismos terrenos donde antes estuvo el ingenio que estableció el licenciado Suazo. Luego pertenecería a J. Heredia & Cia junto a colonos banilejos. A partir de 1890 fue comprado por Juan B. Vicini, con tres bateyes: Cencerro, Las Paredes y Carmona. El Central Ocoa tuvo gran repercusión en el desarrollo de Sabana Buey, Villa Fundación y Palmar de Ocoa hasta 1920 cuando dejó de funcionar.

Aún al presente gran parte de las tierras banilejas, desde Paya hasta el río Nizao, están ocupadas por plantaciones cañeras del ingenio CAEI, propiedad de los Vicini. A partir del último cuarto del siglo XIX, la economía banileja comenzó a cambiar favorablemente. Las consecuencias devastadores de las guerras de Independencia y la Restauración se fueron superando rápidamente.

Además de la pacificación del país, sucedieron otros factores que intervinieron en el auge de la economía banileja, como la canalización de las aguas de los ríos Ocoa y Baní mediante acequias que permitieron el desarrollo agrícola de considerables extensiones de terrenos tras la llegada del ciudadano español Juan Caballero quien enseñó a los banilejos la técnica de construir regolas. Realizó sus primeros trabajos en la zona de Sabana Buey y Villa Fundación.

Eugenio María de Hostos, quien visitara Baní en 1882, en plena edificación de la iglesia, al ver el empeño con el que los pobladores se consagraban a esta trabajosa obra, escribió un notable artículo en el que ponía a Baní como modelo del deber colectivo de participación; pedía que toda la República reprodujera el ejemplo banilejo y al apreciar la confraternidad y armonía que reinaban entre éstos escribió la famosa frase: “Baní es una familia”.

En asamblea celebrada el 3 de enero de 1889, el Ayuntamiento de Baní dispone dar nombres a las calles y numerar las casas del poblado. Por esa acta se sabe que en aquella fecha Baní tenía quince calles y un callejón, además de que aparecen dos barrios marginados. Para esa época de bonanza económica aumentaron los puertos en las costas banilejas como el de Ocoa, Corbanito, Paya, Nizao, entre otros. Como no había calzada entre Baní y Santo Domingo, estos puertos eran la conexión de los banilejos con el resto del país.

La construcción de la carretera Baní-Santo Domingo data de 1920 durante la primera intervención norteamericana entre 1916-1924. En ese período de la Ocupación se instaura la célebre “Escuela de la Sabana” donde se educaron varias generaciones y es parte de la memoria colectiva banileja.

Desplazándonos por varias comunidades banilejas, antes de retornar a la ciudad de Baní, apreciamos qué tan emprendedores, organizados, solidarios e industriosos son sus pobladores. El continuo aporte de escritores, periodistas, industriales, artistas, deportistas, militares, políticos, comerciantes y profesionales en todos los ámbitos, es de todos conocido a nivel nacional.

Asimismo confirmamos que las mágicas noches de luna llena en Puerto Hermoso, recorriendo sus manglares en una de las diversas barcas con guía disponibles en el hotel del lugar, difícilmente tienen igual en nuestras costas tropicales... Es una seducción a los sentidos.

Era hora de regresar a San Cristóbal y llevamos con nosotros una de las más gratas y estimulantes experiencias de una vida: conocer estas gentes de Baní y transitar sin prisas su admirable comarca de tan intensa y apasionante historia/.

/Fuente consultada: 'Historia de los asentamientos humanos y la arquitectura en el Valle de Baní' por el Arquitecto Ismael Díaz Melo
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