Esperando lo que nunca se ha hecho
Felipe Ciprián. ciprianfn@hotmail.com
Si Danilo Medina es Danilo Medina y no otra persona, debe hacer un buen gobierno en el período de cuatro años que le corresponde luego de que la Junta Central Electoral lo reconociera como el triunfador de las elecciones del pasado 20 de mayo de 2012.
Medina estaba fuera del gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) desde hace cinco años, por lo que puede ser acusado de todo lo que quieran, menos de haber permitido la corrupción que haya podido aposentarse en los ministerios y los ministros que el rumor público señala como corruptos de última generación.
Su alejamiento del poder peledeísta se fundamentó en que “El Estado se impuso” sobre sus aspiraciones presidenciales en 2007 en un partido que como el PLD –al igual que el histórico Partido Revolucionario Dominicano (PRD)- por principios era opuesto a la reelección presidencial.
Ese alejamiento también fue el resultado de la afirmación del presidente Leonel Fernández –también del PLD- de que Medina era un “serruchador del palo” y un malagradecido. De esto se habla menos que de aquello y yo entiendo a los amplificadores de ruido.
Pasadas las elecciones, de poco vale averiguar quién violó a la menor (La Constitución promulgada en 2010), pues Contra factum non datur argumentum (Contra un hecho, no hay argumento).
Medina debe –y así lo espera un conglomerado loco por creer en él- honrar sus palabras de que someterá a los corruptos a la justicia, despedirá a quien intente robar y levantará la moral de un país ansioso de ver qué es “lo que nunca se ha hecho”.
Tiene todo el beneficio de la duda, aunque la situación económica del mundo y las necesidades crecientes de la mayoría de los dominicanos, contaminan el lecho de rosas que parece su ascenso al control del gobierno el 16 de agosto de 2012.
Si Danilo Medina es Danilo Medina y no otra persona, debe hacer un buen gobierno en el período de cuatro años que le corresponde luego de que la Junta Central Electoral lo reconociera como el triunfador de las elecciones del pasado 20 de mayo de 2012.
Medina estaba fuera del gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) desde hace cinco años, por lo que puede ser acusado de todo lo que quieran, menos de haber permitido la corrupción que haya podido aposentarse en los ministerios y los ministros que el rumor público señala como corruptos de última generación.
Su alejamiento del poder peledeísta se fundamentó en que “El Estado se impuso” sobre sus aspiraciones presidenciales en 2007 en un partido que como el PLD –al igual que el histórico Partido Revolucionario Dominicano (PRD)- por principios era opuesto a la reelección presidencial.
Ese alejamiento también fue el resultado de la afirmación del presidente Leonel Fernández –también del PLD- de que Medina era un “serruchador del palo” y un malagradecido. De esto se habla menos que de aquello y yo entiendo a los amplificadores de ruido.
Pasadas las elecciones, de poco vale averiguar quién violó a la menor (La Constitución promulgada en 2010), pues Contra factum non datur argumentum (Contra un hecho, no hay argumento).
Medina debe –y así lo espera un conglomerado loco por creer en él- honrar sus palabras de que someterá a los corruptos a la justicia, despedirá a quien intente robar y levantará la moral de un país ansioso de ver qué es “lo que nunca se ha hecho”.
Tiene todo el beneficio de la duda, aunque la situación económica del mundo y las necesidades crecientes de la mayoría de los dominicanos, contaminan el lecho de rosas que parece su ascenso al control del gobierno el 16 de agosto de 2012.