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¿Dónde están las autoridades que tienen que ver con esto?
La temeridad con que se transporta alguna gente en las calles no sólo pone en peligro sus propias vidas, sino también las de quienes circulan observando la ley . La irresponsabilidad ciudadana y de las autoridades queda en evidencia en cada momento de la vida dominicana. El tránsito vehicular no escapa a esa realidad, con escenas que aterran a los visitantes extranjeros, pone en peligro vidas y propiedades y desnudan los altos niveles de oscurantismo en que se denvuelve la sociedad dominicana. A ningún ciudadano de un país mínimamente civilizado se le ocurriría poner en riesgo la vida de sus hijos transportándolos de un lugar a otro en una frágil motocicleta, en condiciones infrahumanas y degradantes. Tampoco, sus autoridades permitirían a un motoconchista transportar a un pasajero que lleva consigo un tanque de gas que podría explotar en cualquier momento. Los responsables de corregir ese desorden no han calculado cuántas personas inocentes podrían resultar gravemente afectadas de una explosión semejante. En otro aspecto del problema, un camión con capacidad para cargas ligeras es utilzado para transportar pasajeros que caerían al pavimento con cualquier movimiento brusco del vehículo. Esas y otras dantescas escenas ocurren ante la mirada indiferente de los agentes de la Autoridad Metropolitana del Tránsito (AMET), los funcionarios del Gobierno Central, los legisladores, los altos jefes militares, los representantes del clero y del Poder Judicial , los dirigentes políticos y las organizaciones de derechos humanos. Todos, ciudadanos y representantes del Estado dominicano se limitan las recurrentes e insólitas imágenes, con el convencimientos de que las consecuencias catastróficas de ese proceder nunca los alcanzarán. Mientras, los hospitales públicos siguen llenándose de personas que se accidentan en esas condiciones, con la consiguiente carga económica para el erario.
La temeridad con que se transporta alguna gente en las calles no sólo pone en peligro sus propias vidas, sino también las de quienes circulan observando la ley . La irresponsabilidad ciudadana y de las autoridades queda en evidencia en cada momento de la vida dominicana. El tránsito vehicular no escapa a esa realidad, con escenas que aterran a los visitantes extranjeros, pone en peligro vidas y propiedades y desnudan los altos niveles de oscurantismo en que se denvuelve la sociedad dominicana. A ningún ciudadano de un país mínimamente civilizado se le ocurriría poner en riesgo la vida de sus hijos transportándolos de un lugar a otro en una frágil motocicleta, en condiciones infrahumanas y degradantes. Tampoco, sus autoridades permitirían a un motoconchista transportar a un pasajero que lleva consigo un tanque de gas que podría explotar en cualquier momento. Los responsables de corregir ese desorden no han calculado cuántas personas inocentes podrían resultar gravemente afectadas de una explosión semejante. En otro aspecto del problema, un camión con capacidad para cargas ligeras es utilzado para transportar pasajeros que caerían al pavimento con cualquier movimiento brusco del vehículo. Esas y otras dantescas escenas ocurren ante la mirada indiferente de los agentes de la Autoridad Metropolitana del Tránsito (AMET), los funcionarios del Gobierno Central, los legisladores, los altos jefes militares, los representantes del clero y del Poder Judicial , los dirigentes políticos y las organizaciones de derechos humanos. Todos, ciudadanos y representantes del Estado dominicano se limitan las recurrentes e insólitas imágenes, con el convencimientos de que las consecuencias catastróficas de ese proceder nunca los alcanzarán. Mientras, los hospitales públicos siguen llenándose de personas que se accidentan en esas condiciones, con la consiguiente carga económica para el erario.