Viejos robles del PRD castran pinos nuevos

SANTO DOMINGO. El PRD reedita ahora un escenario que ha sido común a todas sus crisis: el protagonismo de viejos robles, que castran el relevo generacional y apabullan cualquier asomo de nuevo liderazgo. José Francisco Peña Gómez tuvo que batallar, y llegó a ser el gran timonel a contrapelo de la rancia burocracia.

Fulgencio Espinal relata (libro Viejo Roble & Pino Nuevo, julio 2011, página 47) que en una reunión del CEN (Comité Ejecutivo Nacional) de agosto de 1964, Virgilio Mainardi Reyna, apoyado por Casimiro Castro y otros viejos robles, le dijo a Peña Gómez: "Usted es muy joven en este oficio y por eso reacciona como un pino nuevo". La descalificación a Peña, de 26 años, provino por la diferencia en la discusión de la táctica para esa coyuntura (el retorno de Bosch y de la Constitución del 1963 sin elecciones).

Después de la guerra de abril de 1965, Peña Gómez, enaltecido por las bases por el acierto de su táctica, fue aclamado para la secretaría general de un PRD acéfalo. En una reunión del CEN de septiembre de 1966, afirmó:

"Después de los resultados en pruebas tan difíciles y arriesgadas, puedo proclamar que ya no soy un pino nuevo, ya cuento con la experiencia y puedo aceptar la secretaría general". Y puso como condición que fuera creada una subsecretaría general. "Solicito a esta convención que elija al viejo roble compañero Virgilio Mainardi Reyna, el sabio consejero que necesito para cumplir con las nuevas responsabilidades que nos reserva la historia".

Esa propuesta de Peña, aprobada por unanimidad, quizá fue sincera o talvez una dulce venganza, pero devino en provechosa combinación de lo viejo y lo nuevo.

Contra una buena combinación de lo viejo y lo nuevo en el PRD de hoy conspira la actitud beligerante de viejos robles que prefieren dividir el partido antes que echarse a un lado.

Mientras las bases y el liderazgo emergente pasan "pruebas difíciles y arriesgadas", los dirigentes históricos del perredeísmo se mantienen ahí, en primer plano para la foto y para los titulares de los diarios, con una capacidad discursiva envidiable, pero sin contribuciones prácticas reales.

Pero eso no es casual. Es un fenómeno sociológico. Esos viejos robles, que han medrado toda la vida en la cúpula, están burocratizados. Su "mundo" es el trabajo de oficina, los viajes a conferencias y seminarios, las entrevistas, los artículos en la prensa, con lo que han creado un estilo de vida que defienden con fiereza. Cuando hay que lucir académicos, teóricos, son los primeros, pero si hay que aparentar radicalismos como ahora cuando llaman a "tomar las calles", también son la avanzada si de por medio está en juego su condición. Es como si en sus cédulas en el espacio para la ocupación dijera "dirigente", porque han hecho de su oficio de "líderes" una vocación.

Si alguien hiciera un estudio de la profesión original de esos "dirigentes" (médicos, ingenieros, agrónomos, educadores, economistas…) obtendría que muy pocos han retornado a su ocupación, porque su oficio es el de gravitar en la cúpula partidaria, desde donde abortan los procesos para que "pinos nuevos", como el Peña Gómez de 1964, no se desarrollen y hagan peligrar su estilo de vida, su poder, sus habilidades y estatus.
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