Dice Francia evitó EE.UU. aplastara zona de Caamaño

Las tropas estadounidenses que invadieron República Dominicana en 1965 no doblegaron con los bombardeos aéreos que desarrollaron entre el 14 y el 16 de junio a los combatientes comandados por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, debido a que el entonces presidente Charles de Gaulle amenazó a Washington con desembarcar en la zona constitucionalista a 22 mil soldados franceses que se encontraban en la región, sobre todo en las posesiones galas de ultramar.
El planteamiento lo hace el exguerillero Claudio Caamaño, quien se define como “compañero inseparable” del coronel de Abril, a quien acompañó en sus luchas de 1965 por el retorno al gobierno constitucional de Juan Bosch y durante la invasión armada de la guerrilla de Playa Caracoles, que entró por la costa sur en febrero de 1973 después de haber entrenado en Cuba. “Caamaño era tío segundo mío, primo hermano de mi padre. Él le decía tío a mi padre y a mí, me decía primo”.
Explica que durante la Revolución de 1965 era jefe de inteligencia y contrainteligencia con rango de mayor. “Las informaciones que Caamaño requería era a mí que me las pedía”, sostiene para reafirmar su tesis de que durante la guerra fallecieron al menos 27 mil personas, sobre todo personas de la población civil que cayeron víctimas de los bombardeos liderados por el coronel Elías Wessin y Wessin desde la Base Aérea de San Isidro y de los morteros lanzados por la Marina de Guerra, que estaba bajo el mando del capitán de fragata Francisco Javier Rivera Caminero.
“La mayor parte de la baja fue de la población civil. En un solo día, en un solo día que fue el 15 para 16 de junio, el presidente Caamaño quería los datos de la baja que nos habían hecho, y entre nosotros los combatientes no llegaron a 20, pero de la población civil se contaron más de 800, incluyendo a niños y mujeres. ¿Usted sabe lo que es tirando bomba y morteros 405 y caían encima de cualquier casita y la desbarataban, esa gente morían todos?”, sostiene.
Según Claudio, a mediados de junio los radioaficionados y otros servicios de inteligencia del mando caamañista había recabado informaciones, interceptando las comunicaciones de barcos y aviones estadounidenses, que daban cuenta de que el general Bruce Palmer, que tenía fama internacional como militar efectivo en el campo operativo, pidió a Washington un permiso para bombardear a los constitucionalistas y tomar toda la ciudad de Santo Domingo en sólo 12 horas.
“Empezaron a atacar en la tarde y pasaron la noche en esa pendejada. Del día 15 para 16 hicieron lo indecible, nos mataron un paquetón de gente. Los norteamericanos apoyados por tropas de dominicanos. Era dándonos balazos de noche y de día con ellos. Tenían 36 horas atacándonos. El tipo (Palmer) pidió 24 horas más y unos bombardeos para tirarnos la ciudad encima”, recuerda.
“Las informaciones que les cogimos a ellos en inglés dicen que no lo hicieron porque tenían que proteger los bancos, porque todos estaban en la zona nuestra. Eso es una falsedad. Lo que pasó fue que el 16 Charles de Gaulle, que nos apoyaba desde Europa, hizo una protesta a nivel mundial por los ataques”.
“Eso no lo saben aquí, que ese ataque se paró porque el presidente de Gaulle amenazó con embarcar las tropas que había en las colonias, tanto francesas como autóctonas para desembárcalas en Santo Domingo, para apoyarnos. Eso iba a ser un escándalo del carajo”, dice.
Conspiración
Claudio asegura que el coronel Caamaño tuvo que luchar por el gobierno de Bosch desde antes de su toma de posesión el 27 de febrero de 1963. Asegura que la noche anterior a la instauración del nuevo gobierno, la Junta Militar y un grupo de militares, incluyendo a los ajusticiadores de Trujillo Antonio Imbert Barrera y Luis Amiama Tio, conspiraban para que no se cambiara de mando.
Ambos, héroes de la gesta de mayo de 1961, pertenecían entonces al Consejo de Estado que presidía Rafael F. Bonnelly y completaban Eduardo Read Barreras, monseñor Eliseo Pérez Sánchez, Nicolás Pichardo y Donald Reid Cabral.
