La sangre de los mártires
Por: Agustín Perozo Barinas
La democracia y la libertad que se pretendió alcanzar con sangre de tantos dominicanos dolientes de la Patria, y hasta de extranjeros, durante la tiranía de Trujillo y tras su desaparición física, no fue posible. Fueron mártires que dieron sus vidas para que legiones de desfalcadores del Estado se enquistaran en el poder como lo han hecho en casi 50 años a partir del 30 de mayo de 1961 drenando toda posibilidad de prosperidad seria y sostenible en la sociedad dominicana. Nuestra democracia es puro negocio y nuestra libertad simple libertinaje.
Hay que reclamar, como impertinencia onírica, la fiscalización de los patrimonios de estos políticos para determinar si el origen de esos bienes son lícitos, o fruto del peculado durante sus gestiones administrativas, y si esto último fuere el caso, sancionarlos de acuerdo a la ley.
Pero en las monsergas legales de los fiscales anticorrupción, con sus figuraciones y alegatos, apologistas del status quo, no encontramos expectativas para ello pues “las clases no se suicidan”. Nadie está obligado a desnudar el origen de su fortuna.
Tenemos una sociedad inmadura, delineada así por La Tríada para su manejo oportuno, a la vez que promueve la desarticulación y dispersión de los insatisfechos aplicando manuales de mercadotecnia donde la colectividad se reduce a un mercado electoral. Continuar persuadiendo a la gente con estas denuncias parecería cuesta arriba por el limitado alcance que tiene un individuo en la sociedad.
La Tríada manipula la opinión pública maleable con galimatías y el añejo artificio de pan y circo. A los que no se encorvan los estereotipan como envidiosos resentidos, rebeldes obstinados o simples labradores del desierto. Para esta clase política huera, rancia y corrupta ‘lo que sirve, no sirve’.
Asociada a banqueros, latifundistas, grandes comerciantes e industriales que prosperan con el fruto del trabajo de casi 10 millones de almas, discursan al mismo tenor sobre la honestidad y la prudencia. Hasta llegan a creérselo en su propia fábula que siendo ficción no deja de ser real el desgaste a la fibra nacional. Una penosa consecuencia es un capital social que se debilita progresivamente atizando la doctrina de ‘todos contra todos’. Si ya fueran cosas del pasado fuera más cómodo ver hacia el futuro sin este pesado anclaje. Pero el escamoteo sigue, tan campante...
Estos marrulleros son un riesgo para una genuina democracia. Aquella por la que tantos buenos dominicanos y dominicanas ofrendaron grandes sacrificios y en miles de casos hasta sus propias vidas. Esas muertes no se consumaron para premiar expoliadores del patrimonio nacional.
agustinperozob@yahoo.com
La democracia y la libertad que se pretendió alcanzar con sangre de tantos dominicanos dolientes de la Patria, y hasta de extranjeros, durante la tiranía de Trujillo y tras su desaparición física, no fue posible. Fueron mártires que dieron sus vidas para que legiones de desfalcadores del Estado se enquistaran en el poder como lo han hecho en casi 50 años a partir del 30 de mayo de 1961 drenando toda posibilidad de prosperidad seria y sostenible en la sociedad dominicana. Nuestra democracia es puro negocio y nuestra libertad simple libertinaje.
Hay que reclamar, como impertinencia onírica, la fiscalización de los patrimonios de estos políticos para determinar si el origen de esos bienes son lícitos, o fruto del peculado durante sus gestiones administrativas, y si esto último fuere el caso, sancionarlos de acuerdo a la ley.
Pero en las monsergas legales de los fiscales anticorrupción, con sus figuraciones y alegatos, apologistas del status quo, no encontramos expectativas para ello pues “las clases no se suicidan”. Nadie está obligado a desnudar el origen de su fortuna.
Tenemos una sociedad inmadura, delineada así por La Tríada para su manejo oportuno, a la vez que promueve la desarticulación y dispersión de los insatisfechos aplicando manuales de mercadotecnia donde la colectividad se reduce a un mercado electoral. Continuar persuadiendo a la gente con estas denuncias parecería cuesta arriba por el limitado alcance que tiene un individuo en la sociedad.
La Tríada manipula la opinión pública maleable con galimatías y el añejo artificio de pan y circo. A los que no se encorvan los estereotipan como envidiosos resentidos, rebeldes obstinados o simples labradores del desierto. Para esta clase política huera, rancia y corrupta ‘lo que sirve, no sirve’.
Asociada a banqueros, latifundistas, grandes comerciantes e industriales que prosperan con el fruto del trabajo de casi 10 millones de almas, discursan al mismo tenor sobre la honestidad y la prudencia. Hasta llegan a creérselo en su propia fábula que siendo ficción no deja de ser real el desgaste a la fibra nacional. Una penosa consecuencia es un capital social que se debilita progresivamente atizando la doctrina de ‘todos contra todos’. Si ya fueran cosas del pasado fuera más cómodo ver hacia el futuro sin este pesado anclaje. Pero el escamoteo sigue, tan campante...
Estos marrulleros son un riesgo para una genuina democracia. Aquella por la que tantos buenos dominicanos y dominicanas ofrendaron grandes sacrificios y en miles de casos hasta sus propias vidas. Esas muertes no se consumaron para premiar expoliadores del patrimonio nacional.
agustinperozob@yahoo.com