¿Por qué los dominicanos son pobres y posiblemente lo seguirán siendo?

Por: Felipe Auffant Najri

La mayoría de los dominicanos continúan siendo pobres.
Despejarle el camino al trabajo es lo más urgente. La productividad después cambiaría muchas cosas...

Silvio Rodríguez, cantautor cubano. (El País, 30-7-2010)

Por qué un pequeño país pobre que es un importador neto de pobres está condenado a serlo. Muchos responderán que hay otras causas y carencias que incuestionablemente causan la pobreza de los dominicanos. La falta o deficiente educación de la mayoría siendo una de ellas. Cierto, y por consiguiente, debemos reformular nuestro argumento: Una condición necesaria y muy importante para eliminar la pobreza de los dominicanos es que el país deje de ser un importador neto de pobres.

La economía dominicana ha mantenido por muchos años un envidiable nivel de crecimiento. Sin embargo, este crecimiento no ha mejorado la condición de vida de la mayoría de los dominicanos, que continúan siendo pobres o muy pobres. Paradójicamente, las altas tasas de crecimiento de nuestra economía contribuyen a acelerar la entrada de inmigrantes pobres, complicando aunque sea parcialmente la situación de los dominicanos pobres. Los economistas han explicado el fenómeno de los flujos migratorios por medio del efecto “empuja-atrae”. Las durísimas condiciones de vida de nuestros vecinos los empujan a emigrar a este lado de la frontera y este flujo es reforzado por el alto crecimiento de nuestra economía que tiene un efecto de atracción, pues aumenta la demanda de la mano de obra nacional y extranjera. Además en nuestro caso, el costo de desplazamiento es bajísimo, debido a que una frontera mal resguardada y con pocos obstáculos naturales divide los dos países. El novelista Mario Vargas Llosa lo ha expresado muy exactamente: “la frontera es un colador…”

El impacto de esta inmigración ha sido la de deprimir el salario de los trabajadores pobres dominicanos. En el Informe sobre la Pobreza en la República Dominicana elaborado hace más de diez años por Philippe Auffret, se asevera que la presencia de una “oferta relativamente elástica de inmigrantes haitianos mantiene deprimidos los salarios para los trabajos no calificados. Como resultado, los dominicanos pobres pueden beneficiarse menos del proceso de crecimiento”. Esto es así, pues el aumento del empleo y de los salarios es la única vía abierta para que los trabajadores pobres participen de los beneficios del crecimiento. Nuestra dura realidad contrasta con lo que ocurre actualmente en China, donde de acuerdo a The Economist, “la paga de los trabajadores de las factorías en China…se remontaron en un 69% entre el 2005 y el 2010”. (Diario Libre, 30-5-2011).

El objetivo de la política económica deberá ser el aumentar el empleo de los trabajadores dominicanos para hacer escasa la mano de obra nacional y para provocar un aumento de los salarios y la productividad laboral, como consecuencia de la adopción de nuevos métodos de producción de bienes y servicios. Los países son ricos por su alta productividad (cantidad de producción por unidad de trabajo) y pobres por su baja productividad. Esto significa en nuestro caso un efectivo control del flujo migratorio.

La República Dominicana tiene una alta tasa de desempleo, pero más importante aún, tiene una cantidad mayoritaria de empleos de bajísima productividad. Así que el camino está claro. Una vigorosa política de educación encaja dentro de esta estrategia para preparar la mano de obra dominicana a empleos de mayor productividad y mejor remuneración. Sin embargo, no nos engañemos: la única manera de absorber mano de obra educada a una escala socialmente importante es frenando la entrada de una mano de obra empobrecida que determinará una estructura social de empleos de bajos rendimientos y bajos salarios.

Batson y Davis refieren en el Wall Street Journal que la mano de obra en China se está tornando escasa, lo que mejorará “las vidas de los trabajadores urbanos más pobres, pero también le complicarán las cosas a los exportadores chinos de mercancía barata como ropa y juguetes… Los exportadores tendrán que seguir aumentando la productividad para compensar los salarios más altos y comenzar a producir productos más caros.” (WSJ, 16-7-2010).