Para la juramentación de Bosch el jefe de la Policía, general Belisario Peguero Guerrero, pidió a Caamaño que buscara a una persona de confianza que se encargara de hacer un plano de seguridad del hotel El Embajador, ubicado en el Mirador Sur de la capital. Allí se alojarían a las delegaciones internacionales invitadas a la toma de posesión de Bosch, incluyendo al entonces vicepresidente Lyndon B. Jhonson, a quien se destinó el Penthouse construido para el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina.
Para desarrollar el plano, Caamaño contactó a Claudio, que tenía estudios de ingeniería. Los venezolanos quedaron satisfechos con el trabajo y pidieron que el joven, que era oficial de la Policía Nacional, dirigiera la seguridad del hotel.
“Venezuela me solicitó, quería que yo fuera el jefe de Seguridad del hotel El Embajador. Y los complacieron. Yo mandaba hasta capitanes. Tenía 400 hombres bajo mi mando”, dice.
“El día antes de la toma de posesión Caamaño llegó a las 1:00 de mañana, sudado porque venía de una reunión en la que estaba un grupo del Consejo de Estado. Todos los jefes de Estado mayor, incluyendo a los dos héroes Imbert Barrera y Amiama Tio, estaban conspirando para que Bosch no se juramentara. Caamaño los llamó vagabundos. No Querían dejar que Bosch tomara posesión para ellos seguir en el poder”, apunta.
Explica que, bajo esas circunstancias, Caamaño le pidió reforzar la seguridad del hotel para evitar que los golpistas tomaran el control de las delegaciones.
Claudio asegura que le replicó que necesitaba más armas largas porque sospechaba que en una rebelión los militares que estaban afuera de las intalaciones, unos 300, seguro que iban a obedecer a los conspiradores. “Antes de amanecer llegaron 80 cascos blancos y teníamos 42 fusiles y otras armas largas”, recuerda.
Caamaño dirigía los “cascos blancos” desde 1962, una unidad que, según cuenta Hamlet Hermann en uno de sus libros, logró éxito frenando a los ciudadanos que se unían en turbas para atacar a los afectos de Trujillo que se beneficiaron de la dictadura y que seguían en el país tras el ajusticiamiento del tirano, en mayo de 1961.
“Felizmente no hubo golpe de Estado ese día y Bosch tomó posesión”, recuerda Claudio. Sin embargo, ese acontecimiento solo se prolongó durante siete meses, un período de gran tensión entre los mandos armados que intentaban imitar otras fuerzas militares de la región que habían depuesto presidentes para tomar el poder político.
El guerrillero
“Los muertos total que pudimos contactar, no quiere decir que sean exactamente esos, pueden ser más, son unos 27 mil. En la batalla del Matún matamos a más de 200 soldados. En la batalla del puente hubo 13 mil muertos en esa área. Fruto de la Fuerza Aérea y de los ataques indiscriminados que hacía desde el mar Rivera Caminero que disparaba con mucha imprecisión, pero cuando un cañonazo caía en una casita en el barrio Mejoramiento, del Luperón, mataba a muchísima gente”.
“El Gran cementerio de nosotros fue el río”, sostiene, tras recordar que Caamano dispuso que, ante la imposibilidad de sepultarlos a todos, Caamaño dispuso que los cadáveres fueran lanzados al Ozama, una labor en la que los constitucionalista duraron más de un día.
Por eso rechaza las cifras oficiales ofrecidas por la Cruz Roja y Estados Unidos. “La cantidad de muertos ha sido minimizada por el interés norteamericano de minimizar el abuso que cometieron contra el pueblo dominicano. Ellos no invaden y llegaron a tener 42 mil marines. Entonces, los que se basan en sus archivos desclasificados para contar la historia, están usando datos que ellos quieren que se conozcan”.
