Alta desigualdad concentra la riqueza en 23% de la población dominicana

Tasa de pobreza en 2011, 31.6%, supera la del año 2000, de 27.2%La pobreza es mayor en la zona rural, con un promedio de 46.1%

Por: MINERVA ISA
/Periódico HOY/

Éramos un país descalzo. Más de medio millón de pies al aire apisonando la tierra de los amos, unos cuantos criollos y extranjeros con calzado parisino, leontina y bastón con puño de oro pregonando el linaje, como el Ford frente a sus casonas coloniales, símbolos de la desigualdad, de la histórica exclusión social que arraiga y se engarza en el tiempo, y que un siglo después, en 2012, se cobrará un alto precio: la paz social.

Eran pocos, un puñado de importadores y exportadores, terratenientes que con la ley o la trampa se fueron apoderando de los terrenos comuneros, los ricos del primer decenio del siglo XX, cuando República Dominicana era una nación pobre, muy pobre, con una pobreza sumisa, resignada, que entendían obra de Dios y no del hombre, algo natural y no fruto del despojo, de la acumulación facilitada por leyes, decretos y otras artimañas que, como ocurriría después, legalizaban la apropiación desmedida.

Calzapollos. Al mediar la centuria, ni la Fadoc con sus rústicos y torturadores zapatos de uso compulsivo logró calzar gran parte de los pies desnudos o con “calzapollos”, alpargatas de neumáticos que a la población campesina, casi el 90% en 1912, protegían de las niguas y la parasitosis, que hacían estragos. Gente muy pobre, jornaleros y peones ajenos a la “danza de los millones”, en los años veinte, a la lluvia de dólares que desde 1945 nos volvía a traer el azúcar junto al café y el cacao en la posguerra.

Desigualdad y pobreza caracterizaron la tiranía de Rafael L. Trujillo, dueño y señor del país, el único que podía acumular riquezas, y los ricos de siempre a los que no había expropiado, gente de alcurnia con sus Cadillac y Chevrolet, mansiones y chalés que marcaban su estatus.

Nadie más podía empotrarse en la cima de la pirámide social, adonde se enquistó una veintena de familias que se apoderaron del patrimonio trujillista tras caer el tirano, iniciándose cambios en la estructura económica y la estratificación social. Despuntó la clase media, se adoptaron nuevos patrones en la generación del ingreso y en el consumo. Por el contrario, la concentración de las riquezas en pocas manos siguió siendo una constante.

Justo en 1961, los parámetros internacionales nos encasillaron en la categoría de país pobre, el número tres entre los más empobrecidos de América Latina. A fuerza de crecer dimos el salto. La economía se expandió y en 2007 nos declararon país de ingresos medios, posición consolidada en el primer decenio del siglo XXI. ¡Ya no somos pobres! Torres, elevados, villas con sus marinas y campos de golf lo atestiguan.

¿Que ya no somos pobres? Y esos arrabales urbanos, y esa gente famélica en campos y bateyes, y esa miseria en El Valle, Enriquillo y el Cibao Noroeste, las zonas más deprimidas con tasas de pobreza en 2011 de 53.9%, 53.8% y 50.8%, respectivamente?

Dimensiones dramáticas. El crecimiento económico generó cuantiosas riquezas. Sin embargo, nunca como ahora la endémica desigualdad había aflorado tanto, nunca la pobreza había tenido dimensiones tan dramáticas, aristas tan cortantes, afiladas por la exclusión. De US$1,232 en 1961, el ingreso per cápita se remontó a US$5,218 en 2011. Pero de ese promedio, el 10% más rico acapara 37 veces más que el 10% más pobre.

El país comenzó a transitar el siglo XXI con un Producto Interno Bruto (PIB) de US$23 mil millones en el año 2000, el cual subió a RD$55 mil millones en 2011, más que duplicado. Al mantenerse los mismos patrones en la concentración de la renta, las riquezas volvieron a fluir hacia la cúspide, un 6% de la población, también al 17% de clase media alta.

En total 23% beneficiado con alrededor del 60% del ingreso nacional, entre ellos los nuevos millonarios en dólares que se apropian del patrimonio estatal, políticos corruptos que saltaron de la base a la cima de la pirámide social, los catapultados por el narcotráfico, el contrabando, el tráfico humano. Disfrutan del festín, de las riquezas producidas por todos pero distribuidas con gran inequidad.

Más pobres. En términos absolutos y relativos, en 2012 hay más pobres que en el 2000. Y es que la pobreza se dispara en tiempos de crisis, como 2003, que subió al 42%, pero baja muy poco y lentamente en tiempos de bonanza, como 2005, 2006 y 2007.

Similar comportamiento se evidenció de 1997 a 2000, años en que el PIB creció a una media de 6% y la pobreza solo bajó un punto.

