Capitalización ingenio Barahona no ha contribuido con desarrollo de zona cañera, sino con hambre, miseria y muerte

ZONA CAÑERA, Bahoruco.- “Vengo con un pique; vengo del batey; al ver tanta gente sin ná que comei”. Es un estribillo de un popular merengue de nuestro carismático Jhonny Ventura (El Caballo Mayor), que bien puede aplicarse a las comunidades de la zona cañera que, comparten las provincias Bahoruco, Barahona e Independencia.

En esta zona, habitada por dominicanos, haitianos y descendientes de ambos, la miseria los arropa, sin que tengan la esperanza de que esta cruda realidad vaya a cambiarle.

El Consorcio Azucarero Central (CAC) de capital guatemalteco, actual  dueño  del ingenio Barahona, el mejor del país: sin colonos, tierras fértiles, un transporte adecuado de la materia prima para fabricar el azúcar, la caña, agua para el regadío, sigue aumentando la producción y con ello, como es lógico las ganancias, pues a cada rato anuncian cifras récords de producción del dulce, cosa que contrasta mucho con el hambre y miseria de los bateyes.

Esto así, porque  ese aumento de las ganancias y de la producción no se refleja en las comunidades de la zona cañera que carecen de todo: hasta de las ganas de vivir, sobre todo, cuando se estipula que las empresas capitalizadas deben invertir parte de la plata que se ganan en las comunidades en donde la exprimen cual bagazo de caña.

Es una realidad latente y palpable que no requiere que se hagan estudios profundos o tener muchos conocimientos o un intelectual de fuste para darse cuenta de esta cruda realidad, sino de voluntad y de interés para incidir de manera positiva invirtiendo para mejorar la calidad de vida de estas humildes comunidades.
 
La inversión social del CAC en las comunidades cañeras
es tan negativa que la gente quiere que siempre sea de noche para no ver la cara de los empresarios del central azucarero paseándose en lujosas yipetas, frente a las destartadas casuchas que son habitadas por seres desnutridos, acosados por el hambre, la desesperación, falta de oportunidades, y en el peor de los casos, por enfermedades infectocontagiosas que cada día cobran dos y tres vidas de seres humanos
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