La historia económica de los Estados Unidos ilustra este hecho, pues de acuerdo a McPherson, la Comisión Industrial Británica que visitó los estados del norte en 1854 señaló en su informe: “La clase trabajadora es comparativamente escasa y es a esta escasez… que se puede atribuir el extraordinario ingenio demostrado en las máquinas que economizan mano de obra”.

Auffret, empero, afirma que en el caso de nuestro país, “…los bajos salarios reducen el incentivo a modernizar e invertir en tecnología ahorradora de mano de obra, lo que mantiene baja la productividad de los trabajadores dominicanos no calificados y sustenta niveles salariales bajos”. Aun más, el economista agrícola Frank Tejada ha observado que la utilización de la mano de obra inmigrante, “en el sector agropecuario, especialmente en el sector de arroz, solo ha contribuido con el atraso y con la falta de eficiencia”. Y por ende el cultivo de arroz no se ha mecanizado. (Listín Diario, 12 de enero de 2011).

Un efectivo control de la inmigración deberá estar en el centro, como primera prioridad y parte fundamental, de una estrategia de largo plazo del Estado dominicano para aumentar los salarios y nivel de vida de los trabajadores dominicanos. La inversión en un verdadero control fronterizo que elimine la corrupción, el tráfico humano, el tráfico de sustancias prohibidas, etc. debe ser entendida como una inversión altamente productiva para combatir la pobreza y otros males que afectan al pueblo dominicano. Debemos aclarar que cuando hablamos de política a largo plazo significa una política que se mantenga sin vacilaciones durante años para provocar una mejoría gradual de la situación de la clase trabajadora y dar tiempo suficiente para que los agentes económicos se adapten a las nuevas realidades del mercado laboral. Más importante, de lo que se trata es de poner orden a unas relaciones estratégicamente importantes para ambos países, procurando garantizar que las mismas se desarrollen plenamente, evitando potenciales crisis futuras que podrían tener graves repercusiones.

Dentro de un contexto de unas relaciones ordenadas, el Estado y el pueblo dominicano deben ser solidarios, en las medidas de sus posibilidades, con el pueblo haitiano, merecedor de un mejor destino. Esta solidaridad y el tratamiento humano de los inmigrantes es una responsabilidad moral. Ningún país puede construir instituciones democráticas y duraderas sobre la base del abuso a una minoría. Más aun, la sociedad dominicana tiene una enorme tarea pendiente de cómo tratar a una creciente minoría residente. El ignorarla y desconocerla solamente aumentarán los problemas. Sin embargo, las soluciones serán más viables en la medida que el flujo migratorio se controle, pues de lo contrario este problema desbordará todas las posibilidades materiales de esta sociedad para solucionarlo.

Dicho esto, debe estar claro que nuestra primera responsabilidad y solidaridad tiene que ser con los dominicanos más pobres, quienes están viendo el horizonte de su pobreza extenderse, mientras las capas más altas de la sociedad se benefician de una situación que mantiene sus salarios deprimidos. Hay logros de políticas públicas que merecen ser mencionados y reconocidos, como la política de subsidios focalizados hacia la población de más carencias y escasos recursos.

Sin embargo, visto a largo plazo, estos subsidios tendrán un efecto social positivo totalmente transitorio si no se impide el flujo de inmigrantes pobres, quienes necesariamente mantendrán en la pobreza a una masa mayoritaria del pueblo dominicano y quienes tarde o temprano exigirán su inserción y protección social por parte del Estado dominicano.

De continuar esta realidad, debemos preguntarnos: ¿hasta cuándo nuestras frágiles y criticadas instituciones democráticas podrán mantener su legitimidad social si no se produce una mejoría en las condiciones materiales de vida del pueblo dominicano? Pues como consecuencia de todo este proceso, la sociedad dominicana está progresivamente tornándose más desigual, más dividida entre clases sociales, lo que resulta ser todo lo opuesto a los mejores logros de nuestra historia social, que consiste en el mestizaje y la capacidad de convivencia de los dominicanos en su vida cotidiana.
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