¿Por qué? Es obvio, los estratos bajos soportan el mayor rigor de los ajustes para enfrentar las crisis, sobre ellos recae la inflación, la carga impositiva, el peso de la deuda. Por eso, todavía en 2010 el índice de pobreza se mantenía en 33.2% de la población, seis puntos porcentuales por encima de la tasa del 2000, de 27.2%.

Supera incluso la proporción de hogares pobres en 1977, de 23.3%, frente a 26.2% en la actualidad.

En 2011, con una tasa de 31.6%, había más de tres millones de pobres, 867,562 en indigencia. Pero de hecho medio país está en la pobreza. Difícilmente pueda excluirse de esa condición a una amplia franja con ingresos que apenas superan la línea de pobreza.

En 2008, frente a una tasa oficial de 35% en pobreza, la clase baja dominicana fue cifrada en 47% de la población y los indigentes 10% por el Gain Report: Dominican Republic Guide. Además de no mostrar la desgarradora dimensión humana, las estadísticas difieren según la metodología empleada, también al ser barnizadas, manipuladas. Mientras, un 23% vive en un mundo privilegiado, un país aparte, ajeno a la suerte del otro país, el degradante mundo de los pobres, una realidad cercana pero a la vez distante, ignorada, rechazada.

Mantiene validez el juicio del padre Jorge Cela: “La gran mayoría del 20% más rico no tiene ni idea de cómo vive el 20% más pobre”.

Los ignoran. Y si miran hacia los barrios, es porque hacia esos arrabales apunta el dedo acusador ante el desborde de la delincuencia y la criminalidad. La violencia les perturba, impide el goce pleno de sus teneres, disfrutar del paraíso que en playas y montañas se edificaron.

Un nuevo perfil. La pobreza persiste, masificada, degradada, hechura de asimetrías sempiternas, de la falta de oportunidades, de carencias extremas. Se enraiza, y no por falta de recursos. Creamos riqueza pero no hemos tenido buenos administradores, faltó pulcritud, sobró inequidad. Y en años de exclusión, migraciones y desalojos, vejaciones y frustraciones, la pobreza se fue configurando como un fenómeno con facetas distintas:

Una pobreza sin esperanza que cada día se somete a violencia que implica su mísera existencia. También una pobreza de intrincados encadenamientos con la delincuencia, tráfico de drogas, prostitución.

No somos ya un país descalzo. Estamos calzados, pero todos, ricos y pobres, vamos armados, tenemos miedo.

Antecedentes

Crecimiento del PIB y pobreza
1969-1976. El crecimiento del PIB a un 10% anual en 1969-1976 acrecienta el poder de los grupos económicos tradicionales y consolida la clase media, pero no eleva la calidad de vida de los pobres. A la élite económica y social, 5% de la población, se suman los nuevos ricos, políticos y militares balagueristas, industriales lucrados con exenciones impositivas y otros incentivos. Según Enigh 1976-1977, encuesta del Banco Central, la pobreza arropa al 23% de los hogares.

1996-1999
Tras la crisis de los 80, la economía se recupera a mediados de los 90, el PIB crece a un promedio anual de 8% en 1996-1999, pero la riqueza vuelve a subir a la cúspide. La holgura financiera no se aprovecha para saldar la enorme deuda social, el proceso de modernización y privatización propicia mayor concentración de la riqueza, amplía la brecha entre mendicidad y opulencia. En 1998 Enigh III confirma la desigualdad: el 10% más rico de la población recibe el 37.4% del ingreso nacional y el 10% más pobre apenas 2%.

2005-2012
La tasa de pobreza sube a 42% con la crisis financiera de 2003, baja ligeramente con la recuperación económica, al crecer el PIB en 2005, 2006, 2007 y 2008 al 9.3%, 10.7%. 8.5% y 5.3% anual, respectivamente. La reducción de la pobreza se desacelera desde 2007 y todavía en 2010 el país tiene 747,650 hogares pobres, con un total de 3.23 millones de personas. En 2010 el PIB creció a 5.5%, y en 2011 al 4.5%, proyectándose para 2012 un 4.4%.

Las claves

1. Años setenta
La fisonomía de la pobreza comienza a transformarse cuando el despojo se había consumado. La inequidad plasmada en el mapa territorial con los resultados del censo de 1960, latifundios con alambradas que en muchos casos delimitaban títulos de amañada legalidad. La enorme brecha entre pobreza rural y urbana lanzó a los campesinos a las ciudades.

2. Años setenta
La pobreza toma rostro urbano, en medio de desalojos y la represión que azotan a las barriadas.

3. Años ochenta
De 1,070,512 en 1977, los pobres suman 2,400,000 en 1987. Se instaura el modelo neoliberal, que amplía la brecha entre ricos y pobres.

3. Años noventa
Superada la crisis que en 1990 generó una inflación del 100%, los nuevos patrones de consumo refuerzan la desigualdad social.
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