“Yo he tenido mis problemas. Yo sufro de insomnio. Para mí el muerto más importante que he sentido en mi vida, no es precisamente mi hijo (asesinado recientemente). Mire mi hijo, a mí me tiene destrozado ahora. Pero para mí el muerto más importante que he tenido en mi vida fue Francisco Caamaño y mis compañeros que murieron en la guerrilla. Sin embargo, yo no me desmoralicé, yo seguí combatiendo durante casi un mes. Y volví en otra guerrilla. Mientras que Hamlet Hermann va y se entrega”, dice Claudio.
Después de la Revolución de Abril Claudio se integra a los entrenamientos de Caamaño en Cuba. Desde allí vino en el desembarco de Playa Caracoles, en Azua, del que se convirtió, junto a Hamlet Hermann, en uno de los sobrevivientes. Una confusión hizo que Toribio Peña Jáquez también salvara la vida. Luego de pensar que se había perdido del grupo se marchó para la capital.
Claudio y Peña Jáquez volverían luego a unirse en una epopeya guerrillera. En 1975 desembarcaron desde Puerto Rico en compañía de Manfredo Casado Villar, quien por casualidad resbaló en el arroyo Los Limones y resultó herido en la montaña de San José de Ocoa.
“Desembarcamos a nado el 2 de junio de 1975. Éramos tres hombres nada más, pero teníamos contactos con otros”. Los puertorriqueños que lo trajeron fueron apresados en Higüey y revelaron parte de los planes guerilleros.
Claudio cuenta que Manfredo, a quien había conocido dos años atrás exilado en la embadaja de México en Santo Domingo, tenía preparado un movimiento con armas y recursos para luchar contra el gobierno represivo de los 12 años de Joaquín Balaguer (1966-1978). Explica que los médicos de Boca Canasta, con la intervención de un legislador y un periodista, gestionaron sacar al enfermo para la capital. Sin embargo, una patrulla lo mató en el puente de Lucas Díaz y simuló que se trató de un enfrentamiento armado en el que, además de Manfredo, falleciron otras tres personas.
A Claudio y a Peña Jáquez lo atraparon por casualidad unos campesinos que les confundieron con ladrones de café. Explica que a partir de ese momento duró dos años presos hasta que el régimen de Balaguer lo puso en libertad tras una huelga de hambre de 56 días.
Sostiene que Milo le ametralló la cabeza
Claudio Caamaño sostiene que cuando Francisco Alberto Caamaño Deñó fue apresado y asesinado en la montaña de San José de Ocoa, el entonces secretario de las Fuerzas Armadas, Ramón Emilio Jiménez (Milo), ordenó a siete militares, antes de levantar el campamento, que descuartizaran el cadáver y lo quemaran con gasolina. Explica que pasó décadas buscando a los encargados de desaparecer a Caamaño y enterrar a sus compañeros de armas Alfredo Pérez Vargas y Geordano Lalane José.
En los 80, a través de un detective privado contactó a uno de los cabos que estuvo en el lugar y que ya era capitán en Pedro Santana. Le pagó 20 mil pesos y la promesa de no revelar su nombre para que lo llevara al lugar y le contara la historia. “Nos dijo: ´De Caamaño no van a encontrar ningún hueso de la cabeza, porque el pecho y la cabeza se la voló de un ´rafagazo´ el ministro de las Fuerzas Armadas, Emilio Jiménez´”.
Sostiene que el oficial le arrancó la cabeza antes de salir en la tarde, irritado porque sus subalternos alegaban que el frío de Valle Nuevo impedía que el cuerpo del coronel tomara fuego. “´Ya hay menos que quemar´, les dijo Emilio Jiménez”, cuenta Claudio.
Panamá y Bosch
Claudio dice que al exilarse en México en 1973 el gobierno de Omar Torrijos le pidió desmentir que Caamaño fue embalsamado en Panamá, como dijo Bosch.
Critica a Hermann
Claudio sostiene que Hamlet Hermann cometió un acto de cobardía que conllevaba “pena de muerte”, al dejar a tres guerrilleros en una emboscada.
Castro conocía todo
Claudio dice que al llegar a Cuba en 1973 conversó 17 horas con Fidel Castro y se enteró que Cuba monitoreó las comunicaciones de los guerrilleros de Caracoles.