La tercera resurrección de la niña Zakia
Un millón de niños puede morir de hambre en los próximos meses en el Sahel, bocas hambrientas con nombre y apellidos.
Alberto Rojas (texto y vídeo) | Raquel Villaécija (edición) | Zinder (Níger)
El luto es fluorescente en el Sahel. Las mujeres de Dankoré burlan a la muerte con ropajes coloristas. El hambre, que no hace prisioneros por estas tierras, ha arrebatado hijos en cada casa como una maldición bíblica, pero no hay tiempo para lamentos. Las madres lo perciben antes que nadie y hay que actuar rápido: el tercer jinete cabalga de nuevo.
Hasta esta Comala del Sahel se acerca Zailouba con una niña a cuestas, 18 kilómetros a pie por la nada ocre con un saquito de huesos a la espalda de nombre Zakia. No está sola. Otras 300 madres con sus 300 hijos hacen cola en el centro de nutrición que gestiona Save the Children y financia la Aecid (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo). Por desgracia, esta escena se repite el mismo día en incontables puntos de un desierto de baobabs que no respeta fronteras..
Una báscula, un cajón de madera con un metro y un brazalete para medir el perímetro del brazo ponen números a la evidencia: sufre una desnutrición severa que ya se percibe en su tripa hinchada, en sus piernas de cáñamo, en su piel arrugada, en su pelo ralo y anaranjado. El doctor aclara: "Se llama marasmo, uno de los síntomas tangibles del hambre". Su madre dice que no tiene con qué alimentarla.
Hace tiempo que en la región de Zinder se acabaron las reservas familiares de alimento. Se trata de la zona más amenazada por el hambre de todo el Sahel, el epicentro de un más que probable terremoto humanitario de proporciones legendarias, porque es en este área del sur de Níger donde más población se concentra. Zakia ya llora bajo el sol y eso es bueno. Aquí, el niño que deja de llorar está condenado.
El doctor atiende a la pequeña mientras su madre desmiga su historia: "Tengo 45 años y seis hijos. Zakia nació hace dos años y, junto a su hermano pequeño, son los únicos que han sufrido desnutrición, pero nunca he perdido a un hijo", afirma con orgullo. Sin saberlo, Zakia ha regateado ya dos veces a la muerte: "Muchas de estas mujeres tienen practicada la mutilación femenina y están cosidas", dice la enfermera mirando a su madre. "El nacimiento fue complicado, y más en una mujer con cuatro partos anteriores".
La niña tiene también infección respiratoria, así que cada vez que intenta meter oxígeno en sus pequeños pulmones parece que le da un sorbo al infierno. Continúa el doctor: "Lo peor fue nacer aquí en 2010, el año de la gran sequía. Murió el 60% del ganado, la gente pasó hambre y Zakia comenzó con sus problemas de malnutrición, pero consiguió sobrevivir". Las madres de Níger tienen una media de siete hijos. El país sufre la mayor mortalidad infantil del mundo después de Somalia.
"Saldrá adelante", dice el médico. "Ella ha llegado a tiempo y con ayuda la mayoría de estos niños sale adelante. A los graves los mandamos al hospital. Hay un edificio para niños desnutridos donde se les ingresa. Una minoría muere". Vitamina A, amoxicilina, ácido fólico, albendazol para desparasitar. Y una bolsa con sobres de crema de cacahuete para que la niña gane peso. Su tercera resurrección en dos años.
Alberto Rojas (texto y vídeo) | Raquel Villaécija (edición) | Zinder (Níger)
El luto es fluorescente en el Sahel. Las mujeres de Dankoré burlan a la muerte con ropajes coloristas. El hambre, que no hace prisioneros por estas tierras, ha arrebatado hijos en cada casa como una maldición bíblica, pero no hay tiempo para lamentos. Las madres lo perciben antes que nadie y hay que actuar rápido: el tercer jinete cabalga de nuevo.
Hasta esta Comala del Sahel se acerca Zailouba con una niña a cuestas, 18 kilómetros a pie por la nada ocre con un saquito de huesos a la espalda de nombre Zakia. No está sola. Otras 300 madres con sus 300 hijos hacen cola en el centro de nutrición que gestiona Save the Children y financia la Aecid (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo). Por desgracia, esta escena se repite el mismo día en incontables puntos de un desierto de baobabs que no respeta fronteras..
Una báscula, un cajón de madera con un metro y un brazalete para medir el perímetro del brazo ponen números a la evidencia: sufre una desnutrición severa que ya se percibe en su tripa hinchada, en sus piernas de cáñamo, en su piel arrugada, en su pelo ralo y anaranjado. El doctor aclara: "Se llama marasmo, uno de los síntomas tangibles del hambre". Su madre dice que no tiene con qué alimentarla.
Hace tiempo que en la región de Zinder se acabaron las reservas familiares de alimento. Se trata de la zona más amenazada por el hambre de todo el Sahel, el epicentro de un más que probable terremoto humanitario de proporciones legendarias, porque es en este área del sur de Níger donde más población se concentra. Zakia ya llora bajo el sol y eso es bueno. Aquí, el niño que deja de llorar está condenado.
El doctor atiende a la pequeña mientras su madre desmiga su historia: "Tengo 45 años y seis hijos. Zakia nació hace dos años y, junto a su hermano pequeño, son los únicos que han sufrido desnutrición, pero nunca he perdido a un hijo", afirma con orgullo. Sin saberlo, Zakia ha regateado ya dos veces a la muerte: "Muchas de estas mujeres tienen practicada la mutilación femenina y están cosidas", dice la enfermera mirando a su madre. "El nacimiento fue complicado, y más en una mujer con cuatro partos anteriores".
La niña tiene también infección respiratoria, así que cada vez que intenta meter oxígeno en sus pequeños pulmones parece que le da un sorbo al infierno. Continúa el doctor: "Lo peor fue nacer aquí en 2010, el año de la gran sequía. Murió el 60% del ganado, la gente pasó hambre y Zakia comenzó con sus problemas de malnutrición, pero consiguió sobrevivir". Las madres de Níger tienen una media de siete hijos. El país sufre la mayor mortalidad infantil del mundo después de Somalia.
"Saldrá adelante", dice el médico. "Ella ha llegado a tiempo y con ayuda la mayoría de estos niños sale adelante. A los graves los mandamos al hospital. Hay un edificio para niños desnutridos donde se les ingresa. Una minoría muere". Vitamina A, amoxicilina, ácido fólico, albendazol para desparasitar. Y una bolsa con sobres de crema de cacahuete para que la niña gane peso. Su tercera resurrección en dos años.