Entrevista a Luciano Londoño, referente del tango en Colombia. Comienzos. Las Academias.
Luciano Londoño López, tal su nombre completo, nació en Medellín, Colombia, en 1.951. Y allí reside. Abogado de profesión ya pensionado, en la actualidad ejerce como Notario (Escribano en Argentina) encargado en las Notarías Cuarta y Once de Medellín. Por sobre esto… es un gran estudioso del tango rioplatense, argentino y uruguayo.
Luciano, si bien es sabido que en Colombia en general y en Medellín en particular el tango es un fenómeno muy especial, en su caso particular... ¿Cómo llega a él?
Hasta donde tengo entendido, por prejuicios de tipo social, en la década del cincuenta del siglo XX, en Medellín el tango era visto como música y canciones para la clase baja. La casa donde nací y viví muchísimos años está ubicada en una cuadra muy larga (en realidad son dos cuadras unidas) que en esa época tenía dos cafés, en la esquina de arriba y en la esquina de abajo, en los cuales sonaba tango todo el día.
Adicionalmente, en mi casa se mantenía sintonizada, en el radio, la emisora Radio Reloj, la cual pasaba varios géneros de música popular y entre ellas “molía” muchos tangos.
Para esa época el tango hacía parte de la cotidianidad de Medellín y era imposible sustraerse a él. Escuchar tangos era igual a respirar o escuchar los programas de la radio elemental e ingenua de esa época. Por lo tanto, uno nacido y desenvuelto en ese medio era normal que le gustaran los tangos-canción y esto le atraía a ese niño que fui y así pues discurrió mi infancia y gran parte de mi juventud.
Tengo buena memoria, pero además fue entrenada indirectamente por dos circunstancias: una es que cuando estaba terminando bachillerato nocturno (pues trabajo desde los catorce años) y comenzando la carrera universitaria, me reunía los viernes con los amigos y cantábamos todos los tangos que sonaban.
Después empezamos a jugar a que alguno del grupo dijera un verso tanguero, los demás debían responder a cuál tango canción pertenecía y el que lo lograba se ganaba la apuesta. Esto me potencializó desde el punto de vista nemotécnico. Sé una gran cantidad de tangos, por lo que ya le conté.
Por otro lado, cuando salían los LP, que era un formato hermoso porque gracias a la imagen de la carátula uno se acordaba de las canciones que tenía el disco, yo acostumbraba a leer los títulos de las canciones y los autores que contenía el LP. Fue una costumbre que también me permitió aprender algo de tango.
Soy de los que piensan que es sano ventilar todo tipo de ideas, como único camino de llegar a la verdad. Yo recalé en este mar tanguero en que me encuentro hoy de la siguiente manera: Para entender mejor el tango 1) me dejé enseñar de dos conocedores de la Historia como ciencia, Fabio Mejía Fernández y Reinaldo Spitaletta, los cuales me dieron a conocer una extensa bibliografía que compré y leí. 2) tomé un curso de narrativa, pero la idea no era convertirme en escritor, simplemente quería aprender a entender lo que leo y conocer las herramientas para poder escribir sobre tango.
A comienzos de la década del setenta comencé a almorzar con frecuencia en un sencillo restaurante del centro de Medellín, donde llegaban los músicos y cantantes que se presentaban en un conocido establecimiento de tango de esa época. Empecé a tratar a los artistas y ellos me contaron diversas cosas sobre el tango, y todo esto aumentó el amor por el tango y el deseo de aprender sobre él. Ellos me relacionaron con mucha gente de Buenos Aires. A estos artistas les entregué dinero para que me enviaran libros de Argentina y así fui iniciando mi pequeña biblioteca sobre el tema.
Para la misma época, el profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana, Juan Manuel Serna, en 1974 dio las primeras charlas de tango en Medellín, y para ilustrarlas llevaba a artistas de tango y estas charlas las remataba siempre con una mini charla sobre lunfardo. Los asistentes a sus exposiciones eran sus alumnos y los amantes al tango como yo.
En 1974 era yo alumno de la Facultad de Derecho en la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín y Jaime Jaramillo Panesso era el profesor que nos dictaba “Historia Social de América Latina”. En este curso, él le daba prelación a los asuntos de Colombia y Argentina.
La base para hablar de Argentina era el libro Revolución y contrarrevolución en Argentina, de Jorge Abelardo Ramos, en el cual los ejemplos para ilustrar hechos sociales son fragmentos literarios o canciones, la mayoría de ellas tangos. Me sorprendió gratamente saber que sobre este género popular, algo que era tan silvestre y elemental para mí como tanguero, existían estudios serios e importantes conceptualizaciones. Ese fue el origen de mi afición a estudiar sobre tango.
Posteriormente viajé a Buenos Aires y Montevideo, lugares en los cuales ya tenía grandes amigos, varios de ellos ya fallecidos, como el recordado periodista tanguero del Diario Clarín de Buenos Aires, Jorge Göttling y otros inolvidables como el maestro Julio De Caro, el doctor Luis Adolfo Sierra (el mayor conocedor del tango), don Roberto Tálice, don Horacio Loriente, don Gaspar Astarita, Héctor Blotta, Oscar Himschoot, Nelson Bayardo, Nicolás Lefcovich, Germinal Nogués, el historiador inglés Simon Collier (en Estados Unidos) y el investigador Gastón Martínez Matiella (quien presidió la Academia Mexicana del Tango).
Años después recibí otro aporte digno de destacarse, cuando en 1985 vino a Medellín el cantor argentino Héctor Blotta, una persona que considero sumamente importante en la historia del tango en esta ciudad.
Él era más que un cantor: era buen coleccionista de tango y un conocedor profundo de la historia y los personajes de este submundo. Blotta fue quien primero habló en Colombia sobre la Academia Porteña de Lunfardo y la importante labor que cumplía. Cuando escuché de la existencia de esta entidad, de inmediato me suscribí a sus boletines y comunicaciones, los cuales devoraba, y por ese amor al tango me atreví a escribir sobre el tema y ellos me hicieron el favor de publicar mis notas.
Eso me animó a seguir investigando. Lo anterior hizo que en el año 1991, don José Gobello, que es el actual presidente de la Academia y una figura destacada de la literatura y de los estudios gramaticales argentinos, y el maestro Sebastián Piana, autor de milongas con Homero Manzi y para esa época presidente de dicha Academia, me propusieran como académico correspondiente y desde entonces hago parte de ella. Claro, ya como miembro de esta Academia y por mi activa producción de artículos, en 1992 me designaron académico correspondiente de la Academia Nacional de Tango de Argentina, por postulación que hicieron de mi nombre Jorge Göttling y Horacio Ferrer, y en el 2004 el doctor Nelson Sica, presidente de la Academia del Tango de Uruguay, me pidió que hiciera parte de la misma, como asociado correspondiente”.
Luciano… quiero que nos adentremos más aún en su recorrido tanguero por Buenos Aires y Montevideo… escuchamos una milonga, precisamente de y por Sebastián Piana, Milonga Sentimental, que cuando se canta, la letra es de Homero Manzi. Lo grabó el maestro Piana en 1969 en Buenos Aires, Argentina… Ya volvemos con nuestra charla.
Luciano, si bien es sabido que en Colombia en general y en Medellín en particular el tango es un fenómeno muy especial, en su caso particular... ¿Cómo llega a él?
Hasta donde tengo entendido, por prejuicios de tipo social, en la década del cincuenta del siglo XX, en Medellín el tango era visto como música y canciones para la clase baja. La casa donde nací y viví muchísimos años está ubicada en una cuadra muy larga (en realidad son dos cuadras unidas) que en esa época tenía dos cafés, en la esquina de arriba y en la esquina de abajo, en los cuales sonaba tango todo el día.
Adicionalmente, en mi casa se mantenía sintonizada, en el radio, la emisora Radio Reloj, la cual pasaba varios géneros de música popular y entre ellas “molía” muchos tangos.
Para esa época el tango hacía parte de la cotidianidad de Medellín y era imposible sustraerse a él. Escuchar tangos era igual a respirar o escuchar los programas de la radio elemental e ingenua de esa época. Por lo tanto, uno nacido y desenvuelto en ese medio era normal que le gustaran los tangos-canción y esto le atraía a ese niño que fui y así pues discurrió mi infancia y gran parte de mi juventud.
Tengo buena memoria, pero además fue entrenada indirectamente por dos circunstancias: una es que cuando estaba terminando bachillerato nocturno (pues trabajo desde los catorce años) y comenzando la carrera universitaria, me reunía los viernes con los amigos y cantábamos todos los tangos que sonaban.
Después empezamos a jugar a que alguno del grupo dijera un verso tanguero, los demás debían responder a cuál tango canción pertenecía y el que lo lograba se ganaba la apuesta. Esto me potencializó desde el punto de vista nemotécnico. Sé una gran cantidad de tangos, por lo que ya le conté.
Por otro lado, cuando salían los LP, que era un formato hermoso porque gracias a la imagen de la carátula uno se acordaba de las canciones que tenía el disco, yo acostumbraba a leer los títulos de las canciones y los autores que contenía el LP. Fue una costumbre que también me permitió aprender algo de tango.
Soy de los que piensan que es sano ventilar todo tipo de ideas, como único camino de llegar a la verdad. Yo recalé en este mar tanguero en que me encuentro hoy de la siguiente manera: Para entender mejor el tango 1) me dejé enseñar de dos conocedores de la Historia como ciencia, Fabio Mejía Fernández y Reinaldo Spitaletta, los cuales me dieron a conocer una extensa bibliografía que compré y leí. 2) tomé un curso de narrativa, pero la idea no era convertirme en escritor, simplemente quería aprender a entender lo que leo y conocer las herramientas para poder escribir sobre tango.
A comienzos de la década del setenta comencé a almorzar con frecuencia en un sencillo restaurante del centro de Medellín, donde llegaban los músicos y cantantes que se presentaban en un conocido establecimiento de tango de esa época. Empecé a tratar a los artistas y ellos me contaron diversas cosas sobre el tango, y todo esto aumentó el amor por el tango y el deseo de aprender sobre él. Ellos me relacionaron con mucha gente de Buenos Aires. A estos artistas les entregué dinero para que me enviaran libros de Argentina y así fui iniciando mi pequeña biblioteca sobre el tema.
Para la misma época, el profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana, Juan Manuel Serna, en 1974 dio las primeras charlas de tango en Medellín, y para ilustrarlas llevaba a artistas de tango y estas charlas las remataba siempre con una mini charla sobre lunfardo. Los asistentes a sus exposiciones eran sus alumnos y los amantes al tango como yo.
En 1974 era yo alumno de la Facultad de Derecho en la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín y Jaime Jaramillo Panesso era el profesor que nos dictaba “Historia Social de América Latina”. En este curso, él le daba prelación a los asuntos de Colombia y Argentina.
La base para hablar de Argentina era el libro Revolución y contrarrevolución en Argentina, de Jorge Abelardo Ramos, en el cual los ejemplos para ilustrar hechos sociales son fragmentos literarios o canciones, la mayoría de ellas tangos. Me sorprendió gratamente saber que sobre este género popular, algo que era tan silvestre y elemental para mí como tanguero, existían estudios serios e importantes conceptualizaciones. Ese fue el origen de mi afición a estudiar sobre tango.
Posteriormente viajé a Buenos Aires y Montevideo, lugares en los cuales ya tenía grandes amigos, varios de ellos ya fallecidos, como el recordado periodista tanguero del Diario Clarín de Buenos Aires, Jorge Göttling y otros inolvidables como el maestro Julio De Caro, el doctor Luis Adolfo Sierra (el mayor conocedor del tango), don Roberto Tálice, don Horacio Loriente, don Gaspar Astarita, Héctor Blotta, Oscar Himschoot, Nelson Bayardo, Nicolás Lefcovich, Germinal Nogués, el historiador inglés Simon Collier (en Estados Unidos) y el investigador Gastón Martínez Matiella (quien presidió la Academia Mexicana del Tango).
Años después recibí otro aporte digno de destacarse, cuando en 1985 vino a Medellín el cantor argentino Héctor Blotta, una persona que considero sumamente importante en la historia del tango en esta ciudad.
Él era más que un cantor: era buen coleccionista de tango y un conocedor profundo de la historia y los personajes de este submundo. Blotta fue quien primero habló en Colombia sobre la Academia Porteña de Lunfardo y la importante labor que cumplía. Cuando escuché de la existencia de esta entidad, de inmediato me suscribí a sus boletines y comunicaciones, los cuales devoraba, y por ese amor al tango me atreví a escribir sobre el tema y ellos me hicieron el favor de publicar mis notas.
Eso me animó a seguir investigando. Lo anterior hizo que en el año 1991, don José Gobello, que es el actual presidente de la Academia y una figura destacada de la literatura y de los estudios gramaticales argentinos, y el maestro Sebastián Piana, autor de milongas con Homero Manzi y para esa época presidente de dicha Academia, me propusieran como académico correspondiente y desde entonces hago parte de ella. Claro, ya como miembro de esta Academia y por mi activa producción de artículos, en 1992 me designaron académico correspondiente de la Academia Nacional de Tango de Argentina, por postulación que hicieron de mi nombre Jorge Göttling y Horacio Ferrer, y en el 2004 el doctor Nelson Sica, presidente de la Academia del Tango de Uruguay, me pidió que hiciera parte de la misma, como asociado correspondiente”.
Luciano… quiero que nos adentremos más aún en su recorrido tanguero por Buenos Aires y Montevideo… escuchamos una milonga, precisamente de y por Sebastián Piana, Milonga Sentimental, que cuando se canta, la letra es de Homero Manzi. Lo grabó el maestro Piana en 1969 en Buenos Aires, Argentina… Ya volvemos con nuestra charla.